by Claudio Medin | 1 \01\America/Argentina/Buenos_Aires octubre \01\America/Argentina/Buenos_Aires 2023 | Poesía, Sin categoría
Compartimos una selección de poemas inéditos de la poeta María Bakun (De Summum bonum: 1 y 2 – De La lira en el aire: 3, 4 y 5).
1.
En la comunión entre
el agua, la tierra y el aire
se esconde un secreto
tan antiguo y sagrado
como la primera partícula.
2.
¿Por qué no se me dio
ser un animal
enorme y desnudo
entre los pájaros
entregado al lodo y al viento?
3.
Como en un Casorati
donde el sol se filtra tenue
tu fulgor se instala en el tiempo.
El mundo se detiene armónico
y seres feéricos meditan
tu nombre idílico.
En tus ojos
las horas trovan
un espacio encantado.
4.
Más que de la herida del lenguaje,
soy de su golpe e iluminación.
De la visión erguida
por la alquimia de Amor
y el no pavor a la palabra.
El verbo, sublime coadjutor de la voz,
en esta ruina que es el tiempo.
5.
Mi corazón como una hoja en el viento.
Mi corazón de pez dorado.
Mi corazón horadado de belleza.
Mi corazón como un rayo de luz.
Mi corazón en la cornisa.
Mi corazón de pentagrama musical.
Mi corazón pisoteado por un ángel.
Mi corazón como un tropel sin concierto.
Mi corazón de árbol con raíces.
Mi corazón de exequias.
Mi corazón de fondo del mar.
Mi corazón de pergamino medieval.
Mi corazón de phalène hacia la luz.
María del Rosario Bakun (Corrientes, Argentina, 1989) es curadora, traductora y poeta.
Actualmente finaliza la Licenciatura en Letras en la Universidad Nacional del Nordeste. Ha
sido adscripta a la cátedra Teoría Literaria. Ha brindado talleres de lectura y de creación de
poesía contemporánea. Algunos de sus poemas forman parte de fanzines, videojuegos,
antologías y revistas, tanto dentro como fuera de la Argentina. Su primer libro de poesía es
Negar la sangre.
by Claudio Medin | 19 \19\America/Argentina/Buenos_Aires diciembre \19\America/Argentina/Buenos_Aires 2018 | Poesía, Sin categoría
Poemas de Pampa pop, el primer libro del poeta Maxi Senkiw, publicado por Alción.
Venturosa luz
Que ese rayo rompa el cielo con su luz
mientras condecoran a los generales y a los empresarios
entre la mendiga y la navaja
donde el borde rasga la perla
rasga la blusa
que trepe
que ese rayo rompa el cielo con su luz
bien adentro
en la mañana
que se corte
que sangre
que pida auxilio
cuando conozca la venturosa penumbra de la soledad
ahí donde caen los rayos sin luz
donde amarran a los caballos viejos
a los potros agitados
en ese espejo donde la alegoría de la proyección humana
es un sinsentido
porque no hay rayo que rompa el cielo con su luz
Que se cierre esta noche
Que se cierre esta noche sin descanso
o al menos que invite a una tregua
si es que burlona no cumple con su cuota de fin
¡que se cierre!
para volver mañana en su evidencia fulgurante
risueña en ese resplandor odioso que es una antorcha
infinita
andante con la fruta y la tentación
y que vuelva
otra vez
para abrazar el ruego de los caminantes
La historia
Como entrenamiento de la división de la vida
aparece enajenada la historia
y desaprender es la enseñanza que da
es una enseñanza en silencio
que arrebata y no es brisa
es tornado
que vuelve al cielo durazno
inventa el rostro para la masacre
y le pone un cuerpo al desierto
su consigna es clara
el que crea la trama se arroja a un arco sinfín
Helena
¡Helena!
