A continuación, un recorrido por la poesía de Viviana Ayilef.
Las mujeres de mi pueblo se saludan con dos besos y detienen el abrazo
lo sostienen por un largo rato
se sonríen
a veces lloran también de alegría luego de ese abrazo
y vuelven a mirarse
lento
sonríen desde los ojos
y las ancestras también se sonríen
en ese momento danza la memoria
la sangre se mueve y un único útero trabaja de nuevo
un niño nace por acá
otro más allá
la alegría de un pueblo se mece en las aguas
los hijos son la memoria
el tiempo
mantiene
allí su equilibrio.
No estamos aquí puestas solas
caminamos con los hombres
los ancianos
las ancianas
las piedras que dicen y el árbol
que acompaña desde arriba
idéntico corazón mueve el hilo de nuestros caminos
mar y río
agüita de la montaña que baja y da vida
menuco
trayenco
mari mari kushe
mari mari fucha
mari mari ullcha zomo
mari mari weche wentru
mari mari ngen co
mari mari pu ngen
kom.
A veces en ese abrazo sacamos también nuestra pena
quedamos ahí suspendidas juntando los corazones
la pena de nuestro pueblo es muy vieja
pero es siempre nueva
muy larga para contarla
muy presente para no nombrarla
la pena de un genocidio
de una violencia racial que no cesa
en lo cotidiano
la pena de no poder estar
existiendo como pueblo.
El abrazo junta todo
se pasa urgente la pena y la alegría se levanta.
Las mujeres de mi pueblo sacan fuerza del abrazo
útero su corazón
pensamiento su mirada.
Las mujeres de mi pueblo
ese abrazo
que teje.
A veces el río se asusta
al río le llegó desde abajo el relato de cómo otros ríos
eran perseguidos
cómo se estaban secando
como un hilito de voz cuando se va yendo
la parte viva de alguien
acá
y se despide.
Cuando el río se asusta aparece el viento
el sol y la luna se ponen nerviosos también
y hacen sus macanas
a ver
si aprendemos.
El río se le aparece también en los sueños a gente que quiere
por eso esa gente nos calma la sed
nos alivia.
A mí no
a mí no me habla ese río
el río tiene otros interlocutores.
Las gitanas leen líneas en las manos
yo leo las líneas que juntan el corazón al sonido
veo ese afluente
sé la desembocadura.
Esas miradas existen y no hay bota policial
no hay patada
golpe
amedrentamiento
que pueda dañar esos ojos a los que amó el río
yo los sigo
están al lado de un río haciendo ceremonias
están en la calle mientras uno apenas puede con uno
están en las Asambleas
yo los vi flameando nuestra wenufoye sobre julio roca
esa gente tiene ríos en el cuerpo en lugar de sangre
por eso resisten
saben que la única forma de seguir en esto es fluir
subidos al corazón
azul
de la vida
como si se tratara del agua.
siempre hay un fuego, siempre hay un agua
está todo ahí, disponible, hay que saber activarlo,
o poder adivinar, dejarlo pasar,
bienvenido fuego, bienvenida agua
perdón el desorden
estaba olvidada / tanto que penamos
quedan
la casa y el mundo pequeño de uno
tan abandonados
pasen por acá
el espacio es chico
pero el corazón
vaya que ha crecido
ya está bien curado
agua que no ha de beber
fuego que no ha de cruzar
tierra que ya nunca
siempre también hay un aire
(no se trata de los elementos sino
de lo que presentan)
estaba ahí, en mi casa,
adentro de mi burbuja curando la piel con alguna planta
y apareció un aire de fuego, germinamos
una misma cosa puede hacer nacer los cuatro elementos
ahora estoy acá, miro el mar
las olas se agolpan como pensamientos
las aves palpitan
todo aún sucede
siempre habrá un aire en la piel
a la vera del camino / en la forma de un ave
en un viejo amigo que llega a tu mesa
en un libro
en la forma nueva de reír que ves en tus hijos
en una canción que antes daba pena y hoy te da cobijo
siempre habrá un fuego en la piel
más adentro
y mucho más adentro también
el espacio es chico pero el corazón
vaya que ha crecido.
Mi corazón es un árbol que azotan los vientos
los vientos del este
vientos del oeste
mi corazón es un árbol que doblan los vientos
mi corazón es un árbol de frondoso ramaje
las ramas extendidas de mi corazón crecen de costado
las ramas tendidas de mi corazón buscan el abrazo.
Mi corazón es un árbol que va a acariciar a otro árbol.
Las ramas de ese árbol crecen, todavía, hacia arriba.
Pero la sabiduría del árbol comprende que solo se crece si anida al costado.
Mi corazón no es una flor con espinas.
Mi corazón es un árbol.
Mi corazón es un árbol
que brota.
Yo no tuve una abuela
fogón de relatos
ollitas humeantes
telar que congregue.
No vi perderse en el horizonte la piel del caballo.
Nunca me bañé en la aguada.
Y no corrí a la intemperie, descalza.
He vivido presa.
Pero no puedo mentir esa historia.
No puedo decir “en mi recuerdo de infancia los mayores…”, algo.
Porque no había mayores.
Tampoco había infancia.
Trato de reconstruirla.
Junto elementos pequeños para pensar una imagen.
Una hamaca, una niña, una tortuguita.
Se pierden.
Trato de ficcionar un relato mapuche a la usanza
para llenar el inciso
pero vi a mi abuelo delirar las chivas en una pieza de barrio. En Esquel. En el Barrio
Roca.
Cuando no pudo más habitar su tapera camino a La Zeta.
Lo vi regando con vino el cerámico limpio. Era perfecto ese círculo.
Y vi a la tía correr a puteadas mientras torcía el trapo de piso
y con él nuestra historia
caían las gotas de vino como cayera la sangre
las lágrimas
como estas palabras caen.
Esos son mis recuerdos
Se teje ahí mi memoria.
Porque vi eso de niña y pensé “mirá qué loco el abuelo”
Y veo lo mismo al trasluz de la historia, y pienso: “cuánto dolor y ternura, mi abuelo, su
ofrenda”
No sé cómo presentarme.
Abro la boca y se traba el tuwün, balbuceo el kupalme.
No puedo hacer pentukun.
Tengo, sin embargo, don de la palabra.
Yo soy Viviana Ayilef
Nací en Trelew
Sigo viva.
Esas son las líneas de mi corazón
aunque no tuve una abuela que me contara un relato.
Viviana Ayilef nació en Trelew (1981). Es Profesora, Licenciada y Magister en Letras por la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB), donde trabaja como docente. Agua de Otoño/Kelleñü (2011), Cautivos (2013), Meulen (Lo que puede un cuerpo) (2017), Mailen (2020) y Ayün/ Memorias del Agua (2023) son sus libros de poemas. También publicó Malvinas en fragmentos (2011 y 2022), una compilación de narrativa histórica y Los Cositos (2017), anecdotario infantil. Sus poemas formaron parte de distintas antologías de Argentina, Chile y Alemania. Es miembro del Centro de Estudios de Lenguas y Literaturas Patagónicas y Andinas (CELLPA) e integra el Colectivo Intercultural Tükulpan.