Furtivas

Furtivas

Un fragmento de la última novela del chaqueño Francisco Tete Romero, con prólogo de Claudia Masin.

Furtivas, de Francisco Romero, es un libro vertiginoso, de esos que te toman de la mano con fiereza y no te sueltan. Una prosa que guarda en sí la misma velocidad, el mismo riesgo de lo que narra. 

Esta novela es un largo diálogo entre diferentes voces que se escriben entre sí, que se hablan, que de esa manera se acompañan y se calman mutuamente. Porque se han convertido en fieras para que las fieras más fieras no las devorasen. Y entonces hablar, escribir, escucharse, encontrarse en otros y con otros las devuelve a la condición humana, las vuelve personas capaces de recibir y dar abrigo en lugar de zarpazos. 

Las mujeres de esta historia son mujeres sobrevivientes del trueque humano en sus diversas y perversas maneras, mujeres que siguieron vivas porque se sostuvieron mutuamente en las ciénagas de la esclavitud y de la muerte: si se había mantenido con vida era porque había ido descubriendo una red invisible y sinuosa de gente dispuesta a ayudar -escribe Romero- una comunidad en la que cada vez que la halló se sintió menos sola, como parte de algo. 

Furtivas, rabiosas, haciendo que la justicia advenga allí donde el tajo de la crueldad derrama -y parece que derramará por siempre- una hemorragia interminable. Acá termina el espiral de violencia y miseria que nos dijeron desde el nacimiento que sería nuestra vida, dicen estas mujeres con sus actos. Y lo logran, no sin bajas, no sin pérdida, no sin espanto. Pero hacen lo que tienen que hacer para zafarse del destino que les fue impuesto.

En estos tiempos donde la crueldad es nuestro pan cotidiano, en los que vuelven a resonar, como vuelven a resonar en este libro, las pesadillas de los años de la dictadura, del tiempo de la guerra, del estallido de comienzos de siglo, escribir novelas como esta, leer novelas como esta -así de viscerales, así de crudas, así de vitales- nos recuerda que por más áspero que sea el latigazo sobre el lomo, por más firme que sea la atadura de la correa en el pescuezo, es posible liberarse. Más allá del desprecio con que somos nombrados, más allá de la oferta de ser carne viva para el disfrute de otros o carne muerta si no le servimos para nada al Amo, más allá del dolor y la miseria cotidiana, hay un horizonte. No podrán hacer que dejemos de ser personas, parece decirnos este libro. Hay un horizonte. Hacia allá vamos.

CLAUDIA MASIN

A continuación, el primer capítulo de la novela.

Capítulo uno 

  1. La Fabril. 

 

Esperábamos a que el viejo se durmiera para poder hablar o soñar despiertas cada una en su pocilga mental como decía la Pau. Porque mientras el viejo estaba despierto andábamos como a la defensiva, siempre en guardia, no fuera cosa que se le ocurriera que saliéramos a la noche con él, lo que ocurría una o dos veces por semana, según el clima decía el muy turro, el de afuera y si llovía mejor, o el de adentro, asegún cómo venía su ánimo. Si lo veíamos fumar esa era la señal. Íbamos a la Fabril, al club de trueque humano. Allí ustedes son diosas nos decía. 

Éramos sus musas, así nos llamaba el viejo a Pau y a mí, sus hijas del corazón solía decirnos cuando le daba por andar manso y nos pedía que le leyéramos las cartas que no estaban destinadas a él pero que el viejo se las había ingeniado para conseguirlas. Cartas de amor y desamor nos decía el muy guacho. Había sido amante de nuestra madre y cuando ella murió el único adulto que quiso ocuparse de nosotras fue el viejo. Yo tenía catorce y la Pau doce. En seis años nunca le fallamos, eso hay que reconocer nos decía cuando intentábamos decirle que no podíamos más, que no había más de dónde sacar lo que teníamos que sacar para salir con él de aventura nocturna como decía. De cacería salíamos y la carnada siempre fuimos la Pau y yo.

No podíamos hacer otra cosa porque el viejo y su mierda eran todo nuestro hogar y afuera siempre era peor. Afuera era el desierto y el viejo se creía el Mad Max del Chaco. Eso se lo debíamos, haber conocido esa peli, la tercera de Mad Max, más allá de la cúpula de trueno, la que cada vez que volvíamos a ver nos seguía haciendo llorar. No hay caso decía la Pau, somos boludas nomás porque al cuhete seguimos llorando como si fuéramos esa pendejada huérfana que de tanto buscar al mierda de su capitán lo terminan inventando a uno que ni ahí quería serlo. ¿En serio a vos te pasó lo mismo con esa peli?