desnuda tu pecho y descubre la verdad total
tu pecho tirano frente a los desgraciados
desnuda ese pecho guerrero para que los amantes
bajen guardia de galope
Paris, Deifobo, Menelao
Carlos, Manuel o Jorge
son el eco de tu piel íntima y de esa leche purificada
rapto de succión
trapo con el que me seco la boca de tu alimento puro y
tramposo
Con Lupe
Antes de dormir
pienso que voy a soñar
que voy a capturar algo de ese cúmulo inapresable
de la vida en REM
antes de dormir
veo
copias de cuerpos
de colores de una porción de la tierra
una dedicatoria
la tarea diaria
un tigre radiante
la puerta
un rayo
antes de dormir
Lupe se pone a mi lado
finalmente duermo
con todo ese anhelo
con toda Lupe
Barco con la palabra libertad
Los de aquí reconocen un barco de pasajeros
con la palabra libertad escrita a un costado
un barco blanco
de ventanas sucias y turistas
niños sobre la orilla
con su mecánica
pescan mojarras, bogas y dorados
con cañas humildes pero efectivas
cerquita de los juncos
ahí donde el agua se arremolina
y el sol vuelve plata el sombrío lomo de las ranas
que llevan a los peces hacia esos niños
para que también se pregunten por la libertad
sin saber
cazando
también ven pasar el barco con la palabra libertad
pero siguen pescando
mojarras, bogas y dorados
lo dicho
con su depredación y su poder
Troya
Siempre parece que acá es mañana y el instante nunca es hoy
a pesar de la brisa que sacude y despierta
de los ojos
esos cuerpos en escape
del torbellino en la bahía
ante el pacto de la sacerdotisa de Apolo
nunca es claro el devenir
cuando Troya ya fue anunciada antes de acontecer
Calle
Esa calle revela los signos de su mismísima extinción
por más que se propague indestructible entre algún limonero huérfano
esa calle va a agonizar y perecer
su muerte cifrada está en la obviedad de basura acumulada
botellas viciadas
en los vidrios provocados
fragmentarios de un delito o un desamor
pero es tan leve
es indómita
amortiguada
desfalleciente
que su aparición es desmesura
por eso la buscan los que viven de la montura soñada
porque no pide servidumbre sino entrega
y puede atrapar una noche de verano
para vivir
a tientas
Baile
Bailaba toda la noche
si se detenía lloraba
por una inaudita sensación que la saqueaba al instante
la amontonaba en suspensión
en un arrullo que, en verdad, era un arsenal
arsenal de batalla
de guerra sin tropa
el imperativo era bailar
sostener el cuerpo en compás
masacrar a los desprevenidos
como un gesto de justicia
frente a la humanidad ritmada por el agobio
y una soledad finita como espiga
acompañada
acompasada
como ese baile para la destrucción
de ese amor que se convierte en infierno
en pasos persistentes de salón improvisado
Memorial de un día
La memoria de un día de caballos con fuego y ambulancia
¿cuál será la medida de una hazaña?
¿la ley o el amor?
Maxi Senkiw (Argentina) | Periodista, poeta y músico. Nació en Buenos Aires. Se ha desempeñado en distintos medios radiales y gráficos. Por su labor periodística obtuvo, entre otros reconocimientos, el premio Eter en la categoría “Música en radio”. Sus poemas, reseñas y ensayos vinculados al campo cultural fueron incluidos en revistas, libros y portales web. Alción Editora publicó en 2018 su poemario Pampa pop, junto a una serie de videos y canciones creadas a partir de los textos que integran el material https://www.youtube.com/channel/UCi_vH33h4CZwc0fNbOGtzaA/videos
by Claudio Medin | 7 \07\America/Argentina/Buenos_Aires septiembre \07\America/Argentina/Buenos_Aires 2018 | Poesía, Sin categoría
Compartimos cinco poemas de Martín Camps (Tijuana, México, 1974), extraídos de sus libros Extinción de los atardeceres (2009), Petición a la NASA para incluir en su próximo viaje al espacio a un poeta y otros poemas (2014) y Los días baldíos (2015).
Petición a la NASA para incluir en su próximo viaje al espacio a un poeta
Porque falta probar el efecto de gravedad cero en ciertas palabras.
Porque nadie ha leído “Muerte sin fin”
a todo pulmón en la noche del espacio.
Porque tengo una hipótesis:
Los sueños gravitan lentamente
como una burbuja de agua en la boca.
Porque si al ingeniero corazón de hierro
la tierra a trescientos mil kilómetros de distancia
le provoca una lágrima pequeña
como una astilla, el poeta es posible
que lo entienda todo de una vez,
la función de los hoyos negros,
la llamada de auxilio de los pulsares,
el corazón roto de una supernova,
la curvatura del espacio y la antimateria.
Porque hace falta llevar un barril de cerveza
y brindar al mutismo de Neptuno,
acariciar con la lengua el brillo del sol
y atraparlo con los dientes como una gragea.
Porque la luna es abundante
en un material precioso y no renovable: silencio.
