Tres poemas de La oscuridad del signo, de Franco Riquelme

Tres poemas de La oscuridad del signo, de Franco Riquelme

 

Presentamos tres poemas de La oscuridad del signo (El Suri Porfiado, 2022), primer libro del poeta fueguino Franco Riquelme.

 

 

Clonazepam y dioses

Hay un ruido en el alma
galpón pequeño
circuncidado.
¿Dónde está la boca del río?
Hay una balsa prístina
que decanta los vacíos.
Ya no quiero saber.
Hay en mí
un desorden necesario.

 

 

Coloquio de los signos menores

Ya me desparramé por el aire
y no deseo ser normal,
crecer y echar raíces.
Todavía recurso
los coloquios de amor
y caigo como un durazno
cuando veo un manzanal.
Por la pobreza y los psicofármacos
supe que soy una cáscara dura,
única semilla.
¿Cuántos signos puede abarcar un cuerpo?
Si el amor viene del lenguaje
no vuelvas nunca.

 

 

La oscuridad del signo

Soy un signo que nadie escucha.
Una lengua muerta
que busca el ojo eterno
por placer y crueldad.
Quiero descansar allá
donde todo se derrama,
si no ¿de qué habla el lenguaje?

 

 

 

 


Franco Riquelme (Río Grande, Tierra del Fuego, 1995) es docente en Historia y dicta clases en el Instituto Provincial de Educación Superior Paulo Freire. De vez en cuando publica textos académicos y literarios en revistas locales y latinoamericanas. Su primer libro, La oscuridad del signo, fue publicado por la editorial El Suri Porfiado (Buenos Aires). Las campanas no tienen paz, su segundo libro de poemas, será publicado por la Editora Cultural Tierra del Fuego próximamente.

Tres poemas de La oscuridad del signo, de Franco Riquelme

El árbol, El perro, La piedra, tres poemas de Susana Villalba

Compartimos el poema “La piedra” y dos fragmentos de “El árbol” y “El perro”, que dialogan entre sí, pertenecientes al libro  La bestia ser, de Susana Villalba, publicado en 2019 por Hilos editora.

 

EL ÁRBOL (fragmento)

 

 

es la mañana

el acontecimiento

 

la candidez

de sólo ser

respiración

 

la liviandad

con que la mariposa danza

su momento

en el sol

 

lo que amás

te ata

me dijo el cielo

 

y aquí estoy

 

 

un perro me huele

ladra

da vueltas

a mi alrededor

 

aúlla, salta

quiere morder

mi inmovilidad

que no comprende

 

la soledad siempre

es con otro

 

 

en cada bifurcación

hago nacer el tiempo

para estar en el mundo

del perro

 

mi memoria es el viento

 

 

hasta en la altura

hay competencia

 

en lo quieto

 

pero también el amor

me dio esta forma

retorcida

 

la tormenta

 

y la sed de infinito

deslumbramiento

 

 

EL PERRO (fragmento)

 

escarbo

escarbo

escarbo

 

el hueso de dios

todavía puede estar

en el corazón caliente

de la tierra

 

 

tengo celos de dios

el árbol

sólo mira hacia arriba

 

es imposible para mí

amar a un árbol

 

pero enamorarse es eso

 

 

le salto

y sigue absorto

 

tengo celos del fuego

que duerme en su corazón

 

de las estrellas

que le pasan

 

no soy un árbol

no puedo

entender su quietud

 

pero enamorarme es eso

 

 

cae la noche

como la realidad

 

mi universo es un baldío

 

me ovillo

en las raíces duras

de mi amor

 

tengo celos de los pájaros

abrigados

en sus ramas

 

envidio la noche

cayendo como un cazador

de espejismos

 

quién despierto

creería

en los sueños

 

 

la intemperie es una soledad

el amor es un adentro

 

 

doy vueltas

alrededor del árbol

 

le salto

salto de amor

y caigo

otra vez en mí

 

enamorarse es eso

 

 

 

LA PIEDRA

 

sostener en silencio

como amar

es un arte

 

¿existiría el mar

si no lo contuviera?

 

me derrota

algo intangible

como el agua

 

su transparencia

 

 

¿si no me enfrentara

existiría el mar?

