
Un viaje de retorno
Reseña de Nancy Montemurro sobre el último libro de María Cristina Santiago
Volver a casa presupone una partida previa. Y no siempre es fácil volver. Este libro nos invita desde su título a realizar un viaje. Un viaje de retorno. Es posible que necesitemos un mapa que nos oriente. Será preciso entonces, fijar algunas marcaciones para acceder a esta lectura, como si fueran señales en ese mapa con el que viajaremos. Hay tres aspectos que resultan significativos, y obviamente, cada lector podrá descubrir otros nuevos.
En principio, la presencia de dos mujeres: por un lado, la madre que la trae al mundo; por otro, “La Señora” (así es nombrada) que será la encargada de sacarla de este mundo. El yo poético habla de ellas: “por la culpa maldita de mi madre” es la primera frase que leemos; y ya avanzado el libro: “nadie diría /que usted señora/ me está esperando”. Pero además de hablar de ellas, les habla a ellas, siempre en un tono conciliatorio que intenta cambiar de alguna forma lo que viene prefigurado. Se pregunta en el poema El estrago: “¿y por qué nací humana? / Si yo fuera rana, por ejemplo / jugaría en los estanques”. Y luego, invita a la madre: “Fijate en las ranitas cómo juegan / salgamos a cazar moscas / y a olvidar por un rato / lo que nos dicta el canon.” Y en el poema Como la noche se asoma le dice a la señora: “no avances, no avances más / que yo sola envuelta en mi rebozo / sabré cuidarme de lo oscuro”. Estas son las mujeres que marcan el tiempo de una vida terrenal. Entre estos dos extremos, tenemos territorio y temporalidad para ir hacia atrás y hacia adelante. Encontraremos entonces, en el libro, un cuestionamiento sobre la vida misma y sobre el misterio de todo aquello que no ha llegado aún. Hay un intento de reconocerse en todo lo viviente e incluso tomar su forma, aunarse con esas formas. Así como quiere ser rana, también “algas” o mariposa con un “pasado de oruga”, o “un amonite prehistórico”, y deja que el pino que está mirando por la ventana, “anide en su plexo solar”. Pero la vida, además de belleza, trajo el dolor. Y el yo lírico recorre sus emociones: la furia, el rencor, la culpa, la angustia; los calvarios que hicieron de lo vivo algo difícil.
Justo en el centro del libro, aparecen dos poemas que operan de bisagra, un giro, podríamos decir, para pasar de la revisión a la previsión. El poema El retorno, la lleva a rastrear en el pasado de los suyos, “Busco en los avatares de la Historia / la historia familiar” y así yendo muy hacia atrás, convocando a la tribu en modo de ritual: “tribu / canta conmigo / canta conmigo / antes que baje el sol /sobre los esteros” es que comienza a preguntarse por los rituales del final, de la partida. Inmediatamente continúa el poema Digamos que.. haciéndose cargo de un desconcierto: “Digamos que / al salir del útero / nos confundieron las palabras/ no entendimos bien/ a qué/ habíamos venido”. Y aunque no entendimos bien, a partir de aquí, se enuncian nuevos conocimientos y se prepara otro ritual. Aunque “es pronto todavía / falta para el Dictamen”, sabe que la llevarán de vuelta a casa y que hay que prepararse: “Vamos / a completar el triángulo / sagrado que atardece”. Con total coraje habla con la Señora de igual a igual “Sé que me estás mirando/ agazapada”. Hay coraje y precisión en este tramo del camino. Con ese uso típico de la ironía, casi humorística, que incluye María Cristina en sus textos, nos anuncia algo del nuevo rito que los convoca: “El fuego está encendido / y la olla lista / falta poner / a cocinar el pato”. Sin embargo, frágil, el ser humano frente al misterio de lo desconocido siente miedo. Entonces en los últimos poemas, se incluyen plegarias. En Sagrario dice “Dios ampárame”. En A la sombra dice: “ángel serafin Emanuel protege mi alma”, en Los sefirot, “No te escapes, hora, y permite/ que transite con alegría esta fase final” y en el poema Tumba le habla a Cristo “tus manos me guiarán fuertes / hacia el Padre”. Pero aquí también asalta la pregunta “¿y si no estás?”. Realmente “volver a casa” resulta un tránsito difícil.
El segundo punto destacable tiene que ver con los discursos que toma de distintas ramas del conocimiento, porque todo el entramado del libro se va armando con esa polifonía de voces que obviamente amplían el significado en cada poema. Menciona a Freud “En el deseo materno se produce el estrago”, toma frases del I Chin, “es propicio tener a dónde ir” (sobre todo cuando los lobos acechan), comenta sobre la leyenda bíblica de Tiferet “que el séptimo cielo / es el espacio de lo bien creado”, incluye versos de Olga Orozco “la sombra de su presa, ni crueldad, ni riquezas”, se refiere a las letras del Aleph a Tav y Los Sefirot correspondientes al árbol de la vida de la Cábala, introduce a Scherezade como la gran narradora que espera el sultán. También sabe ejecutar la escala perfecta en el piano. Con todo esto, instala una semiótica propia que sirve como puntos de anclaje para armar la trama que da sentido a este viaje. Sabe, como dice en Los Sefirot que “no todas las lenguas / sirven para decir guijarro”, pero también anuncia que “allí sin prohibiciones / hablaré otros lenguajes / con las aves que intuyen / que ya estoy al llegar / y dirán los que pasan / esa mujer también habla el idioma de los pájaros / y muchos otros más”. La propia voz y la de los otros, compañía indisoluble en este tránsito.