Por eso la NASA debe enviar
en su próxima expedición a un poeta,
para que todos los demás mortales
que nos quedamos viendo las estrellas
desde nuestra calle, sepamos qué pasa allá
arriba cuando los astronautas
se meten en sus sacos,
después de un día de experimentos importantísimos,
como quien duerme bajo el agua.
*
Luna de Lorca
La luna es una pista de hielo,
los ojos papujados
por una noche de alcoholes.
¡Allí abajo andabas, Federico!
En esa noche de Granada
en tu casa de campo
con la alcoba abierta.
La sierra nevada
te soplaba en el rostro
y te reías de este luno mundo.
Por las mañanas mirabas la Alhambra
y el sol pintaba de cal
el barrio del Albaicín.
Granada en la celosía de la Alhambra
como un ramo de jacintos
que se cuela por la ventana.
Tu río peregrino trazado por la tinta.
Lorca de las alas cansadas.
En tu ventana,
que es un marco para Granada.
*
Ciudad Juárez is not a little soft city
Ciudad Juárez es una ciudad canina
ladra en la memoria
con un regimiento de colmillos en el hocico.
He visto a los travestidos
gritar desde una cortina roja
con el cuerpo sublevado.
A los deportados caminar el puente
con la cabeza en alto
mientras planean su regreso al otro lado.
Dicen que esta ciudad es violenta
y no saben cómo aprietan el gatillo
en esta tierra, cómo estrujan
las mandíbulas y los dientes de oro
cuando apuñalan con picahielo.
Odio es el nombre de esta calle.
Es cierto, a veces la nieve detiene
por una tarde el engranaje de la muerte
y se pueden ver atardeceres resplandecientes
en el espejo retrovisor de un yonque olvidado.
*
El minotauro de Juárez
Bolsas de plástico en el llano como banderas de la desgracia.
La basura alimenta el remolino:
ortigas, polvo, gritos desolados, periódicos, cabello.
La malla ciclónica atascada de basura; a lo lejos, los cerros
pelones, grises, testigos.
La tierra tiembla, la arena rechaza los cuerpos,
la sangre no alimenta;
ahoga, seca la tierra hasta el hueso.
La sangre fertiliza el árbol del miedo.
La sangre no se lava con lluvia, se lava con justicia.
Polvo y silencio en noches sin luna.
Las tinieblas son el párpado que cubre los ojos abiertos
de quienes ya no miran las estrellas.
Un laberinto de alambre y dientes.
El hilo de sangre de Ariadna lleva hasta la boca del minotauro.
Su dieta rigurosa de carne humana.
El minotauro montado por el cómplice Teseo.
*
Insomnia
Una oveja blanca y rechoncha salta la cerca.
Una oveja blanca y gordinflona es trasquilada al saltar la cerca.
Una oveja rapada salta la cerca y cae insertada en un hierro,
sobre un fogón.
Una oveja asada gira sobre un fogón.
Una oveja jugosa es rebanada por un vaquero.
Una oveja asada salta la cerca y cae en un plato de metal.
Una oveja me demanda explicaciones y le explico:
Me fui a la cama con hambre y no hay comida.
Martín Camps (Tijuana, México, 1974) es autor de seis libros de poesía, entre cuyos títulos se encuentran: Extinción de los atardeceres (Ichicult, 2009) y Los días baldíos (Tinta nueva, 2015). También es autor de la novela Horas de oficina (Niram Art, 2014) y de las traducciones de Rainbows at Seven Eleven (Eón, 2016) de Luis Arturo Ramos y Parque Industrial: novela proletaria(Samsara, 2016) de Patrícia Galvão. Como ensayista, publicó Acercamientos a la narrativa de Luis Arturo Ramos (Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 2005), Cruces fronterizos: hacia una narrativa del desierto (UACJ, 2007) y La sonrisa afilada: Enrique Serna ante la crítica (UNAM, 2018), y diversos artículos en revistas especializadas como Hispanic Journal, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, así como capítulos en varios libros sobre autores como Roberto Bolaño, Oswaldo Reynoso, Gabriel García Márquez y José Revueltas. Actualmente es profesor de la University of the Pacific en Stockton, California donde también es Director de Estudios Latinoamericanos.
Imagen: Cortesía de https://asitoughttobe.com
by Claudio Medin | 1 \01\America/Argentina/Buenos_Aires marzo \01\America/Argentina/Buenos_Aires 2018 | Poesía, Sin categoría
Presentamos diez poemas de Carolina Biscayart, nacida en Mar del Plata en 1972 y radicada en Bariloche desde 1981.