 

 

soñar sin perderse

es un arte

 

 

a veces una roca

se estremece contra la orilla

perdida

hasta lo irreductible

se amalgama

 

amar es eso

y te sorprende

un filón de topacio

en el porfirio

 

 

entonces qué creías

que es el oro

sino la cicatriz

 

es infinita

la ruptura

 

los bordes

son difusos

 

todo es fragmento

polvo del sentido

de las piedras

 

 

si mi amor es eterno

también la soledad

 

incorruptible

 

 

gravitando en el espacio

de la separación

 

sostenida de mí

 

no estoy quieta

todo me atrae por igual

 

el cielo es una pampa

 

el imán de la estrella

es su distancia

 

 

soy intrínseca

 

el arte de estar

quieta

es dar el corazón

al movimiento

 

 

silba el viento

un eco

de lo que ya anunciaba

mi desprendimiento

 

¿cantaría el agua

si no me atravesara?

 

 

agazapada en mí

espero

otro momento de la tierra:

 

una temperatura del amor

que funda hasta las piedras

 


Susana Villalba es poeta, dramaturga, crítica teatral y gestora cultural. Recibió la Beca Guggenheim 2011 (en Poesía) y el 2do Premio Municipal de Buenos Aires 2004/5 (Poesía édita). Tiene siete libros de poesía publicados. Integra diversas antologías argentinas e internacionales. Asistió a numerosos festivales internacionales.  Es Asesora Artística de la Dirección del Libro, Bibliotecas y Promoción de la Lectura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Creó y dirigió la Casa de la Poesía de la Ciudad (1999) y la Casa Nacional de la Poesía (2000) y los Festivales Internacionales de Poesía de dichas instituciones. Escribió y dirigió las obras teatrales Corazón de cabeza; Feria americana; Obsidiana; La muerte de la primogénita, La voz de la luz y Mi noche ideal. Realizó diversas performances con video y objetos, entre ellas Formatos de Julietas, en Haroldo Conti, y La voz de las piedras. Dicta la materia Poesía en Dramaturgia para la Maestría en Dramaturgia de UNA.

Tres poemas de La oscuridad del signo, de Franco Riquelme

Un adelanto de Un corazón de suave plumaje, de Agustín Benelli

 

Compartimos una selección de poemas del libro inédito Un corazón de suave plumaje, del poeta chileno Agustín Benelli.

 

 

Las ovejas

aman.

aman a sabiendas

que su oficio está en extinción

a pesar de esa dócil mirada

a pesar de su lana tibia

nacida en la urdimbre de soles.

 

Yo admiro ese insólito rebaño procurando amar como ellas aman.

Aunque ésta mi cornamenta también es la sombra del macho cabrío

que la luz de la lámpara dibuja en las paredes

una crónica de abruptos acantilados en la niebla.

 

¿Acaso no es verdadero este deseo

de amarte curar tus heridas

despojarte de la soledad?.

 

 

Heme aquí en la pupila de la noche empujado por el deseo a resistir

la mano y su báculo en este redil

con mis hermanas borregas

que observan con amargura

a los pequeños que intentan amar a sus madres

que se acicalan lejanas ensimismadas

en el laborioso horizonte de la metrópoli.

 

Beber de tu leche

beber balaban los cabritos.

Cuáles son las señales de peligro

necio mamífero

en alabanza

y tributo a la lujuria ariete enrojecido

como un sol en su pulso avasallador.

 

 

O tan sólo soy una bestia

empeñada en lamer tu cuerpo

y cobijar en mi guarida

en el ubérrimo peñasco

de mis designios tu pan tu leche.

 

Tú que vas por los collados

ilusionada transfigurada

en feroz estrella sobre el monte.

Y yo aquí en este corral me desangro por acariciar tu lomo.

 

Ay si tú me dijeras bestia ven a mí.

 

 

*

 

 

Eran

como pequeñas catapultas sus pupilas aquella tarde de abril.

 

Invisibles piedrecitas de canto rodado

me arrojaba atrevidamente.

 

Ninguna de ellas osé esquivar

todas se hundieron

en aquel río de sangre

que torrencial iba por mi arteria.

 

Entonces suaves ondas

de choque se expandieron

por todo mi cuerpo.

 

*

 

El contorno atmosférico de tus ojos parece acariciar el aire

 

en aquel vórtice

donde se aparean las gaviotas cada vez que el sol

desaparece detrás de la lámpara.

 

 

En aquel desbordante campo

de oscuridad la noche se abre solitaria

al fuego adulador de los astros.

 

 

Donde poco a poco el mundo sensible se incrementa

hasta llegar a tu cicatriz

de mujer-océano.

 

*

 

Fue una tarde

o una noche de junio cuando descendías de tu universo

por el cordón de tu sangre a mi sangre.

 

 

Tu mirada eran dos tímidas garzas volando con ternura cerca de mi nariz.

