Mariana Rosa

Mariana Rosa

Presentamos una selección de poemas de la poeta neuquina Mariana Rosa; entre ellos, un adelanto de su próximo libro.

 

Hacer la plancha

 

Si duermo entre dos celestes

como un camalote abierto

 

si sueño, líquida la espalda,

nubes que pasan

 

y flotando seguirlas

en el cauce, el viento

 

algo desde mi fondo

se desprende y sube

 

una moneda sumergida

en burbujas resuena

 

y se levanta,

una voz.

 

Esta es la gracia:

 

quien recibe

vibra

 

y tañe

la propia nota.

 

Una pequeñez entre el agua

y el cielo, canta

 

su música es eco de la luz

que la sostiene.

 

*

 

La repetición de los álamos al borde de la ruta.

Siempre debe andar este tramo del camino.

Travesía es dejar atrás el suelo natal,

buscar lo propio en el devenir que se imagina.

 

Cientos de colectivos todavía partiendo

desde la casa primera;

la misma gesta se proyecta en las ventanas cada vez.

 

¿Qué desea la mujer a bordo?

Señaló un derrotero con el dedo desde la ruta 22;

tuvo fe en el movimiento.

 

Ahora se siente madurar, fruta

furtiva en el asiento.

Los álamos se suceden,

interminables hileras que plantaron sus ancestros,

para protegerse del ir y venir

del viento.

 

*

 

A veces soy una laguna

pantanosa en la Selva Triste.

Puedo sentir las plantas

creciéndome en el fondo,

carnosas, avanzando

lentamente hacia arriba,

confiando encandiladas

en el pequeño rayo de luz.

 

Veo sobre mí una película finísima

y plateada

que es el fin del agua;

los tallos y las hojas llegarán,

sus cuerpos serán otros

cuando la quiebren.

 

Quiero estar despierta

porque sucederá otra vez:

 

sobrevendrá     un mundo.

 

(De Primeros Fríos, Espacio Hudson, 2019)

 

*

 

 

   Llega, viene,

la Musiquita.

La mu
si

   qui

ta.

          Macky Corbalán

 

 

Las bandurrias llegaron

inesperadas los primeros días de otoño,

se escuchan en montonera

en la mañana temprana, mitigan

la tristeza de ver al sol menguar,

volverse un animal dócil

después de su celo salvaje

de su furor felino

que nos mantuvo irisados el verano entero.

Ahora la bestia dorada se echa a dormir,

y las bandurrias le caminan tranquilas por el lomo.

Traen su trinar, … ¿como un toque de silencio?

¿como el augurio de la nueva estación? ¿del sosiego?

Que venga así también la musiquita,

que aquietada oiga en mí ese gorjeo

que llora o canta

cuando solo queda irse,

o amar lo que se va.

El párpado que se cierra,

la temporada solar en su desmayo.

Que pueda cantar

como una bandurria,

las patas en los primeros charcos oscuros,

las notas

como una llamarada pequeña,

la luz amasada

y oculta en el centro del cuerpo

lanzar al aire:

hilo de Ariadna,

puente colgante,

único y trémulo

derrotero fiel

en el pasaje.

 

*

 

Primavera,

avistaje incipiente

del verano conjurado,

anuncio de aquello que viene

en respuesta al anhelo de fruta

y de calor.

 

La inminencia de los brotes,

el temor

a su irremediable materialidad deseada,

el atisbo

de una flor desconocida,

el espíritu que puja

imbatible hacia no sabe qué color

qué pétalo qué espina, cuajará.

 

Ave, estación preñada,

pueda ser mi aura la tierra

el agua el aire

que esta encarnadura pide;

soplo y paisaje infinitos

urden una forma viva

en mí. Que aprenda

la torsión la contorsión, la dulce

y amarga espera

que descubre arena y fango

según urge el clamor.