El trazo de la expiación
Las horas me conducen
a un final
cada una de ellas
precisa de mi destino, de mi misión me digo
como si este acto de escribir fuera por ejemplo vital
la palabra vital me da risa
porque esta hora de vida, cada una de ellas
habla de la muerte todo el tiempo
pero cierta expiación de quién
de tantos
pero cierta expiación de quién
atribuye a mi hora
un estar de animal en supremacía
una respiración de ser vivo a secas
el que nace se reproduce y muere
una ameba con muchas cualidades
con una razón que urge utilizar
en estas horas, en las mías
la razón se escabulle
como el humo del palo santo puesto en mi mesa
que no santifica nada
que no detiene el ritual hacia el final
la hora se debate
en hacer, en disfrutar
en pensar qué es lo mejor para hacer
en armar una teoría sin grietas
en cuál es el léxico acertado
pero la hora se quiebra
y el vidrio roto deja ahí un trozo agudo
en un lugar de mi pecho
ese trozo se hunde
en un lugar sagrado de mis sueños
ese trozo se hunde
un hilo de sangre, un goteo
mi razón funciona de maravillas con Don quién
¿hablo de religión?
¿hablo de filosofía?
¿hablo de avatares de psiquiatra?
no no no
hablo un lenguaje inentendible
a solas con mi hora
sin plan
sin deseo
una hora casi muerta
que tiene lugar para que entre
una vaca
un roble
un mar parecido al Egeo
un sueño que dura años
que nunca viví ni viviré
el trazo de las horas llama a mi sangre a salir de mí
cada vez que me detengo
soy una mujer a merced de una hora
implacable
que le resta minutos
a esa entelequia llamada futuro
debo cerrar las puertas
no preciso la risa fácil
el libro de autoayuda
la razón lapidaria
ni esa forma de tristeza irremediable
que mancha mi hora
hora en la que mi luz entra y sale a su antojo
una luz de color blanco opaco
una luz que no deja ver
pero alumbra
y así llama a esas voces viejas
que me dicen “no podés pedirle poemas a una ameba”
“la razón no entiende la metáfora”
y el trazo de la sangre
en esta hora
que será irreversiblemente parecida a la próxima
es el trazo necesario para otra
al menos
una
palabra.
Lo que no se sabe también fluye
En esta tierra
ingrata
sin memoria del agua
han crecido mis flores
las raíces insisten
y mis hojas esclavas
testigos de la lluvia
que se va sin remedio
reverencian el cielo
son tan necias mis partes
no me dicen su sueño
en esta tierra
ingrata
sin memoria del agua
mis flores se abren
con ternura a la lluvia
que nunca nunca
las moja
ni tiene la piedad
de abandonarlas..
Libertad
Cómo volver al principio
antes de la palabra
antes del gesto
antes de la caricia anzuelo.
Cómo volver a la pureza
a esa flor blanca
salvaje
flotando sobre el río.
Certeza
Cuando te quiero soy
una especie
en extinción.
Reparándome en poesías ajenas
En torno a la casa estaban las cebollas. Rostros de turquesa, celestes, frágiles, delicadísimos. Anidaron aquí y allá, moviendo, a ratos las delgadas colas, y las niñas clamaban: Son víboras. En medio de la mesa había un tazón con sangre -yo bien lo vi- y no se sabía de quién.
Marosa di Giorgio
I
Imaginé al hombrecito de Marosa
ya sin alas
ya sin poder de animal
un ser condenado
al pensamiento
entonces antes que fuese un hombre
de tamaño natural
con mi escasa motricidad fina
le devolví las alas
se las pegué con un pegamento transparente
y la mariposa voló
hacia arriba, hacia la luz
II
Imaginé a los leones de Marosa
esos que rondaban la casa
les abrí la puerta
les di de comer
sus ojos amarillos imitaban el fuego
me senté entre ellos
no temí a sus fauces
no es en la muerte donde radica el sufrimiento
y así, ellos fueron mis gatos
domesticados, les enseñé a mirar mi horizonte
no me tapan el paraíso.
La oca se enamora
También yo arrojo la capa así, también yo chasqueo los dedos ante el destino.