 

Bajo tus parpados color violeta

una vertiente marina

y un aroma a sal

se movían en el aire.

 

Entonces volaba

hasta tu pupila vestido de astronauta para entrar una y otra vez

en tu vértigo en tu colmena de pan

y miel.

 

 

*

 

Fueron muchas las noches

que alimentaron a la provincia

desde lo incalculable de la Vía Láctea.

 

Una barca en espiral

hacía lo asombroso

del azul

el gozo como velamen sobre tibias aguas.

 

Todo fue transparente

párpados adentro la mujer desnuda

el paisaje domesticado

la noche extendida

como una línea sinusoidal bajo los astros.

 

El gemido

iba y venía por la tierra fértil

e intensificaba el roce de los cuerpos.

Entonces el junco eyaculó la semilla

en aquel aletear del tiempo.

 

 

*

 

Supongamos

que tú eras la barca a la orilla del río

quién izaba las velas de la imaginación.

La irrenunciable libertad

en medio de las tribulaciones

Y aunque yo te dije ¡Nunca más!

el cielo aún espejea sobre las aguas del gran río

aún ilumina la ciudad. Ese firmamento

de grandes y pequeñas cosas.

 

 

O Brahms y su concierto de piano

brillando en los timbales del aire

traspasando el umbral

de los sentidos

con una gestualidad tan intensa

que derriba tazas y jarros.

 

 

Ahora

supongamos que la belleza

es aquel punto de la cocina

donde sartenes y ollas

se desnudan alegres ante la esponja

para bruñir sus metales

con la señal de la luz.

 

 

Donde

cuchillos y tenedores

entre átomos de grasa y detergente son convocados

para despojarse

de todo rastro de iniquidad.

 

 

Donde

me pregunto si acaso un poco de jabón

podría borrar la tristeza

de ese pedazo de hilo

que aún cuelga en mi frente.

 

 

 

He aquí la emoción

o el relato que lo guía

y las manos del pianista

cayendo sobre el teclado

y los altavoces trasladando el sonido

a todos los cuartos

con una devoción tan cósmica que todo lo anida

en el aire.

La fotografía

las gotas de lluvia

el humo secreto de la noche.

Las notas musicales

que caen salpicando las membranas

de la nostalgia.

 

 

 

 

Todo vuela

la terraza el poema la conversación

los remolinos de papel.

 

Todo por el revés de mi frente

sube en simultánea realidad

para luego caer

en el cáliz

de la

tristeza

 

donde no podré jamás

alcanzar tus manos

bajo esa

omnipresente

oscuridad.

 

*

 

Tú sabes

que bullen enormes olas de fuego dentro de mí.

Que soy un pájaro

un corazón de suave plumaje  sobrevolando tu nido.

 

*

 

Recuerdo

cuando en nuestro lenguaje de pájaros

construíamos nuestra propia cartografía en busca de la orilla hermosa.

Y “El Mar”

era un poema

de Yevtushenko por donde las gaviotas pasaban como estrellas fugaces

hacia remotos océanos.

 

 

*

 

 

Un día comenzamos

a olvidar nuestro rebelde lenguaje.

 

Fue aquel día cuando

nos perdimos

en la niebla y su enojo.

 

Ahora cargamos una piedra soneto del silencio

que nos oscurece en su carcelaria envoltura.

 

 


Agustín Benelli (Concepción, Chile). Artista visual, comunicador y poeta. Es productor y conductor del programa Flashback de Radio Universidad de Concepción. Sus poemas han sido publicados en periódicos, revistas y en diversas antologías nacionales e internacionales, así como en sitios web. Publicó en 2017 Organigrama del Deseo yAsomado a la Palabra (Ediciones LAR Literatura Americana Reunida). Es director del proyecto Educación Poética para Chile y del proyecto Festivales Internacionales de Poesía del Biobío.

Tres poemas de La oscuridad del signo, de Franco Riquelme

Sobre Corazón, de Leo Lobos

Por Sergio Rodríguez Saavedra

 

Leo Lobos (Santiago, 1966) viene publicando sostenidamente desde principios de los 90. Una poesía breve, concisa, narrativa. En esta oportunidad llega “Corazón”, entrega de la Colección Poeta Raúl Zurita que -también por años- mantiene Mago Editores, un proyecto que con regularidad acerca la actual poesía chilena al espacio público. Y nombrar el tiempo es pertinente cuando se habla de poesía, este arte que debe acercar la huella de lo sentido a un lugar en el alma.