 

Cactus o magnolia,

hiedra trepadora,

cardo errante,

que la savia me encuentre dispuesta

flameando cuerpo y alma en su fe germinal.

Ave, estación del augurio,

pináculo del temblor.

 

  (De El Cruce, de próxima publicación)

 

 


 

Mariana Rosa nació en Neuquén en 1974. Estudió Lengua y Literatura Inglesa en la Universidad Nacional de Cuyo y, más tarde, hizo una Maestría de Investigación en Estudios Literarios Comparados en la Universidad de Utrecht.

En el año 2001, integró el grupo fundador de la Casa de la Poesía de Neuquén y obtuvo una beca de la Fundación Antorchas para participar en los talleres de escritura organizados por Revuelto Magallanes. Entre el 2003 y el 2006 hizo clínica de obra con la poeta Alicia Genovese.

Publicó Crónica de un Salto (Ediciones de Dock, 2006), las plaquetas “Vestal” y “Un Abrigo Errante” (la cebolla de vidrio, 2017), y el poemario Primeros Fríos (Espacio Hudson, 2019). La edición de su libro El Cruce está en preparación.

Actualmente sus días transcurren entre la Argentina y los Países Bajos.

 

Nadie sabe qué hacer con los poetas

Nadie sabe qué hacer con los poetas

Compartimos algunos fragmentos del último libro de María Malusardi, un ensayo sobre la poesía publicado por la editorial Llantén (2023).

 

 

Una testigo insatisfecha

 

En mis obras, las citas son como atracadores al acecho en la calle que con armas asaltan al caminante y le arrebatan sus convicciones.

Walter Benjamin

 

Lo que el lector tiene en sus manos es un vivero de citas, un puñado de misceláneas personales, de breves reseñas y de entrevistas (o encuentros en la página), cuyo único fin es provocar contagio y movimiento, combatir el adormecimiento y la resignación. Citar un texto, dice Benjamin, implica interrumpir su contexto. “La cita –profundiza Giorgio Agamben–, al separar un fragmento del pasado de su contexto histórico, le hace perder su carácter de testimonio auténtico para investirlo de un potencial de enajenación que constituye su inconfundible fuerza agresiva”.

Años atrás comencé, de manera informe y agresiva, un diario íntimo, al que llamo Diario de poéticas, centrado, esencialmente, en mis lecturas y sus provocaciones y en mis roces con la escritura. Me dediqué a apuntar lo que cada autor dejaba en mí o marcaba en mí tendencias. Citas que son disparos. Escrituras “desgarradas”, escrituras del “desastre”, sus entramados mañosos, sus asperezas, sus vísperas.

Aún me dedico a perseguir, capturar y reflexionar sobre las problemáticas propias de la escritura de cada quien, seguramente en busca de mi propia fertilidad. O bien como un modo de expiación ante lo incomprensible, lo inalcanzable.

Cuando leí los tres volúmenes de El libro de los márgenes de Edmond Jabès, sentí el ardor de lo posible imposible. Jabès congestiona con citas sus digresiones. O bien, a partir de las citas que surgen de sus lecturas, abre caminos de escritura propios y pasionales. Las ideas que suscita un autor se confunden en uno hasta formar parte de uno, es decir de ese único libro que nos constituye. Hay un libro, un único libro, dice Jabès, del que somos “a la vez el autor y el lector, aquel que nunca terminamos de leer, de escribir”. No es un tipo de confusión problemática sino de esas raras ocasiones en que la confusión constituye, precisamente, una necesidad.

Esto no pretende ser un ensayo ni tradicional ni compacto. Intenta una cartografía de escrituras que disertan abiertamente: voces sobre voces; voces entre voces; voces con voces. No pretende ser más que una bitácora de ese viaje irrepetible por la escritura poética. La de otros y la propia, como consecuencia. Un fardo de citas ajenas que de alguna manera nos explican y dicen de nosotros, humanos, más de lo que sabemos y no alcanzamos. “Cuando leemos un libro –escribe Jabès– sólo leemos lo poco que contiene de nuestra alma y de nuestra vida. Y lo que nos enseña suele ser suficiente para llenarnos de alegría o para destruirnos”.