Virginia Woolf
Cae en el casillero
el hacedor leyendo el mandato
vuelve diez lugares hacia atrás
el hacedor tira los dados otra vez
avanza dos lugares
vuelve a creer
resucita
oca cisne se nombra
de nuevo la suerte en el tablero
mueven su cuerpo de alas inútiles
hacia el lugar que corresponde
escrita en el rectángulo, una extraña sentencia
el viento la tira hacia atrás
se le entristecen las plumas
de cisne a paloma de plaza
innecesaria y hambrienta
Antes de la nueva jugada mira el tablero
ajeno, ajeno
ajeno
el hacedor bosteza antes del próximo paso
sólo queda esperar lo que digan los dados
O puede jugar
ella pajarito de dios
a mirarle la cara
a intuirle el pulso
a disfrutar el gesto
del dueño de los dados.
El poema rebalsa
No voy a escribir tus vidas
no soy una servil escribiente
no puedo con las historias “porque sí”
salvo que me remienden
que me hagan chasquear los dientes de frío
que me limpien un poco
como la lluvia a los jardines
salvo que lo que no me estés diciendo
sea mi fruta más sabrosa
o que vea un pedazo de mí en tus palabras
si me acompaso, ya te estoy escribiendo
no puedo hoy
hoy
soy más que suficiente a mi poema
cuando pueda historias desprendidas de mí
como hijitos de cactus
esos que crecen solos en tierra con arena
ya sin sed
tal vez haya olvidado este oficio
el de escribir.
Generosidad cruel
hay que atreverse a mostrar el hueso
y a olvidar el alimento.
Antonine Artaud
Los niños lloran
tienen hambre
yo tengo hambre pero no importa
porque los niños la tienen
yo tengo hambre y sé
del tiempo y de la muerte
yo tengo hambre y mi boca es desmedida
mi hambre es la de un niño capaz de comerse
todos estos niños con hambre
de un solo bocado
Mi hambre es un secreto
es una culpa virtuosa
es el arma perfecta para alimentarlos
para saber que la vida es algo donde nada ocurre
salvo esta voracidad indecible.
Rezos al caer la tarde
Que haya una manta
para cada uno
por si la lluvia
por si la noche
por si la furia
que haya una manta
para arroparse
para esconderse
que haya una manta
cuando la vida
se des-pren-da
de – la – vida
y no sea el hacedor
la muerte.
Ceder ante lo urgente
Inevitable el poema
los minutos del poema
el peso de los minutos del poema
la herida, la inercia, la oscuridad
los nombres
los gestos del poema
inevitable el cuerpo
su necesidad
lo frágil
el latido
lo inminente, la llaga
la voz gutural, su eco, y otra vez su eco
inevitable el cuerpo
su ser volcánico y anónimo
cuando pierde noción de las puertas
Inevitable perder, siempre perder
siempre perder aunque se gane
aunque el amor
aunque se ría a veces
aunque la vida se quiera como es
de inexplicable
inevitable lo triste
detrás de la postal, detrás de la pasión
detrás de la entrega más cierta
inevitable este continuo desamor con la fe
la esperanza o esas cosas bonitas
y volver a creer cada mañana
y el esfuerzo de volver a creer
cada mañana
y la cicatriz del esfuerzo
inevitable
inevitable la noche, el viento
los hijos
los muertos
la madrugada
la lista de cosas por hacer
el té, el guiso, las sobras
y las copas brillando en el mantel
inevitable el abrazo
y el olvido
de lo que no olvidamos
inevitable el saber
de aquello que se sabe
que no encuentra palabras
y debe derramarse
porque es sentido
inevitable el sentido
el desencuentro
y la piedra otra vez
y el dolor en el pie descalzo
para dar de lleno
de nuevo con eso
ni lindo ni amplio ni cómodo
pero cierto
inevitable dar
con la piedra
áspera aguda intransigente
esa lápida
acaso
llamada destino.
Carolina Biscayart nació en la ciudad de Mar del Plata en 1972. Desde 1985 vive en San Carlos de Bariloche, Río Negro. Se graduó en Ciencias exactas y actualmente trabaja en la Universidad Nacional del Comahue en el Departamento de Matemáticas. Fue becada por el Fondo Nacional de las Artes durante 2007. Coordinó talleres de escritura para adolescentes y actualmente dirige un taller de escritura creativa para adultos en Bariloche. Es autora de los libros de cuentos Invenciones (Ediciones en Danza 2008, reeditado en 2010) y El amor, sólo una idea (Ediciones de Dock 2012). Además de los libros de poesía Eso otro se llama luna (El suri porfiado 2014) y La trama que sostiene los jardines (premiada y editada por EMB, 2016). Textos suyos fueron publicados en diversas revistas literarias y en antologías de narrativa argentinas y extranjeras. Entre otros, obtuvo el Primer Premio Ayuntamiento de Gran Canaria, por Certezas (poesía, España 2010), Primer premio de Concurso de escritores patagónicos 2007 por Invenciones (narrativa breve). Esta última obra fue seleccionada por CONABIP en 2010, para reedición y distribución en bibliotecas populares.