La madurez de este trabajo se signa por la comprensión de la propia escritura y la función que todo poeta cumple en este ejercicio:

 

“Apoyándome en mí

envolviéndome en mí

desde mí mismo

para dar con mi voz exacta”

(La voz del corazón)

 

Una exigencia que la continuidad del trabajo debe dar al texto. Una forma de reiterar que es el autor, y no otro, quien provee las palabras que albergan el sinsentido de la vida. Y para llevar a cabo su trabajo qué otro punto de referencia más exacto que el corazón, el cruce original y espontáneo de nuestra tradición lírica.

No se crea, sin embargo, que es una alabanza al lugar común ni una elegía por aquello que se ha perdido, nada de eso. Aquí acudimos a una estructura que aspira a delinear (nunca definir) el eje central de un largo proceso llamado creación y, a través de éste, descubrir una poética que articule los trabajos que le preceden:

 

“El poema es una

isla sumergida

la oscuridad

donde veo”

(Latidos en el corazón)

 

Tras veinte años de la primera crítica que hice del trabajo de Leo Lobos (la plaquette Ángeles eléctricos) ya se posee lo que en las bienales se definen como “afinidades afectivas” (ese afluente del Goethe de Afinidades electivas), eso que uno encuentra como parte del propio camino: experiencias, lecturas, trabajos entrecruzándose que nos hacen llevar autores como parte de la propia biografía, que no es otra cosa que comprender la extensión discursiva propia en el relato de la poesía chilena, siempre atenta a las vanguardias pero también sus herencias. En este caso, la singularidad del poema breve donde se pueden reconocer y recordar a Gonzalo Millán, Omar Lara o Mauricio Redolés siguiendo la corriente de obras y autores.

El libro Corazón, cuyos textos poseen una extensión regularmente epigramática, va delineando una propuesta coherente. El mismo trabajo adquiere independencia y se nutre a sí mismo con el ejercicio plástico conocido del autor: las traducciones del portugués que Leo Lobos ha entregado a nuestro deleite, y con ello, este decir cobra una seguridad que sabe combinar lo público y lo privado, se hace voz.

 

“Toda oscuridad

enciende miles de

luciérnagas

 

Las cosas importantes

suceden

en lo oscuro”

((Co) Razón).

 

De este modo, Corazón, viene a ratificar la escritura continua de un autor con tres décadas de oficio en la singular poesía chilena.

 


Sergio Rodríguez Saavedra (Santiago de Chile, 1963). Ha publicado en poesía Suscrito en la niebla (1995); Ciudad Poniente (2000 – 2002); Memorial del Confín de la Tierra (2003), Tractatus y Mariposa (2006), Militancia Personal (2008); Centenario (2011); Ejercicios para encender el paso de los días (2014) y Patria Negra Patria Roja (2016). En España fue editada la antología de su obra Nombres propios (2017), y en Colombia su Antología de agua y hueso (2018). Ha ganado diversos premios y becas. Participó de las antologías críticas Anguita 20/20 y Teillier Crítico. Actualmente escribe para Revista Cultural La Noche y Latin American Literature Today.

Leonardo Lobos Lagos nació en Santiago de Chile en 1966. Ha publicado 15 libros de poesía. Su obra ha sido traducida al portugués, búlgaro, inglés, italiano, rumano, japonés, chino, árabe, francés y holandés. Como traductor desde el portugués ha realizado versiones en castellano de autores como Roberto Piva, Hilda Hilst, Claudio Willer, Tanussi Cardoso, Paulo Leminski y del escritor portugués Fernando Pessoa. Ha recibido numerosos premios y becas. Corresponsal en Chile de la Revista Archipiélago.

Tres poemas de La oscuridad del signo, de Franco Riquelme

Cinco poemas de Alex Fleites

Una selección de poemas del poeta, editor y periodista cubano Alex Fleites.

 

noche que vela los espejos

 

para reina maría  despierta en ánimas

 

noche cerrada como un puño

que nada contiene

ni una tos  ni una risa

ni el gorjeo de un niño

 

noche por donde no circulan autos

ni nadie canta como si peleara

en medio de la calle

ni una radio ha quedado encendida

derramando noticias

que no importan

pues no hablan

de ninguno de nosotros

ni de nuestros enemigos

ni siquiera de los seres que amábamos

 

noche como rosa nonata

que ni perfuma ni estalla en color

 

noche que vela los espejos

 

noche que devora

las minúsculas plantas de la sala

los cuadros donde se asomaron

espantados los amigos

 

noche que sabe que vigilo

que salgo al balcón

como quien mira

a través del retrato de la hija

 

noche previa a la noche de la noche

disuélvete en mi pecho

y no permitas que ponga un pie

más allá de la marca sangrienta

donde ya no hacen falta los misterios

 