Había que salir nomás y se salía Laura. Recuerdo ahora la primera noche, un viernes lluvioso, unas horas antes de que cumpliera los quince, el 29 de diciembre del 2001. Esa fue la primera vez que pisé las ruinas de la Fabril, por la avenida 9 de julio al dos mil ochocientos y pico. Había sido, nos dijo el viejo, la primera fábrica aceitera del Chaco y parecía una mini ciudad de hace cincuenta sesenta años, con calles y casonas para los jefes y casitas para los empleados, pero casitas lindas y galpones, todo eso, sí, pero todo semi destruido, como abandonado. Todo era un quilombo por esos días, todo había estallado por los aires y no había un mango en la calle, pero yo no sabía nada de que en ese lugar, en la Fabril digo, había empezado a funcionar un club de trueque humano que estaba abierto llueva o truene desde que se ocultaba el sol hasta que dejaba de ser noche. La Pau menos. Al viejo no sólo lo conocían, sino que parecía ser uno de los tipos que, si no manejaban esa mierda, al menos tenía su mando importante allí. Porque ni bien llegamos con una lloviznita que traía más calor que el que ya veníamos soportando, ni bien atravesamos el gran portón rojo desteñido de entrada luego de que el viejo dijera la contraseña Ábrete Sésamo y el negro grandote que hacía de patovica nos hiciera señas de que podíamos pasar, dos tipos de la edad del viejo se le acercaron, le dieron la mano y nos miraron con ojos bien babosos. El viejo atajó por ese momento esas miradas y les anunció que era mi cumpleaños. Entiendo le dijo el menos viejo de cara manchada, entendemos Pelusa le dijo el otro, porque Pelusa le decían los que mejor conocían al viejo. Y así esa primera noche fue la más inocente de nuestras visitas a la Fabril. Porque ni bien fue corriendo de boca en boca que ese día era mi cumpleaños un rejunte de tipas y tipos de la tribu más rara que por ese tiempo creía que podía existir salió para verme. 

Pero ese cuidado, ese mirarnos y no tocarnos duró solo esa noche, el de mi cumpleaños, el día en que me bautizaron para siempre Furtiva y ya nadie me volvió a llamar como me puso mi madre, solo a veces la Pau, que pasó a llamarse la Furtivita y siempre me dijo que eso es lo único que no me perdonaba ni me iba a perdonar nunca.

 

Claudia Masin. Es escritora y psicoanalista. Actualmente vive en Córdoba, Argentina. Coordina talleres de escritura. Su libro La vista ganó por unanimidad el Premio Casa de América de España en 2002. Su libro Abrigo tiene una mención del Fondo Nacional de las Artes en 2004. Su libro Lo intacto obtuvo un premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina. Textos suyos han sido traducidos al francés, inglés, sueco, portugués e italiano. Obras: Geología (Nusud, 2001) · La siesta (Múltiples editoriales, 2016) · La cura (Hilos, 2016) · Lo intacto (Múltiples editoriales, 2018) · La desobediencia. Poesía reunida (Múltiples editoriales, 2018) · Plantas No. 885 (Revista de la Universidad de México, 2022) · Mujer y escritura, 35 autoras argentinas de hoy (Fundación La Balandra, 2022).

Francisco Tete Romero es escritor y docente. Narrador y ensayista. Publicó las novelas Eclipse de mujer, La próxima lluvia, Oler la tempestad, Fantasma del Paraná y Furtivas; y los ensayos: Culturicidio. Historia de la Educación Argentina (1966-2004), Épica de lo Imposible, Culturicidio 2. Cultura, Educación y Poder en la Argentina 2004-2019 (2019, Chaco 8 tesis para otra historia, Napalpí). El crimen por la tierra. Genocidio y Terricidio; y Chaco Puede. La ficción de la Dictadura ataca otra vez. Este año saldrá su libro de Cuentos Impenetrables y Santo Oficio de la Palabra, entrevista a Mempo Giardinelli. Preparó dos antologías: Confines de la Patria. Narrativa del nordeste argentino –selección y estudio preliminar y Narrativa Argentino/Paraguaya de la Colección Chaco Americano.