Nadie sabe qué hacer con los poetas se sostiene en el ascenso y descenso de mis lecturas. De mis deseos y de mis tumbas. No hay un orden preconcebido, sino un eje zigzagueante que se sostiene en el temblor de su humanidad y de cierto ritmo y musicalidad de las ideas punteadas en las palabras.

Ideas. La idea. La idea no es cerrar. Ni sacar conclusiones concluyentes. La idea es generar el deseo por la poesía. Recoger las migas que poetas y pensadores van dejando para recorrer un camino posible sobre la poesía. La idea es llegar a entender lo que no hay por qué entender de la manera que imponen los vientos de la época. La idea es no forzar ni obligar a nadie a que se arrime a aquello que, por su ajenidad con lo demente, tendrá siempre tan lejos. La idea es dar a conocer las posibilidades del espíritu humano cuando vibra con el mundo, tanto en sus derrumbes como en sus regeneraciones. Y certificar que la poesía habla por sí misma a través de quienes le han sabido dar su voz para defenderse de la mudez de la infancia, la propia, la del mundo. La idea es seguir abriendo afluentes constantes, enramados de tesis y delirios, prolongando algunos hasta un imposible infinito, dejando a otros textos mutilados, muñones de ideas por el camino, porque también de mujeres y hombres rotos está hecho el mundo. La idea es denunciar el vacío, pronunciarlo, quererlo, amamantarlo. La idea es supurar cuando canse y abstenerse cuando supure. La idea es morir de muerte inacabada cuando las palabras digan basta, nos hemos cansado de escucharnos, ya no sentimos más que repetición en el abismo de nuestra retórica.

Acaso porque el poeta es un testigo insatisfecho (dixit Mario Luzi), nadie sabe qué hacer con los poetas.

 

 

El cielo con las manos

 

Fue esa vez. La única, acaso. O la más absoluta. Fines de la década del 90. Escribía para una revista que acompañaba, cada domingo, a seis diarios del interior del país. El jefe de redacción de entonces, conociendo mi vocación absurda y radical por la poesía, me citó en su despacho y me invitó a producir una nota de tapa que ofreciera un panorama federal de la poesía argentina en ese momento. Desde lo monetario, significó, aunque de manera provisoria, una mejora salarial, porque el artículo superó las veinte páginas. Pero lo fundamental es que me abrió las puertas de un mundo al que deseaba ingresar con desesperación, un mundo que necesitaba para expandirme como poeta. Mientras repaso el recuerdo, revivo la excitación y la caricia de ese momento en el que realicé un trabajo de producción insuperable; una búsqueda de información con la que armé un texto enorme, expansivo, abierto, desprejuiciado. Valiente.

Ese trabajo periodístico resultó increíble y la investigación, exhaustiva. Conocí poetas que admiraba y editores de poesía que me abrieron sus puertas para siempre. Toqué el cielo con el cuerpo entero. Caí hacia arriba y nunca más regresé. Me hundí en ese pabellón azul de la locura para siempre.

 

Delirio tremens

 

Siempre leemos el error, el malentendido, la desviación, lo dañado. El poema no debe corresponderse nunca con la corrección de los hábitos. Siempre es su tergiversación. La fuga de sus costumbres. El poema es mudanza de sí. Rodar por las escaleras y regresar adverso a sostener los años.

Pensar la experiencia. Derrotarse en la propia vida (desmontarla) para vivir en el lenguaje a flor de piel como redirigiendo una inexistencia (dixit Paul Preciado). Y someterla a la luz para definirla en su fugacidad.

Doy a luz la fuga del sentido. Y me quedo con el vacío nevado. La punta de la luz en el invierno negro. La brasa, como el verso, rima la impaciencia. Y el ardor.

