De la duración

De la duración

Un cuento inédito del reconocido escritor ecuatoriano Abdón Ubidia

¿Cuánto dura el presente? Era la pregunta venenosa que arruinaba nuestros momentos felices. Ella estaba loca. Y yo la amaba quizá por eso. Por sus exabruptos. Al principio, cuando empezábamos a vernos, cuando ella huía y yo la buscaba ―y a veces era al revés―, trataba de sorprenderla con respuestas ingeniosas. ¿Cuánto dura el presente? Es el rasgar de un fósforo ―decía yo―, un destello en la oscuridad; un segundo, unas horas, un día, unos días que nos aprisionan, un tiempo uniforme que nos cerca, la buena  racha que queremos que no pase, o la mala que queremos que pase y no vuelva más. Eso, lo único seguro que tenemos entre las manos. Tales eran mis primeras respuestas. La hacían reír. Echaba la cabeza hacia atrás. Miraba al cielo. La risa infantil que gorjeaba en su garganta, en su boca bella para mí. El pelo que brillaba contra la luz torrencial del verano. La felicidad de haber sido alcanzada por una brisa fresca. Y de pronto, el corte brutal, la sombra que pasaba ante sus ojos, el rictus severo que le amargaba el rostro. Y la pregunta maldita a flor de labios: ¿Cuánto dura el presente? Era claro. No soportaba la felicidad. No creía merecerla. Lo mismo en el sexo. Después del jolgorio, después del éxtasis tan suyo, la pregunta renacía con fuerza. Y yo que empezaba a vociferar. A acusarla de eso, de no soportar la dicha. De estar hecha para la desgracia. De ser un rehén del futuro incierto.  De arruinar el presente con el miedo de lo que no se sabe si vendrá. De terminarlo, mañosamente así. Un día, en el cuarto del hotel de una playa calurosa, escribí, en su piel tersa, con un marcador de tinta azul, entre sus amados senos y en viaje hacia el pubis, la frase odiada: ¿Cuánto dura el presente? Y me fui para siempre. Sabía que, bajo la ducha y entre sus seguras lágrimas, ella vería diluirse la frase manida, diluirse así, como se diluye el presente. No volví a verla. Pero, a pesar de todos mis esfuerzos, ella sigue en mí y no logro olvidarla. Desde entonces, otra frase torturante me persigue: ¿Cuánto dura el pasado?

 

abdon-ubidia-550Abdón Ubidia (Quito, 1944) es una de las voces más representativas y relevantes de la moderna literatura ecuatoriana. Su libro de relatos Bajo el mismo extraño cielo (Premio Nacional de Literatura José Mejía, 1979), Divertinventos (1989) y las novelas Sueño de lobos (declarada Libro del Año 1986 y ganadora también del Premio Nacional de Literatura) y Ciudad de invierno (que ha alcanzado las diez ediciones) lo insertan en el cuadro de honor de la literatura iberoamericana.

“El mayor desafío para los intelectuales del siglo XXI será continuar siéndolo”

“El mayor desafío para los intelectuales del siglo XXI será continuar siéndolo”

El mexicano José Ángel Leyva entrevista a Rodolfo Alonso, una voz reconocida de la poesía latinoamericana

 

1. ¿Quién sería para ti en Argentina el modelo del escritor congruente con su pensamiento, su obra y su acción y por qué?

Sería injusto, cuando no atrabiliario, contestar con un solo nombre. Pero diría que Juan L. Ortiz (1896-1978), en quien desde muy joven sentí se encarnaba como evidencia viva aquel luminoso axioma de Tristan Tzara: “Hacer de la poesía una manera de vivir.”Recluido en su provincia, sin acudir a salones ni a concursos, imprimiendo sus bellísimos libros por su cuenta, sin sello editorial, sin enviarlos a críticos ni colaborar en grandes diarios, todo su ser estaba entregado a la poesía, era la poesía, estaba en poesía. Como los presocráticos. Y como intuyo fue su alma gemela, Macedonio Fernández (1874-1952), mi otra respuesta posible a esta pregunta.