La curva del tiempo

La curva del tiempo

Compartimos algunos poemas del último libro de Diana Bellessi, La curva del tiempo, publicado por el Fondo de Cultura Económica.

 

Una nube color naranja oscuro 

En un triángulo del monte

se alza el ciprés desnudo

y el sol detrás brillando 

en una nube color naranja oscuro 

 

Eso fue ayer, pero hoy 

el fogonazo es detrás de los

álamos y siempre el cambio 

de paisaje aquí en la isla 

 

Sobre la mesa una taza 

con la cebra en redondo dibujada 

Entonces me asaltan dulcemente 

aquellas grandes manadas de Tanzania 

en las mañanas de safari 

 

Todo viene en una taza 

con el café de la mañana 

sin moverme de la isla 

y la dulzura de los perros 

durmiendo sobre la cama 

 

Las últimas fotos

que ven mis ojos son de afuera 

pero también de adentro, 

del pasado o del sueño 

como este resplandor 

tras el ciprés desnudo 

brillando en una nube

color naranja oscuro 

del invierno 

 

Lucy

No estuve en Afar 

pero cuando vi tus huesitos, querida Lucy, 

en el museo de Addis Abeba

me hicieron reír y llorar

y te vi, caminando ágil por la foresta

bajo un cielo de diamantes!

Tan pequeña y tan hermosa

con tus veinte años y el bozo suave, 

dorado de tu cara, hermanita mía, 

hace tres millones de años 

cuando empezabas a sonreír y a cantar 

por todos nosotros que veníamos

atrás de vos, mi pequeña, 

tan remota como lo soy yo misma

frente a estos chicos de diecinueve

aquí en la isla cuando el medioevo

vuelve con sus pestes en masa

y yo te canto, mi Lucy in the sky

with diamonds! 

 

 

El dragón 

Los caracteres finísimos de un dragón 

tatuaron mi infancia, África primero y China

detrás me dijeron vení, pequeña a tu tierra 

hecha de letras donde bailan las glicinas 

en la cintura de la madre celestial… 

 

Y al final de mi vida les dije sí  

con un paso de danza que aún tiembla 

prendida a la voz de la contralto

o la sopranino que en la ópera 

tradicional rompieran mi corazón 

 

Agité los muñequitos de madera 

en el recuerdo de esa voz que venía

de otro mundo mientras mi hermano Tu

Fu me hablaba del suyo igual que el amigo 

Wan Wei y la sentida Li Ch’ing-Chao

 

cuando los siglos nos reúnen al fin, 

verdes países agrarios se dan la mano 

bajo esas voces en la memoria

de una niña remota que viene ahora 

a saldar las cuentas 

 

y canta con su voz en tres tonos  

por las colinas de Hangzhou 

y sus sembradíos de té donde una   

mujer nos lee las tazas y prepara 

delicadamente del más sutil al más  

 

intenso sabor, y ese perfume por Dios!  

Creí entenderlo todo a través

de su magia, como al bondadoso  

canoero que me mostró caracoles 

oscuros y camalotes igualitos 

 

a los del Paraná, podés creer!  

Torres de Shanghai junto al Hangpu

al anochecer, el río que deriva del azul 

Yangtsé y ni un mendigo hoy en las calles

de la que Marco Polo llamara Janbalic.  

 

Lo último que vi fue el rostro 

resplandeciente de Mao que parecía 

guiñarme un ojo en una feria de Hong Kong 

cuando atrás se oían los tambores

majestuosos de la ópera de Beijing… 

 

 