No son los hechos. No es la historia. Es la experiencia y sus detalles examinados.

La experiencia escapándose entre los dedos como arena y soplándole al lenguaje su mutación, escandalosamente abierta.

La escritura es una siembra de avispas. Es su música en la flor. Es la mirada. El ardor. La miel. La despedida.

 


 

María Malusardi nació en Buenos Aires en 1966. Escritora, periodista cultural, docente y tallerista. Publicó harán una película con mi entierro (Editorial El desenfreno, 2023), Una madre es un piano triste (Editorial Las Furias, 2021), artista del hambre (Ediciones en Danza, 2019, Segundo Premio Municipal 2018-2019), el descenso de jacqueline du pré y otros poemas (Ediciones en Danza, 2018), el desvío y el daño (Editorial Cadáver exquisito, 2023, Ecuador; Buenos Aires Poetry, 2017), el sastre (Ediciones en Danza, 2015, Mención especial del Premio de Literatura Casa de las Américas 2015, de Cuba), trilogía de la tristeza (Alción, 2009, traducido al francés y publicado por Zinnia Édition en 2013), diálogo con pescadores (Alción, 2007), variaciones en la niebla (Alción, 2005), entre otros. Estuvo a cargo de la edición de la poesía de Raúl Gustavo Aguirre en el volumen Obra poética (Ediciones Del dock, 2015). Recibió en 2018 la beca del Fondo Nacional de las Artes para escribir un ensayo sobre la obra y vida del poeta argentino Alberto Szpunberg. En 2022, llevó adelante la Escuela de Poesía Argentina en la Biblioteca Municipal Evaristo Carriego, un proyecto de enseñanza y difusión por el que obtuvo la beca de Mecenazgo en 2020. Actualmente es profesora en la escuela de periodismo TEA y escribe en la revista y la web de Caras y Caretas.

Crédito de la fotografía: Marcos Zanger

Mariana Rosa

Palabras tectónicas

Presentamos tres poemas del libro Palabras tectónicas, de Pablo Romero (Tucumán, 1990), cuya edición argentina se publicó en 2022 por Inflorescencia editorial.

 

 

LA COSTUMBRE DE SUFRIR

 

Veo a mi amante dormir.

 

El ritmo de su corazón

me avisa qué tan lejos está de mí

de los que me quisieron antes

de que yo fuera yo

y ocupáramos esta cama

 

ahora

 

esta noche que su corazón late

con fuerza contra su pecho

y mi poema.

 

Lo veo dormir contra la ventana

que da a la calle y a otras ventanas

y a otros hombres y mujeres

que ven a sus amantes dormir

contra otras ventanas

que dan a otras calles.

 

Mi amante se duerme

y yo siento

que en su sueño egoísta me ignora.

 

Uno es un hombre acostumbrado

a doler:

traigo en mí

(quiero decir: conmigo)

la costumbre de sufrir

 

pocas cosas duelen más

que esta espalda en mi cara

pocas cosas pesan como esta

oscuridad.

 

Entonces estiro la mano

entre las sábanas

(porque qué hacemos

sino buscar para encontrar)

y acaricio su lunar hasta

que el sueño desdibuja

su piel, la ventana, la calle

la noche que avanza

y nos deja atrás.

 

 

*

 

LA DESOBEDIENCIA

 

Por favor, dijiste: no hagas

de mis palabras un poema

 

no abras la herida porque

adentro hay más herida

y así al infinito

 

pero yo

que del amor hice una tumba

y no me canso de cavar

te someto a mi ficción:

 

necesito que me quieras

como quien vuelve a un país

y no me importa lo que pidas

 

mi poema dirá lo que podría haber sido

si no hubiéramos callado

mi poema dirá todas las cosas

que no fueron:

 

la casa que nunca construimos

el deseo del que nunca nos curamos

las mandarinas del otoño

que no volveremos a comer.