2. Qué significa para ti Borges, cuestionado por muchos compatriotas de ambos, por su supuesta ignorancia de la realidad argentina y luego justificado por muchos escritores de izquierda, quizás llevados por su admiración literaria, quizás conducidos por una ética ante el personaje ¿qué opinas?

Los conversos suelen ser puritanos. Y exagerar, para ser aceptados, su adopción de la nueva fe. Sobre Borges, tales cuestionamientos fueron superados con la disolución de la URSS y la caída del muro de Berlín, y con esa canonización universal que, como la de Pessoa, no cesa de crecer. Y esos mismos a quienes mi juventud vio denigrándolo casi como el mal absoluto, son hoy sus más entusiastas panegiristas. Me falta espacio para desarrollar lo que me provocó el hecho Borges. Sólo desear que se lo lea al menos tanto como se lo nombra. Algo me dice que Borges, como Pessoa, no son digeribles para la sociedad del espectáculo.

3. ¿Qué ha significado la escritura en tu vida y en tu responsabilidad ciudadana, social, humana?

Otra vez, una pregunta que me sobrepasa. ¿Cómo no desear que el poeta fuera capaz con su palabra a la vez de realizarse como persona y de ayudar a todos sus hermanos, de enunciar la palabra necesaria, imprescindible y única, la palabra a la vez tan íntima y secreta, húmeda todavía del silencio de los orígenes, emergiendo en una orilla virgen del universo, y también a la vez general, compartida, fraterna, solidaria, [pullquote] ¿Cómo no desear que el poeta fuera capaz con su palabra a la vez de realizarse como persona y de ayudar a todos sus hermanos? [/pullquote]no tan sólo ofrecida sino también aceptada por los otros, que entonces la harían suya y le darían destino, aunque ese destino fuera el no poco glorioso de volverse sabiamente anónima, ya sin autor ni tiempo, encarnada en el fluir mismo de la vida y de lo humano?

4. Argentina es un país al que se le reconoce una sociedad lectora, una población escasa o nulamente analfabeta, ¿cómo concibes la relación entre escritores y lectores, a sabiendas de que hay problemas impuestos por el mercado editorial y también por los propios gobiernos para que los autores puedan vivir de su trabajo y los lectores sean vistos como algo más que consumidores?

Hoy, cuando las únicas leyes que rigen nuestras sociedades son las de la oferta y la demanda, el toma y daca, hasta puede resultar irrisoria la situación de la poesía. La poesía que no se vende, la poesía que no tiene absolutamente ningún mercado, en estos tiempos de tiranía absoluta del mercado. Para el futuro inmediato, ¿podrá ser muy diferente la situación del poeta? [pullquote align=”right”] La poesía que no se vende, la poesía que no tiene absolutamente ningún mercado, en estos tiempos de tiranía absoluta del mercado.[/pullquote]Quizás si, quizás no. No cambiarán, para sus auténticos creadores, las exigencias del poema, que Dante acuñó tan bien como “gloria de la lengua”. Pero es probable que cambien sí las condiciones de su resonancia, de su audiencia, de su significación. Que están ligadas con un contexto cultural, social, humano, cada vez más dominado por las técnicas de seducción masiva, donde el lenguaje es sometido a infinitas tensiones. Con gravísimos riesgos que ya pudo prever el más hondo poeta de nuestra América limpiamente mestiza, ese peruano universal que fue César Vallejo, cuando llegó a preguntarse, con serenísima grandeza: “¿Y si después de tantas palabras / no sobrevive la palabra? “.

5. ¿Crees que la palabra escrita es poder, aunque se trate de poemas?