La curva del tiempo 

Donde había leones y leopardos, 

lagartijas violetas con su azul de fuego

pájaros extraños con más azul

regado en la pradera y tropillas

de cebras, ninguna igual, todas

diferentes con su mapa sobre la piel, 

impalas solitarios y gacelas de tres

colores, la de Thompson clavándose

en mi corazón, elefantes de bello porte 

amorosos e inteligentes cuidando

a sus crías pequeñas con colmillos

gigantes y jirafas entrevistas en mi sueño

desde la infancia, mansas y esquivas

al mismo tiempo, avestruces corriendo

con sus alas desplegadas y los hipopótamos, 

gordas sirenas de las charcas bajo el sol 

africano vengo yo a enamorarme

de estos burros de Etiopía que se niegan

al verso y me dicen no, mientras muestran

sus caderitas cubiertas por el polvo

en tiempo de sequía donde brilla el sol

en sus piruetas bajo las nubes de tierra

seca y los negros bebiendo cerveza

a un costado de la carretera, cerveza

tibia y sabrosa en las latas de conserva 

y no hay Tarzán bajando las laderas

del Congo, no hay ni un rubio que llame

mi atención, sino estos niños 

con vestidos de colores, tan hermosos

que se vuelven enigmáticos corriendo tras de mí 

en los mercados como corren por delante

estos burritos de carga liberados del mal, 

del peso, de Dios en las iglesias ortodoxas 

cristianas y hacen piruetas, vueltas de carnero 

en el oro en polvo del polvo africano

para decirme que la arcadia del delta

está más cerca con sus perros sueltos al viento, 

a la libertad del río sin camionetas cuatro

por cuatro llenas de idiotas como yo viendo

la fauna salvaje de África, persiguiendo

a una leona, que persigue a una gacela

que persigue al viento mientras los

campesinos de Etiopía ríen por las piruetas 

de estos burritos que me llevo a América 

porque todos vinimos de África lejana,

nuestra tierra natal… ¿Te acordás de ese león 

soñado en los setenta sobre el río San Antonio, 

el que te dio miedo y te escondiste en un sendero

de la sirga dejando que atacara a una viejita

con su pañuelo blanco? Venía del futuro 

ondeando su melena al viento antes de llegar 

a la curva del arroyo, la curva del tiempo…   

 

 

Diana Bellessi nació en Zavalla, Santa Fe, 1946. Ha publicado: Destino y propagaciones (1972); Crucero ecuatorial (1980); Tributo del mudo (1982); Danzante de doble máscara (1985); Eroica (1988); Buena travesía, buena ventura pequeña Uli (1991); El Jardín (1992); Crucero Ecuatorial / Tributo del Mudo (1994); Sur (1998); Gemelas del sueño (con U.K. Le Guin, 1998); Mate cocido (2002); La Edad Dorada (2003); La rebelión del Instante (2005); Variaciones de la luz (2006); Tener lo que se tiene – Poesía reunida (2009); Variaciones de la luz (2011); La pequeña voz del mundo (2011); Zavalla, con z (2011); Pasos de baile (2014) y Fuerte como la muerte es el amor (2018). En 1993 le fue otorgada la beca Guggenheim en poesía; en 1996 la beca trayectoria en las artes de la Fundación Antorchas; en 2004 el diploma al mérito del premio Konex; en 2007 el premio trayectoria en poesía del Fondo Nacional de las Artes; en 2010 Premio Fundación El Libro –Mejor Libro Año 2009-Feria del Libro de Buenos Aires; en 2010 el XXXII Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla”, España;  en 2011 le fue otorgado el Premio Nacional de Poesía; y en 2024 el premio Konex de Platino.  

Un viaje de retorno

Un viaje de retorno

Reseña de Nancy Montemurro sobre el último libro de María Cristina Santiago

 

Volver a casa presupone una partida previa. Y no siempre es fácil volver. Este libro nos invita desde su título a realizar un viaje. Un viaje de retorno. Es posible que necesitemos un mapa que nos oriente. Será preciso entonces, fijar algunas marcaciones para acceder a esta lectura, como si fueran señales en ese mapa con el que viajaremos. Hay tres aspectos que resultan significativos, y obviamente, cada lector podrá descubrir otros nuevos.

En principio, la presencia de dos mujeres: por un lado, la madre que la trae al mundo; por otro, “La Señora” (así es nombrada) que será la encargada de sacarla de este mundo. El yo poético habla de ellas: “por la culpa maldita de mi madre” es la primera frase que leemos; y ya avanzado el libro: “nadie diría /que usted señora/ me está esperando”. Pero además de hablar de ellas, les habla a ellas, siempre en un tono conciliatorio que intenta cambiar de alguna forma lo que viene prefigurado. Se pregunta en el poema El estrago: “¿y por qué nací humana? / Si yo fuera rana, por ejemplo / jugaría en los estanques”. Y luego, invita a la madre: “Fijate en las ranitas cómo juegan / salgamos a cazar moscas / y a olvidar por un rato / lo que nos dicta el canon.” Y en el poema Como la noche se asoma le dice a la señora: “no avances, no avances más / que yo sola envuelta en mi rebozo / sabré cuidarme de lo oscuro”. Estas son las mujeres que marcan el tiempo de una vida terrenal. Entre estos dos extremos, tenemos territorio y temporalidad para ir hacia atrás y hacia adelante. Encontraremos entonces, en el libro, un cuestionamiento sobre la vida misma y sobre el misterio de todo aquello que no ha llegado aún. Hay un intento de reconocerse en todo lo viviente e incluso tomar su forma, aunarse con esas formas. Así como quiere ser rana, también “algas” o mariposa con un “pasado de oruga”, o “un amonite prehistórico”, y deja que el pino que está mirando por la ventana, “anide en su plexo solar”. Pero la vida, además de belleza, trajo el dolor. Y el yo lírico recorre sus emociones: la furia, el rencor, la culpa, la angustia; los calvarios que hicieron de lo vivo algo difícil.