Y por último, la pregunta que se desprende inevitablemente del título es ¿a qué casa volvemos?. “Una sola morada nos espera”, nos dice en el poema Cuando me nombre. Pero, ¿de qué morada estamos hablando? Por un lado, este viaje de retorno es un viaje mítico. El mito del héroe que debe regresar hacia los suyos luego de haber afrontado todas las dificultades que le impuso el camino, como Ulises volviendo a Ítaca luego de la guerra. Por otro lado, se puede pensar este volver a casa como un volver hacia el lugar del origen, a ese lugar de donde venimos, un espacio abismal, desconocido, también anunciado como una forma del final que nos integra o nos disuelve en una totalidad. ¿Cuál es ese lugar? ¿Dónde se encuentra? Dice casi finalizando el libro: “Alguien viene de pronto/ y dicta: / no hay que perderse / en el camino / de las sombras / sino llegar al puente y más allá / la nada”. Pero, podríamos afirmar que la casa a la que retorna constantemente María Cristina Santiago, es la gran casa de la poesía, que en efecto es su yo, es su cuerpo y es una casa de refugio que siempre la ha cobijado. Es el Tiferet bíblico donde los pintores y poetas encuentran su paz, ese lugar desde donde ha podido producir la magnífica obra que nos regala. “Ah, vivir siempre en Tiferet / sería como decir / he vuelto a mi morada”.
Selección de poemas
EL ESTRAGO
Por la culpa maldita de mi madre
tengo esta omnipotencia
corriendo por las venas
Dice Freud:
la castración en la mujer
es la que da lugar
al complejo de Edipo
¿Por qué señor me tocó
nacer en esta época
donde las interpretaciones
son metáforas falsas?
¿Y por qué nací humana?
Si yo fuera rana, por ejemplo,
jugaría en los estanques
Verde brillante en un arroyo claro
como una emperatriz
aún no madura.
Mamá rana chapotearía
en son de música.
Sin embargo, la relación madre-hija
resulta singular.
No en todos los casos es igual.
En el deseo materno se produce el estrago
Deseo madre que no me ames tanto.
Fijate en las ranitas cómo juegan
vestite igual que ellas
salgamos a cazar moscas
y a olvidar por un rato
lo que nos dicta el canon.
EL RETORNO*
Busco en los avatares
de la Historia
la historia familiar
la casa en las afueras
y hacia atrás
me corteja la voz de los antiguos
los que fueron
antes que mis abuelos
mocoretaes tal vez
en otra raíz del litoral.
tribu
canta conmigo
canta conmigo
antes que baje el sol
sobre los esteros
han echado flores
los jazmines
barbas los maizales
y un campo azul de lino,
todo eso vio mi abuela
tomar una muchacha
trae ventura
vengo a contarles
que mis pies desnudos
caminaron los pasos
de la luz. Perseverancia
porque
antes
antes
cerca del mito
acecharon
los lobos
por eso es propicio tener adonde ir
suerte perra
se da vuelta la taba
y no puedo
no puedo despertarme
de cierta ensoñación
no puedo o no me dejan
es pronto todavía
falta para el Dictamen
*Las palabras en bastardilla pertenecen al I Ching
DIGAMOS QUE
al salir del útero
nos confundieron las palabras
no entendimos bien
a qué
habíamos venido.
Éste es el momento
y el lugar
la situación precisa
para la que fuimos preparados.
El fuego está encendido
y la olla lista
falta poner
a cocinar el pato.
El gran cocinero
está vistiendo
su mejor pantalón de hilo blanco.
Es el hijo predilecto
que prepararon las horas
para el pasaje hacia
el misterio, ese lugar
donde desaparece
el tiempo.
Llegó el momento de servir
la cena.
Millones de manos hambrientas
Esperan
que una Voz convocante
les anuncie
que el viaje
ya casi ha terminado.
Una chispa
que sabemos
no es divina
encenderá la hoguera
y allí
serán quemadas
las viejas vestiduras.
Así lo hicimos antes
y así lo haremos
nuevamente
es sólo una cruzada más
para estos ancianos
que se creían
desterrados de escena
Un poeta escondido
se alberga
en el centro mismo
de esta circunferencia
La unión de todos
mueve de a poco
el cuerpo ulceroso
transitando
esta superficie terrenal
que ya se acaba
Vamos,
a completar el triángulo
sagrado que atardece.
Alcemos el verso
de prisa, vienen
a buscarnos
hagamos el trabajo
de una buena vez
que se hace tarde,
la mano del ángel
nos espera
para llevarnos
de vuelta a casa