El mayor desafío para los intelectuales del siglo XXI será continuar siéndolo. Quienes sean capaces de reflexionar críticamente en medio de esta pesadilla de seductora banalidad planetaria van a resultar absolutamente imprescindibles. Por otro lado intuyo que, en realidad a cualquier hombre conciente de su propia condición le va a ser ineludible enfrentarse con gravísimos problemas de supervivencia. Los límites al desbocado poder económico globalizado ya no serán exigidos por perspectivas de justicia económica, política o social, sino por elementales razones ecológicas: el planeta no lo soportará. Y las graves consecuencias ecológicas no se limitarán a la naturaleza, a nuestro hábitat, sino que ya vienen afectando a la misma condición humana. Una auténtica perspectiva ecológica no sólo deberá seguir tomando muy en cuenta los daños al planeta sino también, al mismo tiempo, el costo que todo ello ha tenido para nosotros, los seres humanos, en cuanto especie. Y en cuanto personas también, claro. ¿La poesía, que no es sino el lenguaje vivo, la lengua viva en su más alta expresión, podría ya no considerarse, sino resultar ajena a eso?

220px-jose_angel_leyvaJosé Ángel Leyva, Durango, México, 1958. Poeta, narrador, ensayista, editor y promotor cultural. Se tituló como Médico Cirujano en la Universidad Juárez del Estado de Durango, realizó estudios de maestría en Literatura Iberoamericana en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue codirector de la revista Alforja, es coordinador general de Publicaciones de la Universidad Intercontinental y director general de la revista La Otra. Fue subdirector de Literatura, Artes Plásticas y Artes Escénicas, Director de Vinculación Cultural y Coordinador de Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México, de 2001 a diciembre de 2005.

Poesía del Noroeste Argentino: sincretismo universal

Poesía del Noroeste Argentino: sincretismo universal

Una lectura sobre la poesía del Noroeste argentino a partir de dos antologías publicadas por el Fondo Nacional de las Artes

Mi sabiduría viene de esta tierra

Una reunión de jóvenes. Ocurrió en Salta a mediados del 2008. Una guitarra circulando por el hall de un hotel, y la mirada puesta en los intérpretes: catamarqueños, santiagueños, tucumanos, salteños, jujeños, todos hermanados de repente por una cancionística en común: la del cancionero folclórico. Por ahí sonaba el “Cuchi”, acompañado por Manuel J. Castilla y el “Chivo” Valladares y las “Coplas para la luna”, y Julio Espinoza con “Vidala para mi sombra”, y los Carabajal, a pura chacarera. Y la memoria en versos: poemas de Calvetti, de Raúl Galán, de Raúl Aráoz Anzoategui. Pero también coplas anónimas atravesando el aire. Hacía falta esa noche de guitarra y vino para completar la descripción que había hecho el poeta porteño Javier Adúriz a la tarde, refiriéndose a los nuevos poetas del Noroeste que acababa de antologar Santiago Sylvester para el Fondo Nacional de las Artes (2008).

Así, a la opinión de Adúriz de una generación atravesada por la globalización, internet, el rock y las nuevas tecnologías, la identidad norteña le contestó esa noche con dos rasgos desconocidos para poetas jóvenes de otras regiones: la capacidad de memorizar textos propios y ajenos, y la ductilidad para remitir la poesía al canto, más allá de las experimentaciones formales y vanguardistas.

Esto que ocurre ahora, con la última generación de poetas del NOA es, sin embargo, un gesto que ha marcado diferencial y positivamente la región poética, desde sus remotos orígenes en la copla española y anónima, mixturada con la escala tritónica de la baguala indígena (Juárez Aldazábal, 2009). Y en contra de lo que se podría suponer, la poesía del NOA se destaca por esa capacidad de elaborar lo propio en el sincretismo: ya, en pleno auge del modernismo latinoamericano, la región había anticipado esa avanzada de América sobre España (especialmente en la figura de Rubén Darío) con la poesía del salteño Joaquín Castellanos (1861-1932), romántico en sus formas pero, sin embargo, permeable a la influencia del gran modernista argentino, Leopoldo Lugones. Su poema, de tono moral, titulado originalmente “El borracho”, para luego convertirse en “El temulento”, ingresó en el sistema escolar argentino memorizado por generaciones de jóvenes en todo el país (Castellanos, 2000).