Justo en el centro del libro, aparecen dos poemas que operan de bisagra, un giro, podríamos decir, para pasar de la revisión a la previsión. El poema El retorno, la lleva a rastrear en el pasado de los suyos, “Busco en los avatares de la Historia / la historia familiar” y así yendo muy hacia atrás, convocando a la tribu en modo de ritual: “tribu / canta conmigo / canta conmigo / antes que baje el sol /sobre los esteros” es que comienza a preguntarse por los rituales del final, de la partida. Inmediatamente continúa el poema Digamos que.. haciéndose cargo de un desconcierto: “Digamos que / al salir del útero / nos confundieron las palabras/ no entendimos bien/ a qué/ habíamos venido”. Y aunque no entendimos bien, a partir de aquí, se enuncian nuevos conocimientos y se prepara otro ritual. Aunque “es pronto todavía / falta para el Dictamen”, sabe que la llevarán de vuelta a casa y que hay que prepararse: “Vamos / a completar el triángulo / sagrado que atardece”. Con total coraje habla con la Señora de igual a igual “Sé que me estás mirando/ agazapada”. Hay coraje y precisión en este tramo del camino. Con ese uso típico de la ironía, casi humorística, que incluye María Cristina en sus textos, nos anuncia algo del nuevo rito que los convoca: “El fuego está encendido / y la olla lista / falta poner / a cocinar el pato”. Sin embargo, frágil, el ser humano frente al misterio de lo desconocido siente miedo. Entonces en los últimos poemas, se incluyen plegarias. En Sagrario dice “Dios ampárame”. En A la sombra dice: “ángel serafin Emanuel protege mi alma”, en Los sefirot, “No te escapes, hora, y permite/ que transite con alegría esta fase final” y en el poema Tumba le habla a Cristo “tus manos me guiarán fuertes / hacia el Padre”. Pero aquí también asalta la pregunta “¿y si no estás?”. Realmente “volver a casa” resulta un tránsito difícil.

El segundo punto destacable tiene que ver con los discursos que toma de distintas ramas del conocimiento, porque todo el entramado del libro se va armando con esa polifonía de voces que obviamente amplían el significado en cada poema. Menciona a Freud “En el deseo materno se produce el estrago”, toma frases del I Chin, “es propicio tener a dónde ir” (sobre todo cuando los lobos acechan), comenta sobre la leyenda bíblica de Tiferet “que el séptimo cielo / es el espacio de lo bien creado”, incluye versos de Olga Orozco “la sombra de su presa, ni crueldad, ni riquezas”, se refiere a las letras del Aleph a Tav y Los Sefirot correspondientes al árbol de la vida de la Cábala, introduce a Scherezade como la gran narradora que espera el sultán. También sabe ejecutar la escala perfecta en el piano. Con todo esto, instala una semiótica propia que sirve como puntos de anclaje para armar la trama que da sentido a este viaje. Sabe, como dice en Los Sefirot que “no todas las lenguas / sirven para decir guijarro”, pero también anuncia que “allí sin prohibiciones / hablaré otros lenguajes / con las aves que intuyen / que ya estoy al llegar / y dirán los que pasan / esa mujer también habla el idioma de los pájaros / y muchos otros más”. La propia voz y la de los otros, compañía indisoluble en este tránsito.