Fotografía original: Santiago Rey.
by Claudio Medin | 17 \17\America/Argentina/Buenos_Aires febrero \17\America/Argentina/Buenos_Aires 2018 | Poesía, Sin categoría
Presentamos una selección de poemas de Luis Comis (nacido en Buenos Aires en 1971, radicado en Ushuaia, Tierra del Fuego, desde 1990).
De Lloviznan (edición del autor, 2017):
escribo en el silencio
en el compás de las agujas
que aturden al tiempo
***
no volverás quizás
pero este poema
estaba escrito
antes que tu ausencia
***
pienso en los poemas
que no he dicho
en ellos radica el asombro
de la ausencia
***
la lluvia es siempre vida/
hasta la muerte se moja los pies
***
un pájaro es una jaula nevada
en él habita el viento del sur
le abriré el pecho hasta que
aprenda a volar
***
La tensión
no está en el arco,
ni en la cinta elástica, ni
en el instinto entre vivir
o morir de la presa,
ni en la certeza aguda del arquero.
La tensión está
en creer que existe.
(Inéditos)
A la sombra del fagot
Hay dos mujeres sentadas en la noche:
Una juega con un dedo en las aguas del abismo;
la otra enreda palabras en los rizos del viento.
A la sombra de un fagot destella el silencio atardecer del puerto.
El acorde dibuja con letras de carbón una desnudez.
La pobreza se sujeta al lienzo del artista que ejecutará el ritmo.
***
Sakura
Un pájaro canta
la desnudez del invierno…
A la sombra de la flor
las nubes rosadas.
La fugacidad de lo eterno.
***
La gota de rocío se abre para medir la soledad
de la otra orilla del mundo…
Cae liviana sobre el lomo de una rana
que se sumerge por debajo de la llovizna de abril
y entra al resplandor que ha dejado la noche y el relámpago,
acumulada en las esporas de viento y en las alas de la mariposa azul…
Una niña juega en el silencio que hay entre el colibrí y la verbena…
Nada será más liviano que el fluir armónico de tus manos y la maleza.
***
“el pajarístico es una lengua transparente y sin palabras”
Juan Luis Martínez
el plumaje de los pájaros
lleva el sonido mudo de la nieve
pero no el canto de los pájaros
en sus picos trasladan el sonido
sordo de los árboles que han caído
bosque adentro
pero no el chillido de sus pichones hambrientos
en sus ojos cargan la memoria
de los niños que comen el pan de los pobres
pero no las migajas que alimentan
sus días de invierno de poca liga
en sus patitas sujetan al mundo que grita
cargado de genterío
pero no las raspaduras del ñire
que le brinda generoso la larvalimento
los pájaros son puro silencio
que cantan en las pausas del viento
llueven pájaros en cada otoño perdido
en las sombras de la noche
un gato aguarda sigiloso
para dar el zarpazo
en la nada misma
donde anida el plumaje de los pájaros
Luis Comis (Capital Federal, 1971) reside en la ciudad de Ushuaia, Tierra del Fuego, desde 1990. Es escritor y coordinador de talleres y cafés literarios. Publicó: Suaves palabras del alma (2000) Caricias para el amor (2001) Cuidemos nuestra salud (2002) Azul oscuro (2003) Contemplares (2005) Adónde van los niños (2007) Sombras de la memoria (2008) La intemperie (2010) Poemas del mientras tanto (2013) y lloviznan (2017). Participa en más de 30 antologías en España, México, Colombia y Venezuela y ha obtenido algunos reconocimientos en el ámbito nacional e internacional tanto en prosa como en poesía.
© Fotografía: Paulo Lezcano.
by Claudio Medin | 8 \08\America/Argentina/Buenos_Aires diciembre \08\America/Argentina/Buenos_Aires 2017 | Poesía, Sin categoría
Una lectura hecha por Paula Jiménez España sobre “La hija menor”, libro de la poeta santafesina María Laura Decésare, editado por la colección Pez Náufrago de Ediciones del Dock (2017).