Pero así como Castellanos permeó la región al movimiento modernista desde su romanticismo, el NOA, gracias al santiagueño Bernardo Canal Feijóo (1897-1982), ingresó tempranamente a las formas vanguardistas del género. Su Penúltimo poema del fútbol, publicado en su provincia natal en 1924, fue el gesto pionero y fundacional que anticipó una de las capacidades más significativas de la región poética: incorporar tempranamente las novedades de la época sin perder, sin embargo, la matriz de la cultura local: su temprano vínculo con el martinfierrismo porteño posibilitó su acercamiento al poeta peruano José Parra del Riego, precursor de la poesía del fútbol en el Continente. Pero su preocupación por involucrarse en la vida futbolística de su provincia, fue lo que terminó dándole forma al poemario (Juárez Aldazábal, 2007). Del mismo modo, el catamarqueño Luis Franco (1898-1988) desarrolló una poética al modo de Neruda, en simultáneo con el gran chileno.

Otro ejemplo significativo en este delicado equilibro entre lo propio y lo ajeno, que fue delimitando la identidad poética de la Región, lo dio, sin embargo, otro santiagueño: el gran Homero Manzi (1907-1951), capaz de construir una identidad anfibia entre el NOA y la Ciudad Puerto que anticipó, en pleno auge del género tango a nivel mundial, el desembarco de las músicas (y también las poéticas) de las provincias del Norte en el panorama cultural argentino, desembarco que continuarían el también santiagueño Andrés Chazarreta, junto al tucumano adoptivo Atahualpa Yupanqui, y todo el aluvión salteño que consolidaría al género folclórico en la industria discográfica de las décadas del 40 y 50 (Juárez Aldazábal 2009).

Es importante señalar que este fenómeno musical, de fuerte incidencia nacional y, posteriormente, latinoamericana, tuvo su contracara poética en la fundación oficial de la Región que hizo el grupo de poetas (aunque había artistas de otras disciplinas) nucleados alrededor del jujeño Raúl Galán (1913-1963), y que, manifiesto mediante, se autodenominó “La Carpa”.

El manifiesto de La Carpa, fechado en 1944, redactado por Galán y suscripto por, entre otros, Manuel J. Castilla (Salta), María Adela Agudo (Santiago del Estero), María Elvira Juárez (Tucumán), y Raúl Aráoz Anzoátegui (Salta), significó una fuerte consolidación hacia lo propio, escapando, sin embargo, a las pretensiones puristas de los folclorólogos. Anticipando otros gestos regionales, el NOA poético se reinventó a sí mismo apoyándose en esa tradición de sincretismo que significaba deglutir la cultura universal en términos locales (Parfeniuk, 1990).

Fue esta generación, la llamada “generación poética del 40”, la que consolidó y tendió el puente hacia la cancionística folclórica, siendo Manuel J. Castilla (1918-1980) el poeta mayor en este acercamiento entre poesía y música, sin desmerecer los aportes de Jaime Dávalos (Salta, 1921-1981), Miguel Angel Pérez (Catamarca, 1930) o el propio Raúl Galán, entre otros memorables y extraordinarios creadores.

Lo que sorprende, ya en pleno siglo XXI, es que esa tradición se haya mantenido incólume, como lo demostró aquella reunión de jóvenes poetas en Salta donde la identidad cultural, más allá de las diferencias estilísticas y las particularidades de cada una de las poéticas, se manifestó en la capacidad de decir poemas de memoria, o en la predisposición al canto.

Es difícil saber si Javier Adúriz cambió su versión homologante entre poetas jóvenes del NOA y poetas jóvenes de cualquier otra región del País. Probablemente no, porque Adúriz no participó de esa guitarreada. Pero para los poetas que participamos fue una marca de identidad indeleble que se manifestó en forma espontánea. La práctica de la memoria. La práctica del canto.

“Mi sabiduría viene de esta tierra”, escribió alguna vez Manuel J. Castilla, pensando en un eslogan para la Universidad Nacional de Salta. Esa frase sirve para pensar la originalidad de la poesía del NOA frente a las poéticas de otras regiones: habla de un modo de invocar el pasado (incluso el más arcaico: el de la naturaleza) en el presente, y de ese modo poder proyectarlo hacia el futuro.