Y por último, la pregunta que se desprende inevitablemente del título es ¿a qué casa volvemos?. “Una sola morada nos espera”, nos dice en el poema Cuando me nombre. Pero, ¿de qué morada estamos hablando? Por un lado, este viaje de retorno es un viaje mítico. El mito del héroe que debe regresar hacia los suyos luego de haber afrontado todas las dificultades que le impuso el camino, como Ulises volviendo a Ítaca luego de la guerra. Por otro lado, se puede pensar este volver a casa como un volver hacia el lugar del origen, a ese lugar de donde venimos, un espacio abismal, desconocido, también anunciado como una forma del final que nos integra o nos disuelve en una totalidad. ¿Cuál es ese lugar? ¿Dónde se encuentra? Dice casi finalizando el libro: “Alguien viene de pronto/ y dicta: / no hay que perderse / en el camino / de las sombras / sino llegar al puente y más allá / la nada”. Pero, podríamos afirmar que la casa a la que retorna constantemente María Cristina Santiago, es la gran casa de la poesía, que en efecto es su yo, es su cuerpo y es una casa de refugio que siempre la ha cobijado. Es el Tiferet bíblico donde los pintores y poetas encuentran su paz, ese lugar desde donde ha podido producir la magnífica obra que nos regala. “Ah, vivir siempre en Tiferet / sería como decir / he vuelto a mi morada”.

Selección de poemas

EL ESTRAGO

Por la culpa maldita de mi madre

tengo esta omnipotencia

corriendo por las venas

Dice Freud:

la castración en la mujer

es la que da lugar

al complejo de Edipo

¿Por qué señor me tocó

nacer en esta época

donde las interpretaciones

son metáforas falsas?

¿Y por qué nací humana?

Si yo fuera rana, por ejemplo,

jugaría en los estanques

Verde brillante en un arroyo claro

como una emperatriz

aún no madura.

Mamá rana chapotearía

en son de música.

Sin embargo, la relación madre-hija

resulta singular.

No en todos los casos es igual.

En el deseo materno se produce el estrago

Deseo madre que no me ames tanto.

Fijate en las ranitas cómo juegan

vestite igual que ellas

salgamos a cazar moscas

y a olvidar por un rato

lo que nos dicta el canon.

 
EL RETORNO*

Busco en los avatares

de la Historia

la historia familiar

la casa en las afueras

y hacia atrás

me corteja la voz de los antiguos

los que fueron

antes que mis abuelos

mocoretaes tal vez

en otra raíz del litoral.

tribu

canta conmigo

canta conmigo

antes que baje el sol

sobre los esteros

 

han echado flores

los jazmines

barbas los maizales

y un campo azul de lino,

todo eso vio mi abuela

tomar una muchacha

trae ventura

vengo a contarles

que mis pies desnudos

caminaron los pasos

de la luz. Perseverancia

porque

antes

antes

cerca del mito

acecharon

los lobos

por eso es propicio tener adonde ir

suerte perra

se da vuelta la taba

y no puedo

no puedo despertarme

de cierta ensoñación

no puedo o no me dejan

es pronto todavía

falta para el Dictamen

*Las palabras en bastardilla pertenecen al I Ching

 
DIGAMOS QUE

al salir del útero

nos confundieron las palabras

no entendimos bien

a qué

habíamos venido.

Éste es el momento

y el lugar

la situación precisa

para la que fuimos preparados.

El fuego está encendido

y la olla lista

falta poner

a cocinar el pato.

El gran cocinero

está vistiendo

su mejor pantalón de hilo blanco.

Es el hijo predilecto

que prepararon las horas

para el pasaje hacia

el misterio, ese lugar

donde desaparece

el tiempo.

Llegó el momento de servir

la cena.

Millones de manos hambrientas

Esperan

que una Voz convocante

les anuncie

que el viaje

ya casi ha terminado.

Una chispa

que sabemos

no es divina

encenderá la hoguera

y allí

serán quemadas

las viejas vestiduras.

Así lo hicimos antes

y así lo haremos

nuevamente

es sólo una cruzada más

para estos ancianos

que se creían

desterrados de escena

Un poeta escondido

se alberga

en el centro mismo

de esta circunferencia

La unión de todos

mueve de a poco

el cuerpo ulceroso

transitando

esta superficie terrenal

que ya se acaba

Vamos,

a completar el triángulo

sagrado que atardece.

Alcemos el verso

de prisa, vienen

a buscarnos

hagamos el trabajo

de una buena vez

que se hace tarde,

la mano del ángel

nos espera

para llevarnos

de vuelta a casa

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