 *

 

⟨⟩

 

⟨adentro era un domingo

sin palabras

 

había poca luz

 

el salmón que escapó

de casi todo

vino a encallar

en nuestra mesa

 

brad mehldau

amenizaba

la carrera de hormigas

pésima elección

las locas se ponían

a marcar el ritmo

 

afuera el mundo

era un acuario

la gente respiraba

la brisa incendiaria

quería decirnos algo

pero se marchaba

nadando el resplandor

 

tu jugabas a ordenar

rostros vencidos

hechos al arte de la espera

 

yo me daba palmadas

en la frente

por un verso feliz

que a otro se le había

antes revelado

 

después de comer

tradujimos

de dylan el “desaire”

 

estábamos podridos de amar

lo incomprensible

 

aquí se podía besar sin previo aviso

aquí se podía ejercer la desnudez

y ungirla con vino rojo

y briznas de tierra lloviznada

 

al cerrarse el símbolo

quedaron limitados los espacios

 

no me habría importado

permanecer del otro lado

si hubiera podido impedir

una vez más

la disolución de tu sombra

de espaldas

alejándose⟩

 

*

 

 

discurso del hombre como un gato

 

 

este es el comienzo de la cuarta vida

 

en pocos metros cuadrados

acomodo lo que queda

de mi mundo

afortunadamente tan poco

que nunca va a desbordarse

aunque las ventanas

se queden peligrosamente abiertas

a los incendios de la noche

 

este es el momento

en que empieza a fundarse el olvido

 

fuera los espejos

fuera las cintas que reproducen

intensas vísperas  anunciaciones varias

fuera los libros que atestiguan

los retratos que hablan

el perro que pasa una y otra vez

por el sueño sin reconocer la mano

el olor pálido de entonces

 

esta es la hora en que debo quemar

los trajes que en otro tiempo

me arroparon el alma

el segundo de cortar

los hilos del teléfono

cambiar de nombre

dejar tan sólo un rastro de hojas secas

que sirva a los hijos

si fuera menester

para dar con mi atribulado corazón

tan errático como una granada

cuya parábola

nadie puede corregir

y una y otra vez cae al centro del mar

sólo para espanto

de anémonas y peces

 

*

caída de la casa

 

al techo de la casa

le han salido manchas de humedad

 

si se miran bien  dos rosas inconclusas

dos rostros

dos pámpanos marinos

y hasta dos soles negros

sobre nuestro breve cielo

de estar cómodamente acongojados

 

mañana alguien  diligente

va a reparar las lozas

que la lluvia cincela

y cobrará por ello

un precio intolerable

 

nada va a quedar

del presagio de las floraciones

 

olvidaremos por un tiempo

el inaplazable comienzo del derrumbe

 

*

 

beber café en la oscuridad aleja el miedo

 

adentro de la taza

también está la noche

que diluye

hasta los pensamientos

 

beber café en la oscuridad

es como aspirar

la niebla

echar leños

al cráter de un volcán

lanzar los ojos

a las aves que han bajado

trinando

a comer de tus despojos

 

quien se bebe la noche

despertará

sangrando

en una noche

de otro tiempo

 

quien se bebe la noche

desciende

sin miedo

a la gruta

donde se guardan

los cuadernos y los signos

los talismanes y las fotos

el aire denso

de aquel amanecer

en que toda posibilidad

temblaba de rocío

 

beber café en la oscuridad

apaga los rezos

las canciones

que se pretendían

amorosas

sella el rumor

por donde tratara

de deslizarse la luz,

la caricia furtiva,

cualquier palabra

que no volviese

a herir

que no volviese

 


Alex Fleites (Caracas, 1954). Licenciado en Filología Española por la Universidad de La Habana. Entre sus poemarios más conocidos se cuentan  A dos espacios (1981), El arca de la serena alegría (1985), Ómnibus de noche (1995) y Un perro en la casa del amor (2004). En el 2015 la Universidad Veracruzana editó su antología personal Alguien enciende las luces del planeta. Es, asimismo, autor del libro de relatos Canta lo sentimental publicado en México (2011), Cuba (2012) y España (2016). Su obra ha sido parcialmente traducida al ruso, inglés, francés, italiano, alemán, portugués, chino, vietnamita y cebuano. Aparece antologado en importantes colecciones de poetas cubanos confeccionadas en la Isla y en el exterior. Es periodista, editor y curador de arte.

 

Fotografía: Álvaro Fleites

 

 

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