Gracias al trabajo responsable y desinteresado del poeta salteño Santiago Sylvester, los nuevos poetas del NOA nos descubrimos, pero en ese descubrimiento también trajimos a luz las voces de nuestros mayores, resucitando en nuevas formas, formas capaces de mantener viva esa capacidad de sincretismo que habla de una cultura inteligente y abierta, que logra sostener su identidad sin cerrarse a la época ni al mundo.

Las antologías

Justamente, Santiago Sylvester es el responsable de dos libros significativos a la hora de pensar el desarrollo poético de la Región: Poesía del Noroeste Argentino Siglo XX y Poesía Joven del Noroeste Argentino, dos antologías editadas por el Fondo Nacional de las Artes en 2003 y en 2008, respectivamente.

El recorrido que hace el antólogo por el siglo XX del NOA parte del poeta tucumano Mario Bravo (1882-1944), cerrando con el  salteño Carlos Jesús Maita (1966), en un recorrido atinado que muestra 84 nombres, algunos tan significativos como los que he mencionado antes (Castilla, Canal Feijóo, María Elvira Juárez -1915/2009-, María Adela Agudo -1912/1952-, Raúl Aráoz Anzoátegui -1923-, Jaime Dávalos, Homero Manzi, Luis Franco), pero también nombres relevantes como Nicandro Pereyra (1914-2001), Holver Martínez Borelli (1930-1978), Jacobo Regen (1935), Leopoldo Castilla (1947), o los riojanos Francisco Squeo Acuña (1938-2006) y Lucía Carmona (1946). 84 nombres que hablan de un siglo en el que la Región consolidó su identidad, con grupos de poetas como el ya citado de La Carpa (1944), con sus antecedentes en La Brasa santiagueña (1925) y sus continuaciones en la riojana Calíbar (1953) y la jujeña Tarja (1955), donde destacaban los nombres de Mario Busignani (1908-1990), Jorge Calvetti (1916-2002), Néstor Groppa (1928) y Andrés Fidalgo (1919-2008), todos incluidos en la antología (Sylvester, 2003).

Entre el siglo XX y el siglo XXI la Región perdió a La Rioja. Lo explica Sylvester en el prólogo a la Poesía Joven del Noroeste Argentino: “En esta selección no está incluida La Rioja, que siempre fue considerada parte del Noroeste: la razón se debe a que esta provincia ha resuelto integrarse a la región del Nuevo Cuyo; desde entonces ha pasado el tiempo, y el tiempo produce sus efectos. Uno de ellos es que en la zona cuyana, según información que me ha llegado, se están gestando antologías regionales, y en ellas se considerará a la provincia de La Rioja: evito, por lo tanto, una posible superposición” (Sylvester, 2008: 9). Este criterio de selección significó que en aquella guitarreada, mencionada en el apartado anterior, no haya estado ningún riojano, lo que nos privó, seguramente, de escuchar alguna canción con el ritmo de la chaya riojana, probablemnte con letra del poeta Héctor David Gatica (1935), incluido en la antología del siglo XX.

Así, los poetas del siglo XXI antologados, nacidos, en concomitancia o con posterioridad al golpe de estado del 76, somos treinta: la antología se abre con el tucumano Guillermo Siles (1967), y se cierra con otro tucumano, Manuel Martínez (1988).

El dato de la dictadura no es menor. Esto lo explica muy bien el antólogo: “por sus fechas de nacimiento, los poetas que integran esta selección llegaron al mundo en el momento de ese quiebre, de consecuencias no sólo políticas; un cambio tan absoluto que podría decirse que se formaron en un país distinto, casi en otro país, que las generaciones previas” (Sylvester, 2008: 15). Y más adelante hipotetiza: “Pero  lo que sin dudas se lesionó es la continuidad que hasta ese momento había existido; y esta herida se sumó a la paradoja que señalábamos como parte de esta época globalizada: empujó en esa misma dirección para que el acervo propio se diluyera” (Sylvester, 2008:15). Nuevamente la tensión, la discusión entre lo propio y lo ajeno.