Una vez Jorge Monteleone dijo sobre Hugo Padeletti que su obra plástica era voluntariamente inocente. No se me van estas palabras de la cabeza a medida que avanzo en la lectura de La hija menor. La inocencia, dice un diccionario, es un término que describe la carencia de culpabilidad de un individuo. Creo que es una definición muy a tono con el espíritu de estos poemas que no atinan a encontrar culpables humanos, entre los seres cercanos, a la pérdida o el dolor, porque la pérdida, la muerte, las separaciones forman parte del juego. El final del poema “Amores”, dice: “Pero el amor verdadero/ llegó un tiempo después/ con ojos oscuros/ más vibrantes que la noche. / Mi boca todavía tiembla/ cuando repite su nombre”. Es decir: no es él el que se fue, no es él mi amargura, este dolor es mío. “Por fin, esta desgracia es mía”, escribió una vez Claudia Prado, como si ese reconocimiento fuera el primer gesto de emancipación. Con esta apropiación el yo lírico acepta las reglas, acepta que la oscuridad viene con la luz, la muerte se baraja con la vida. María Laura pone el foco en la luz, echa un manto benévolo, inocente, sobre ese pasado que mi generación re significó, muchas veces a través de un mal psicoanálisis, dando aquí y allá con culpables de las frustraciones personales, encontrando autoindulgencia. María Laura, que también es de mi generación, parece rechazar el vicio tentador, rebelarse a ese desplazamiento. Como la buena budah que es en la vida y que se expresa ya desde su primer libro, hay una cierta complejidad del alma, fantasiosa e indómita, en la que sabiamente parece preferir no hurgar, una hojarasca a la que no atiende, por eso estos poemas tienen una apariencia ingenua, como los haikus o incluso pienso en ciertas exaltaciones de Kavafis, encarnan una suerte de alabanza sencilla al amor, como también hacia el entorno natural. En el poema “Tardecita en Caseros”, que me toca de cerca porque yo soy de ese mismo barrio del Oeste y esta es una de mis coincidencias con Laura además del cine oriental, la autora dice: “Baja un poco el sol y llega al jardín/ el colibrí aleteando sobre el regador, / en lo alto una avioneta hace círculos, / vuelvo los ojos y veo a mis padres/ tomando mate en el banco de siempre. / El humo del cigarrillo de papá se confunde/ con el claro de luz, mamá me mira/ y yo no puedo hacer otra cosa/ que celebrar esta ilusión primaveral”. Llanos, a veces contenidos, pero siempre intensos y con relieve sensorial, en estos poemas gana la grandeza de lo simple, lo suave que se muestra con contundencia. Dice en “Veranos en Junín”: “Sin mamá ni papá a la vista/ salíamos con mis hermanos/ a la hora de la siesta/ buscando esos duraznos maduros. / Mi poca estatura no me permitía/ alcanzar el árbol/ por eso me entretenía/ saltando hasta derribar alguno. / Guardo una foto nítida/ con el brillo de esas tardes/ para aquellos días en que siento/ la urgencia de un abrazo”. Con La hija menor María Laura Decésare va a buscar escenas a las raíces históricas familiares y también a su propia adultez, a los momentos de soledad en los que el corazón vacío de impurezas puede hacerse escuchar mejor, sobre todo a la hora en que cantan los pájaros. Tantas veces cantan los pájaros en estos poemas, tantos desvelos los de ese yo íntegro, despojado, que le presta oídos al silencio del cual es hija esta poesía. Por ejemplo, en “Certeza”, dice: “Una noche más un pájaro/ me regala su canto/ y con mi desvelo pienso en él. / Tan cerca en su silbido/ ¿busca la noche un milagro?