Negaciones y memorias del confín de la Tierra

 

Por Marcelo Valko*

 

Selk’nam, genocidio y resistencia es un libro que corporiza aquella cruda advertencia, lanzada por Thomas Hobbes en Leviatán, cuando define al hombre como lobo del hombre. Ciertamente sus páginas exhiben un muestrario de lobos de hombres y mujeres, lobos disfrazados de intrépidos buscadores de oro, de patrióticos militares, de arriesgados latifundistas y beneméritos eclesiásticos que, según corresponda, se apropian de lo que existe en la tierra y de lo que suponen irá al cielo.

En principio resulta evidente que el autor fue capturado por el embeleso de sueño y sangre de la mítica Patagonia, como ya se insinúa en Menéndez, rey de la Patagonia, su obra anterior. La enorme extensión del territorio, el clima severo y los vientos punzantes atraviesan estas páginas y forman parte de un riguroso relato que se centra en los pueblos aónikenk, yagán, kawésqar y selk’nam, habitantes del extremo sur patagónico y de Tierra del Fuego, quienes padecieron de lleno el contacto de “la civilización” en los últimos decenios del siglo XIX y comienzos del XX. Anticipo que el conocimiento de la geografía en la que José Luis Alonso Marchante basa la investigación, no la obtuvo desde su escritorio madrileño mediante el google maps. El autor recorrió y estuvo in situ en los principales puntos donde se centra la trama, tanto de Chile como de Argentina. De ahí su asombro y su genuino espanto ante el genocidio perpetrado en ambos lados de la lábil frontera fueguina, que secciona en dos jurisdicciones políticas a sus habitantes originarios. Dos jurisdicciones unidas por un mismo mandante: el capital como lo demuestra el llamado “abrazo del estrecho” protagonizado por el presidente chileno Federico Errázuriz y su par argentino Julio Roca el 16 de febrero de 1899. Más allá de distender el ambiente hostil entre ambos países por diferencias limítrofes, el encuentro tuvo un condimento extra, que demuestra la estructura económica imperante en la región. En este sentido el autor nos ofrece una verdadera perlita. Si bien ambos mandatarios pernotaron en Punta Arenas, Errázuriz lo hizo en el palacio de Sara Braun y Roca en la mansión de José Menéndez. Estas familias (o diríamos fortunas) terminan luego unidas por lazos de parentesco, demostración de que ese abrazo fue un abrazo de oso, un abrazo del capital verdadero dueño de ese lejano sur que estrujó soberanía y la existencia de los fueguinos.

Los datos y testimonios que facilita el texto acerca del arrinconamiento que padecen los originarios, por la disputa de la costa y el avance del alambrado sobre los pastizales en favor de la inversión lanera de los gentelman farmer, eliminando individuos y desplazando guanacos, dieta básica de los selk’nam, son tan abrumadores que el lector no puede menos que estremecerse ante el progresivo cerco de hambre y muerte que se le impone a los dueños de la tierra. Ese modus operandi de “la civilización” nos retrotrae a lo sucedido durante el mismo período cuando se produce la “Conquista del Chaco”. Allí, el Ejército argentino desplazó a las comunidades de las márgenes de los ríos privándolos de la pesca y de sus territorios de caza, obligándolos a replegarse al interior condenándolas al hambre y la miseria. La posterior expansión de la frontera agropecuaria significó el tiro de gracia.

La recopilación de citas, siempre oportunas, nos posibilita recrear el imaginario de época, de ese modo nos facilita un sinfín de testimonios contemporáneos que manifiestan su horror ante el exterminio de las poblaciones indígenas. En estas páginas emergen las voces de exploradores, cartógrafos, científicos, historiadores, botánicos y periodistas que pasan por la zona, demostrando cómo el espanto que hoy causa aquel genocidio era compartido en aquel tiempo por personalidades como Otto Nordenskjöld, Carl Skottsberg o Charles Rabot entre otros, que dejan constancia de “las carnicerías científicas que se llevaban a cabo para la obtención de cráneos para museos europeos” o las crudas referencias “a las cabelleras de los perros salvajes” como denominaban los cazadores de indios a sus presas, siendo constante las menciones a “la hiriente desnudez y miseria en que yacen cientos de indios”.