Una reunión en Salta

Con la excusa de la antología, la Secretaría de Cultura de Salta invitó a los jóvenes poetas del NOA para presentar el libro. Santiago Sylvester, antólogo y responsable, convocó al poeta Javier Adúriz de Buenos Aires, para que realizara una lectura de las poéticas emergentes.

Esto ocurrió en julio de 2008, y allí nos dimos cita los salteños exiliados (como el que escribe este texto) y locales, tucumanos, santiagueños, y jujeños. Fue un modo de reconocimiento, y también una forma de confirmar y, al mismo tiempo, refutar las hipótesis de los presentadores: lo propio continuaba presente, a pesar de la dictadura y la atmósfera globalizada.

La idea que enunciara alguna vez Beatriz Sarlo, una literatura regional no regionalista (Juárez Aldazábal, 1998), no pudo encontrar mejor ejemplo que esta reunión de poetas. Algunos, como Pablo Dumit (Tucumán), directamente vinculados a la renovación del cancionero folclórico en pleno siglo XXI, otros, como Idilko Valeria Nassr (Jujuy), fusionando la poesía con el microrelato, ese género tan de moda, pero también algunos, como el lírico Guillermo Siles, reflexionando sobre los fenómenos más recientes de la poesía nacional, incluyendo el “realismo atolondrado” del puerto, que tan bien supieron decantar en una versión superadora, que transforma el atolondramiento en humor corrosivo y crítica social, Juan Anselmo Leguizamón (Santiago del Estero), Federico Leguizamón (Jujuy) y Pablo Espinoza (Jujuy).

Y también están las poéticas intertextuales como las de Juan Manuel Díaz Pas (Salta), Agustín Guerrero (Jujuy)  y  Fabián Soberón (Tucumán). Las versiones femeninas de la intimidad, como las que elaboran Eva Gardenal (Santiago del Estero), Melisa Ortiz (Jujuy), Gerladine Palavecino (Salta), Celina Galera (Catamarca), Myriam Leal (Tucumán) y Sylvina Bach (Tucumán). Y las poéticas que remiten a realidades sociales propias, como las que practican Eduardo Atilio Romano (Salta), Mariano Ortiz (Jujuy), Sebastián Nofal (Tucumán) y Darío Villalba (Salta). Todo esto, sin descuidar los refinamientos líricos de Marcelo Ahumada (Catamarca), Eduardo Robino (Salta), Dolores Espeja (Tucumán), Denisse León (Tucumán), César Arrueta (Jujuy), Javier Foguet (Tucumán), Arturo Herrera (Catamarca), Camilo Ramos Gatti (Tucumán), Francisco Avendaño (Santiago del Estero) y el más joven de la muestra, Manuel Martínez, donde el manejo de lo local junto a la incorporación de elementos universales hablan de la vigencia de nuestra tradición sincrética.

Lo cierto es que la mayoría de nosotros nos conocimos en aquella reunión salteña. Y en contra de la idea de un corte completo de la tradición, el cancionero folclórico nos vino a hablar de una pertenencia, de una capacidad de la Región que aún persiste en nuestras poéticas, tanteos por lograr un decir propio en los que nos servimos de la cultura universal para confirmar nuestra pertenencia cultural.

La poesía del NOA, se presenta, de este modo, como una de las tradiciones más ricas de la poesía argentina. Una tradición que se remonta al canto de la copla, y que se ha venido consolidando en obras, en manifiestos, en canciones y poemas que enriquecieron la cultura argentina a lo largo y ancho del siglo XX, y que en pleno siglo XXI continúa diciendo desde su originalidad sincrética.