 

Por favor, dijiste y yo te digo no

por primera vez y para siempre.

 

Alguien de otro tiempo leerá

lo que debiste haber sabido

 

alguien de otro tiempo pensará

en nosotros

en todo aquello que perdimos

en todas las cosas

que dejamos perder.

 

*

 

UN POEMA DE RICH ME HIZO PENSAR EN NOSOTROS

 

Hasta ayer creímos que viviríamos

para siempre y hoy pareciera

que lo humano está al borde de sí mismo

como a punto de quebrarse.

 

Te gustará saber que no cambié

que sigo siendo el mismo

como esta ciudad es la misma

como esta angustia.

 

Uno es un hombre necio.

 

Hasta ayer creímos que viviríamos

para siempre

y hoy pareciera que fuimos hechos

a imagen y semejanza del olvido.

 

Cuando estabas cerca

yo perdonaba al mundo por ser mundo

y también a mí por ser yo.

 

Te gustará saber que no cambié

que mi dolor sigue siendo pobre

y mi escritura sigue siendo terca.

 

El amor nos hizo hostiles:

 

todavía me pregunto

cómo sobrevivimos tanto impacto

tantos golpes y accidentes

sin advertir si quiera

que debajo de las palabras-tectónicas

ardía un mundo hecho de lava

 

que siempre tuvimos bombas

en el lugar del corazón.

 


Pablo Romero (Tucumán, Argentina 1999). Poeta, editor y traductor. Autor de Los días de Babel (México, 2015) Palabras tectónicas (Argentina y Chile 2022; Bolivia 2023) La jaula del hambre (España, 2023) y Amar la pérdida (inédito). Compiló junto a Rosa Berbel la antología Orillas (2015), una muestra de poesía joven hispanoargentina. Codirige Aguacero Ediciones y trabaja como editor invitado en Inflorescencia Editorial. Residió en Eslovaquia como estudiante de intercambio de Rotary International y traduce poesía eslava. Ha sido parcialmente traducido al italiano, francés y portugués. Su obra resultó ganadora de la convocatoria Poesía Ya del Centro Cultural Kirchner. Dicta talleres y clínicas de obra, y actualmente cursa el Profesorado y la Licenciatura en Letras en la Universidad Nacional de Tucumán, donde reside.

Instagram: @pabloromerx

 

Fotografía: cortestía del autor.

Mariana Rosa

Tres poemas de Karrukenk, de Alejandro Pinto

 

Compartimos tres poemas de Karrukenk, el último libro de Alejandro Pinto (Río Grande, 1988), publicado en 2022 por Kloketen Cartonera.

 

LA PARTIDA

 

Un cazador Selk’nam

partió contra el viento

deslizándose entre coirones

deteniéndose sobre su rodilla

tensando el nervio

del arco, apretando

el talón contra la tierra.

 

Solía dar al primer intento.

 

Una flecha partió contra el viento

zumbando como una piedra

afilándose en el aire

en la huída

en el cuero

del guanaco.

 

Solía dar al primer intento.

 

Para abrigar a su tribu

para alimentarlos

para recoger

de sus ojos

la distancia a recorrer

hasta el próximo

guanaco.

 

Solía dar al primer intento.

 

Todavía no regresa.

 

*

 

PIEDRA DE KUANIP

 

Piedra milenaria. ¿Cúmulo de qué

de cuántas miradas antiguas

sos? ¿En qué estás pensando?

 

Te ves cansada y espléndida. ¿Qué hay

en el horizonte que no

querés ver? ¿Qué secreto

te pesa?

 

¿Esos cormoranes que descansan

en la cima de tu cráneo

son tus pensamientos?

 

¿Esas piedras a tu lado son tus hijos?

 

¿Anoche te alcancé?

¿Te alcancé cuando sentí que te ibas?

 

Bajé de mi guarida a buscarte,

y te alcancé, o no, y a mi regreso,

ni guarida ni amor me quedó

alcanzado.