Selk’nam, genocidio y resistencia ya desde el título anticipa que se encuentra en las antípodas de una historia servil o complaciente. Con datos inobjetables, el libro explica el incremento de la violencia de los primeros encuentros con militares o aventureros hasta convertirse en algo sistemático, ya que los hacendados consiguen una absoluta subordinación policial a sus intereses dictados por la libra esterlina. Por lo demás, Alonso Marchante tampoco apunta a dictar sus conclusiones al lector. Su vuelo de investigador es más ambicioso. Con paciencia admirable expone las pruebas del caso para que cada quien juzgue lo ocurrido. La descripción prolijamente descarnada, la minuciosa pesquisa bibliográfica, las imágenes que nos instalan en la zona y las acertadas referencias lo tornan en un libro imprescindible para estudiosos y al mismo tiempo, su narración fluida lo convierte en un texto de divulgación para el gran público, que verá desfilar las intrigas palaciegas de anglicanos, salesianos y latifundistas que convergen en un atroz genocidio del que pocos hablan ya que el silencio de unos y otros fue muy lucrativo. Hacía falta una mirada como la suya para desmontar en forma pormenorizada lo ocurrido en Finis Terrae, una geografía tan distante que algunos la califican como el lugar donde dobla el viento. Esa misma lejanía facilita la acción criminal causada por una ambición desmedida tanto para apropiarse de tierras y recursos como para apoderarse de “las almas imperecederas de los infelices salvajes”. Una situación que nos retrotrae a aquella premisa de Karl Marx cuando afirma que así como el capitalismo se disfraza en las metrópolis, del mismo modo no tiene empacho en pasearse desnudo en la periferia. Existen autores que borran con el codo lo que escriben con la mano, este no es el caso. Alonso Marchante, a quien tuve oportunidad de conocer durante su estadía en Argentina mientras recopilaba información que se plasmó en su magnífica investigación anterior, demuestra que su accionar de historiador camina junto a un compromiso de vida. Selk’nam, genocidio y resistencia es uno de esos textos que no terminarán en la mesa de saldos, por el contrario es de las investigaciones que interpelan al lector invitando a una reflexión profunda. Es un libro que apunta al pensamiento.

Considero sobresaliente el capítulo sobre la “Reducción de Indios” de la isla Dawson a manos de los salesianos encabezados por Giuseppe Fagnano. Si bien el reasentamiento estratégico de la población en un punto determinado fue común en toda la América colonial y luego prosigue durante la era republicana, lo acontecido allí entre 1888-1911 escapa a toda lógica. En principio, dado que los salesianos no conocían el idioma de los fueguinos, la evangelización era una simple utopía: bastaba con lo mínimo y que abandonen sus quillangos de piel para vestirse con harapos occidentales. Dawson pronto se transformó en un muy próspero establecimiento industrial. Lo expresa con contundencia un dignatario eclesiástico “los indios civilizados se convertirán en peones baratos, que permitirán realizar una producción abundante a poca costa”. El negocio era tan fructífero que pronto los empresarios madereros de Punta Arenas levantaron sus quejas ya que les resultaba imposible enfrentar esa competencia desleal, a menos “que hallen el medio de hacer trabajar gratuitamente a sus hombres”. Paradójicamente en medio de tanta prosperidad, el sitio más concurrido de la misión fue el cementerio, donde las fosas comunes se expandieron hasta casi alcanzar el millar de decesos. Los kawésqar y los selk’nam confinados allí morían a causa de la tuberculosis, la tisis y el sarampión, potenciados por el hacinamiento, el absoluto abandono a su suerte y la falta de medidas de profilaxis elementales como separar sanos de enfermos. Vale aclarar que, tal como consigna el autor, la reducción carecía siquiera de una mínima enfermería. En medio de ese auténtico apocalipsis, resulta incomprensible el negacionismo y la increíble distorsión perceptiva de las religiosas a quienes les “causaba envidia verlos partir [a los selk’nam] de este mundo para la eternidad tan bien dispuestos, llenos de fe y alegría como si fueran a un festín”.