Y quisiera cerrar con una brevísima antología, a modo de homenaje, de uno de nuestros poetas más representativos, no incluido, por pudor, en ninguna de las dos antologías. Me refiero a Santiago Sylvester (1942). Una brevísima muestra de sincretismo poético, perteneciente al libro El reloj biológico (2007), que sólo podía conjugar un poeta del Norte:

(el enterramiento)

 

ARRIBA, en

la misma cresta, hay piedras mortuorias: muertes

que ya no son nuestras: en círculos: junto al ventisquero que, si se lo sube, concluye

en Chile. Muertos

tal vez ilustres: pero ésta

es tarea de antropólogos que no llegarán, espero, con sus medidas y sus pesas para que

nadie duerma en paz.

 

Eneas

llegó al templo de Cartago y supo que él era el argumento de ese friso: él

combatiendo y

escapando de Troya con la promesa que lo esperaba en la otra punta: el que dijo aquí

también hay lágrimas para la desventura.

 

Bajo estas piedras no está Eneas, aún

contando con lo inactual de todo,

pero puestas en friso narran la memoria de cuantos fueron por aquí, luchando

como él sus guerras, fundando ciudades con sus lágrimas porque cualquiera

ríe o se lamenta con la intervención de un dios.

 

¿Quién puso estas piedras? ¿traídas

o caídas de donde cada una tiene un nombre

y unas fechas? El enterramiento de hombres y palabras comienza siempre así, por el

planteo,

sigue por las historias que se cuentan junto al fuego y

termina con nosotros en círculo espiando para adentro.

¿Cuál es el argumento? ¿De quién se habla aquí, donde sin duda se habla de alguien

que tal vez seamos nosotros,

y todo el argumento sea el que conozco bien

porque es el mío?

 

Las palabras están naciendo siempre; estos muertos

muriendo siempre: y estas piedras

colocadas para llegar a ellas como si hubiera una piedra esperando a cada uno: mudas

de raíz,

y sin embargo hablan de una vida

y otra:

                                      

                                       Una sóla vida tengo

                                       dositas quiero tener,

                                       una pa’ de vez en cuando

                                       otra pa’ permanecer.

 

 

 

Bibliografía

Castellanos, Joaquín (2000), Obras literarias, Buenos Aires, Honorable Senado de la Nación.
Juárez Aldazábal, Carlos (1998), “La sombra del malentendido. Entrevista a Beatriz Sarlo”, en revista El Tyrano Nº 1, Buenos Aires, setiembre.
Juárez Aldazábal, Carlos (2007), “Prólogo a la edición”, en Canal Feijóo, Bernardo, Penúltimo Poema del Fútbol, Buenos Aires, el suri porfiado ediciones.
Juárez Aldazábal, Carlos  (2009) El aire estaba quieto. Cultura popular y música folclórica, Buenos Aires, Ediciones del CCC.
Parfeniuk, Aldo (1990), Manuel J. Castilla desde la aldea americana, Córdoba, Alción.
Sylvester, Santiago (2003), Poesía del Noroeste Argentino Siglo XX, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes.
Sylvester, Santiago  (2008), Poesía Joven del Noroeste Argentino, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes.
Sylvester, Santiago  (2007) El reloj biológico, Buenos Aires, Ediciones del Dock.

Poesía argentina: el inestable suelo de las prácticas poéticas

Poesía argentina: el inestable suelo de las prácticas poéticas

La diversidad de la poesía argentina contemporánea a partir del análisis de las poéticas de Cristian Aliaga (Chubut), Carlos J. Aldazábal (Salta), Liliana Campazzo (Río Negro), Mario Arteca (La Plata, Buenos Aires), Marcelo Dughetti (Córdoba) y Roberta Iannamico (Villa Ventana, Buenos Aires). Una lectura incisiva en la que se conjugan distintas tradiciones para describir el mosaico complejo de la poesía nacional.