/ Por su silencio repentino/ y en la extrañeza del instante/ nos une la misma fe”. Esa hora, la madrugada, es en la que todo empieza, es una hora también raíz como la familia, pero raíz del día, el momento en que el tren llegó a Rufino trayéndole al padre la presencia de la amada que más tarde será madre. En el poema “Carta fechada en marzo del 55” (no cualquier año para la historia argentina) dice: “Ella en Rufino, él en Alianza/. El reencuentro asoma/ como un tren que llega a la estación/ de madrugada”. Esa misma hora es la del último cigarrillo, como en ese poema en que el yo fuma y escucha desde la cama a los vecinos volver de una fiesta por el pasillo del edificio, jolgoriosos van los otros, vale decir, acompañados. Además de fumar, María Laura levanta su copa, brinda, parte el pan y comparte las pastas del domingo en los versos de La hija menor donde la suma de escenas gozosas, cotidianas, retienen lo que se tiene en fuga, fijan lo errante como diría Marosa Di Giorgio, lo que andaba dando vueltas por ahí sin ser dicho, y también desatan lo fijo, lo que no parecía tener otra dimensión más que la que tuvo entonces, cuando la cosa sucedió. Los recuerdos de infancia, de los que Rilke diría que son una fuente infalible de inspiración, adquieren movilidad cuando la poesía los toca. El trabajo de la escritura, digo yo, es armar una suerte de Frankestein al unir partes, percepciones disímiles, e insuflarles otro tipo de vida. Virginia Woolf, escribió en Orlando que la poesía es una costurera que junta retazos de aquí y de allá. Es así como se componen libros como este, una suerte de álbum fotográfico que no respeta cronología. Aunque sí, no se le puede negar la voluntad de reconstruir la historia a estos poemas, a esta hija menor que es la voz de la familia, la encargada de apagar la luz cuando todos se hayan ido, la que sobrevive a la novela familiar. En otras épocas, era la menor la que se quedaba velando por la madre, en este libro esa que vela es la poesía, guardiana de una historia a la que mantiene a salvo de los peligros del mundo y del olvido. Dice María Laura en el poema “De madrugada”: “La niña que fui/ vuelve con la noche,/ me toma de la mano/ y pide que cierre los ojos/ oigo el ladrido del perro/ un movimiento de sillas/ y la voz de papá./ No abras los ojos, insiste/ la niña y siento una caricia/ sobre mi pelo negro,/ tiemblo al reconocer/ ese olor familiar./ No te vayas, murmuro/ no me despiertes”.
Paula Jiménez España
Dos poemas de La hija menor
Con sus manos
Papá hizo grandes cosas:
de la tierra levantó nuestra casa
y aunque no tuvo doctorados
fue un experto haciendo radios.
Las hacía de todos los tamaños.
Mamá cuenta que leía
folletos y manuales con entusiasmo
e incluso un día
la sorprendió haciendo un televisor.
Él sabía bien de oficios
y sus manos fueron el instrumento,
tenía el don de dar forma
a lo minúsculo
como esa radio que tengo frente a mí
y a la que observo con puro gozo
de haber visto
lo que un padre es capaz de hacer.
Primavera
Todo lo que veo
todo lo que sueño
me lleva al mismo lugar:
un jardín de color intenso,
pájaros picoteando el pasto
y un colibrí que baila
sobre el regador.
El cielo azul del atardecer
y mi madre en la silla
mirando a papá,
así como se mira
aquello que se ama.

María Laura Decésare nació en Rufino, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1969. Reside en Buenos Aires. Estudió Ciencias de la Comunicación y es Técnica Superior en la Corrección de Textos. Publicó los libros de poemas: La letra muda (Ediciones del Dock, 2010), Vida de gatos (Ediciones del Dock, 2012 – reeditado en 2015) y Somos lo que damos (Ediciones del Dock, 2015), La hija menor (Colección Pez Náufrago, Ediciones del Dock, 2017). Integra la antología Décima Convergencia Internacional de poemas “JUNÍNPAÍS2011” (Ediciones de las tres lagunas, 2012). Sus poemas fueron publicados en diferentes medios y revistas gráficas y virtuales de Argentina, Chile, México, Colombia, España y Estados Unidos. Recientemente, poemas del libro Somos lo que damos fueron traducidos al francés, portugués y al italiano. Administra el blog La letra muda: http://mldecesare.blogspot.com.ar/
Fotografía: Nacho Gatica.
Paula Jiménez España nació en Buenos Aires en 1969. En poesía publicó, entre otros, Ser feliz en Baltimore, La casa en la avenida, La mala vida, Espacios naturales, Paisaje alrededor, El corazón de los otros, Terrores nocturnos. En prosa publicó Pollera pantalón / Cuentos de género. Recibió distintos premios provinciales y nacionales y fue traducida al italiano y al inglés. Desde 2008 colabora con “Soy” y “Las 12”, suplementos del diario Página/12. Dicta Talleres de escritura y de lectura grupales e individuales.