En varios pasajes Alonso Marchante menciona la imposición de un nuevo nombre a los originarios que acaban en manos de los religiosos, semejante sustitución no solo supone avasallar la mismidad de un individuo sino convertirlo en otro. Se trata de una verdadera metamorfosis. Dentro de la dialéctica sígnica de unos y otros, la “Reducción de Indios” proyecta dos implicancias fundamentales. Detrás de sus paredes se encuentran el reducidor y el reducido. Es un asunto de proporciones geométricas. La Reducción guarda relación con el desmantelamiento y colonización del mundo simbólico. Esta curiosa evangelización a la liliputiense consistió en un sistema diseñado para empequeñecer al individuo en todos los órdenes y guarda estrecha relación con el proceso de invisibilidad. Quienes ingresan en las Misiones admiten de facto su reducti. Aceptan el cercenamiento de su estatura humana. Al reducido se le amputa “el sobrante salvaje” es decir su bagaje simbólico (cultura, sueños, religión, cosmovisión). Aun existe otra implicancia, tal gradación reduce al originario en la misma proporción que agiganta al misionero. Traspasar el portal presupone pasar por una suerte de tamiz que separa modalidades del ser. Al participar de esta constelación simbólica, forzosamente se le extirpa parte de su esencia. El movimiento dialéctico de reducidos y reducidores se convertía en un círculo de viciosa retroalimentación, en definitiva instaura un terrorismo simbólico. Tengamos presente que a principios de 1946, Argentina aún contaba con un organismo denominado Honorable Comisión de Reducción de Indios que tenía como postulados básicos la reducción, protección e instrucción. Incluso la Constitución, que fue reformada en 1994, todavía poseía un artículo que “obligaba a la conversión de los indios al catolicismo”.

Un mérito adicional del autor o si se quiere un plusvalor literario, consiste en su nacionalidad. Desde estas costas es pertinente y necesario que un español se ocupe de narrar el horror que el Descubri-MIENTO (ya que hay más Mientos que Descubris) trajo a este continente. Su percepción venida desde el otro lado del Atlántico, si bien no es objetiva, nadie lo es, es una mirada despojada del-estar-aquí y por eso mismo logra una dimensión singularmente efectiva que potencia su obra. Mucho más podría añadir sobre este profundo trabajo de Alonso Marchante, pero creo que con lo dicho es suficiente para preparar al lector deseoso de conocer la verdad sobre lo ocurrido en aquel remoto espacio patagónico, en donde se pagaba una libra esterlina por cabeza de selk’nam que morían sin vislumbrar por qué unos pocos hombres acaparaban para sí millares de ovejas y toda la tierra. En definitiva, no comprendían cómo la propiedad privada crea un mundo absurdo, un mundo de injusticias donde algunos pocos se apropian de tanto arrojando a la marginación a millares de seres humanos. Un siglo después, compartimos en un todo la extrañeza e incomprensión de aquellos fueguinos ante semejante aberración y celebramos que los selk’nam de hoy hayan comenzado una efectiva lucha por sus derechos y la tierra de sus ancestros.

 

* Marcelo Valko se dedica a la investigación antropológica en relación con el genocidio indígena y afrodescendiente. Especializado en etnoliteratura, ha publicado más de una docena de libros y numerosos textos en Argentina, Chile, Brasil, Perú, Colombia, México, EEUU, España y Francia.

El texto precedente corresponde al prólogo de Selk’nam, genocidio y resistencia (La Flor Azul, Argentina, 2022).

 


 

José Luis Alonso Marchante (Gijón, España, 1971) es de profesión economista y apasionado de la historia por vocación. Vinculado al Grupo de Investigación Frente Norte, en 2006 publicó su primer libro, Muerte en Somiedo, una historia de la guerra civil en Asturias y León (editorial Azucel). En 2014 publicó Menéndez, rey de la Patagonia (Catalonia, Chile; Losada, Argentina), libro que recibió una Mención Honorífica en los Latino Book y que ya lleva trece ediciones en Argentina y chile. En 2019 aparece Selknam, genocidio y resistencia (Catalonia), cuya edición argentina por La Flor Azul se publicó en 2022. Ha participado también en el libro colectivo Patagonia rebelde, 100 años (Red Editorial).