La poesía argentina actual manifiesta en varios de sus planos la inestabilidad y la ambigüedad de la situación del poeta, tanto con respecto a su lugar social y su práctica como con respecto a su discurso. Dicha situación, por supuesto, no es concebida solamente como una falla, como algo negativo, sino también como un elemento inherente a la práctica poética. Esta es de por sí, hoy en día, ambigua, busca y cultiva la inestabilidad y la precariedad, camina sobre un suelo que no está nunca asegurado. Como consecuencia de ello, la poesía argentina es, con mucha frecuencia, autorreflexiva: los poemas hablan de la escritura, de la cotidianeidad del poeta, polemizan con otras poéticas, con distintas formas de leer, hablan de la posibilidad o imposibilidad del poema, etc. La poesía  y el poeta se ubican, así, en un lugar crítico: se hallan en permanente estado de crisis y autorreflexión y, simultáneamente, se construyen como crítica social, ideológica, discursiva, literaria, etc.

La poeta patagónica María Silvina Ocampo, por ejemplo, autora de una obra extraordinaria como Mujeres de maíz, se ha negado durante mucho tiempo a editar su trabajo y solo lo ha difundido oralmente en contextos muy acotados (reuniones de amigos, veladas de poetas). Esta actitud constituye una crítica del sistema literario y editorial tal como funcionan actualmente. El cuestionamiento se ejerce, en lugar de dándose a la publicidad, asumiendo un lugar precario y bastante solitario y difícil: el de la poeta inédita. Sin embargo, ¿en cuánto se diferencia del de los poetas que editan? Lo que hace la poeta es enfatizar, actuar ese lugar, llevarlo hasta sus últimas consecuencias… señalándolo como el locus político que de hecho es. La poesía es marginal, se halla en permanente estado de crisis, y esa es su debilidad, pero también esa es su fortaleza. Lo que esto quiere decir es que la marginalidad es la que sostiene a la poesía como una práctica en crisis y, por eso, crítica.

En este trabajo, analizaré las obras de seis poetas de Argentina: Cristian Aliaga (Lago Puelo, Chubut), Carlos Juárez Aldazábal (nacido en Salta, vive en Buenos Aires), Liliana Campazzo (Viedma, Río Negro), Mario Arteca (La Plata, Buenos Aires), Marcelo Dughetti (Villa María, Córdoba) y Roberta Iannamico (Villa Ventana, Buenos Aires). En sus poemas se percibe, de una o de otra manera, la inestabilidad del poeta y la poesía que vengo señalando, y también, el carácter autorreflexivo que esta última ha ido adquiriendo en dicha situación.

Descargar el ensayo completo  (versión PDF).

 

Una muestra de poesía ecuatoriana

Una muestra de poesía ecuatoriana

(del libro Poetas de la emoción, Isla de Sístola, 2012)
Selección y prólogo de Xavier Oquendo Troncoso

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“Los poetas que formamos esta muestra, creemos que la poesía debe ser un instrumento de comunicación. Un puente que acerque al poeta a su lector a través de la emoción.

La emoción es una cuestión intrínseca en todo acto creativo. No se podría entender a un poeta sin que trabaje, emocionado, frente a su obra artística, emanando ese halo espiritual que da la creación y la sensibilidad. La emoción, según el concepto que propongo y justifico con esta muestra de poesía, es diferente al concepto de diccionario (Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. Interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo ), ya que se encuentra adaptada al sentimiento artístico. La emoción poética es una actitud no solo del que escribe poesía sino de su interlocutor: del público, del lector.

canto que genera la crisis de la modernidad, abre, por otro lado, https://www.acheterviagrafr24.com/viagra-en-france/ las puertas a una pluralidad de interpretaciones sobre los fenómenos culturales. Esta crisis nos reformula la experiencia de la verdad como interpretación. Y más que relativismo o solipsismo, la verdad débil despliega la posibilidad de un conocimiento horizontal y abierto: “Queremos movernos libremente, pero sin ninguna ‘redondez’ clásica, entre muchos cánones, entre muchos estilos –de ropa, de vida, de arte, de ética– viviendo como un auténtico deber ético y religioso la ‘thlipsis’, el tormento de la multiplicidad” (Vattimo). Es en este escenario en el que una antología, si no desea verse anacrónica desde su preparación, debe plantearse.”

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