 

¿Sentiste el humo

de mi fogata esta mañana? ¿El tacto

de mis ojos atardecidos? ¿El miedo

de mis manos al tocarte? ¿Esos

cormoranes que se vuelan

son tus pensamientos?

 

*

 

GUANACO ALAMBRADO

 

Muere desenterrándose

la sombra a patadas

queriendo abrir un cielo

en el alambre.

 


 

Alejandro Pinto nació en Río Grande, Tierra del Fuego, en 1988. Es poeta, tallerista y gestor cultural. Ha publicado: Loque vaque dando (edición independiente, 2011), El patio de atrás (Ñasaindy Cartonera, 2012), Yo cebo (Kloketen cartonera, 2013), Relatos de un cartero (Kloketen cartonera, 2017), La isla me llama (Kloketen cartonera, 2017), Los animales o yo (edición independiente, 2020), Luna guacha (Kloketen cartonera, 2021), Abuelos de Papel (Editora Cultural Tierra del Fuego, 2021) y Karrukenk (Kloketen cartonera, 2023).

 

Mariana Rosa

Tres poemas de Muérdago, de Ludmila Cabana Crozza

 

Compartimos tres poemas de Muérdago, el primer libro de Ludmila Cabana Crozza, publicado en 2022 por la editorial patagónica Las Guachas.

 

 

Pájaros aleteando adentro

 

Hay unas palabras que no encuentro

son sobre origen empiezan en

ombligo claro

no sé dónde o cómo

pero

sí se

han perdido

las recuerdo como fondo de aljibe redondas y silvestres

estaban en el filo de un vaso roto también

creo

haberlas visto creo

haber bebido mi propia sangre en su búsqueda

de piel eran

unas palabras sangraban

lo bello ay, es un eco después

pájaros aleteando adentro

 

lo  agitan todo.

 

 

*

 

De agua dulce un hombre

 

las olas en su altura

la luna llamando la sal  adelante

atrás

algunas noches el viento marino azotaba aberturas y aves verdes gritaban por el aire

mi madre no recuerda el mar

el padre de mi padre era de un río a él adiós

de Agua dulce un hombre

puede morir

 

su nombre empaña

 

tal vez sea de ahí la ausencia de equilibrio

tal vez sea de sol la ruina

o espejo roído donde mirar

cómo eran los días desde el mar aunque desierto le llamen.

 

 

*

 

De vaivén

 

el poema que no elijo duerme en el final de una página en blanco plegada

hasta desaparecer

 

 

el poema que no elijo

tiene forma de cáscara de fruta de final

de vaivén de hamaca

es parecido a

la caricia en el lomo de un gato dinosaurio

 

el poema que no elijo tiene filo y cuidado

dice que puede cortarte la boca

 

no reza a la existencia este poema no sabe quién fue Baudelaire

no canta a los amaneceres ni puede describir qué cosa es un jardín.

 

el poema que no elijo es mío y no existe aún porque fue tuyo antes

nacerá en

el momento exacto vendrá al mundo en ese segundo cuando

se pueda escribir con el humo

de la bala que lo mate.

 


 

 

Ludmila Cabana Crozza nació en General Roca-Fiske Menuco, provincia de Río Negro, en 1985. Vive actualmente en esa ciudad. Es profesora en Letras y escribe poesía y narrativa. Da clases en el Instituto de Formación Docente Continua, en la facultad de Lenguas de la Universidad Nacional del Comahue y en el Instituto Universitario Patagónico de Artes. Fue incluida en las antologías de poesía y de narrativa: Flotar. 100 poemas sobre ríos. 100 poetas argentinxs; Por Senderos no pisados. Antología de joven poesía rionegrina; Transversal. Poesía contemporánea de Río Negro y 18 crónicas patagónicas. Publicó su primer poemario, Muérdago, en 2022 con Las Guachas editorial.

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