Poemas del libro “A nadie le importa”, publicado por La gran Nilson en 2016
Plan de paz
No hay paz sincera
ni planes sin fisura.
En aquelarre mediático,
uno de los nuestros, cayó en la
trampa humillado, al estirar el brazo
en símbolo fraterno.
Ahora su cabeza se exhibe
frente al Obelisco,
en una horca 3D.
Y el mandante
a todas luces declara que
fue involuntario, el haber
dicho ‘todo negro es
bienvenido
lejos de la frontera’.
Lección primera:
nunca creas en quienes
te ofrecen caramelos
mientras te quitan los zapatos.
Lección segunda:
nunca aceptes botellas de Coca-Cola,
abiertas
en dependencias policiales.
Lección tercera:
nunca dejes que un mito
se consuma con sandía y vino.
Lección cuarta:
nunca dejes que un holograma
disipe tus mejores aromas.
Ficciones
La nostalgia confunde
distorsiona eso que evoca.
Fantasmas de galera
con tono imperativo reclaman
faena de oraciones
cacerolas batientes
restauración del mando.
Su-realidad vencedora
ejerce sin límites
en terreno apropiado
legiones poseedoras
con sus cucardas
espantan a la plebe
dispersan efluvios
sobre avenida Santa Fe
para que vuelva a convertirse
desde plaza San Martín
hasta La Rural, en una carretera
de sentido único
con su mano invisible
de orden y progreso.
Cambio de color
A veces se puede
reconstruir un trayecto si
hurgamos entre capas
muy profundas de
nuestras acciones.
Se piensa: qué hacemos
cómo llegamos hasta aquí
quién está bajo nuestro techo
si esto sirve para seguir
en modo programa
con la llama activa
a pesar de la tormenta.
Y sospechamos
matar, matarse, morir de muerte
herida derramada, es un desvío
si se busca despegar en el viento.
Y sospechamos
en medio de ruinas
la carne blanda se derrite
en pocos minutos
cuando la fogata cambia de color.
La chispa
Se quiere paz cuando hay guerra
y en la paz algunos pesados
piden sangre pa’los que
interfieren sus negocios.
Si hay represalia el desconcierto
se apodera de los pasos
el andar de miles
no cambia nada en apariencia
es más bien
poesía cargada de futuro
escenario adecuado
para que una chispa
encienda la hojarasca.
Algunos dicen
en el pasto seco alcanza
una chispa bien dirigida para
que arda la espesura.
Así, con un alma en piedra,
se golpearían nuevas
piedras hasta que apareciera
la potencia transformadora
de la materia en un gran fuego.
Otros quieren esparcir
pequeños focos ardientes
en campo abierto
confían en sus luces
como un destino mágico.
Con firmeza
insistimos durante añares
la maleza tarda
en ponerse a punto.
Está demostrado:
repartir chisperos no siempre
genera fuego envolvente
tampoco una hoguera bien
alimentada, garantiza
una llama perdurable.
Para encontrarse
Algún día, tal vez no importen
reglas virtuales de esta ciudad
algún día tendremos alternativas
al diseño colonial de las calles.
Algún día un urbanista nacido
de las entrañas de un árbol añoso
transformará en laberintos borgeanos
este bloque de líneas rectas.
Así podríamos evitar el
código de los negocios
desandar legados de virreyes
producir organismos
sinfines mutantes.
En una pequeña parte
del territorio, por el momento,
la clave es: salida a paso lento,
avance, retroceso, giros inesperados
sin objetivo aparente, explorar
algo nuevo en las mismas coordenadas.
Si te movés por Ballivián el destino es
Ginebra. Aunque, si la idea es seguir
hacia Liverpool, entonces llegarías
a Londres. Y al decidir un camino
recto, insólitamente, se proyecta
Dublin al Sur. Pero cuando
preferís zapatear por Bauness
es mejor un giro a la izquierda
y no retroceder en Cádiz.
El miedo a perderse
intimida a taxistas, carteros
y guardianes del orden.
En cambio, es atrapante
para quienes deciden buscar
su propio monstruo,
en el laberinto de sus palabras.
Sin temor al desvarío
porque sabemos, de todo laberinto
siempre se sale por arriba.
Hace falta…
Hace falta preguntarse,
cuando el calor aprieta, qué pasa
con la espuma de las olas
cómo sobreviven sin ser pensadas
sin reflejarse en otros
qué camino toman
mareas en lucha
cómo recuperan su fuerza
al entreverarse con Orixás.
Algunos quedamos
en telaraña de calles
con bolsillos resecos,
entre ardores subtropicales,
extrañados del vacío
sin autos ni gente.
Sólo nos queda sacar fotos
a los rebotes soleados
dormir bajo un árbol junto a
la amada inmóvil,
o quizás derretirnos
con el hormigón,
pasear por un parque
y meter las patas en la fuente.
El grito infinito
No avanzar, stop,
un alto en la huella
el mundo se detiene
al menos un rato
Caminabas hipersensible
sobre puente Alsina,
en color sepia, inescrutable,
una silueta de otro siglo.
Tu imaginación se puebla
de gritos y de sombras
salidos de cavernas
nervios crujen, se resienten
un deja vú interminable.
Pájaros traen en sus plumas
verdades enlatadas
para supermercados
Sin moverse, a pesar de la
penumbra de sus aguas, se avizora
Riachuelo fundido en metales
sobras del gatillo fácil.
Estruendo mudo
se apodera de tu sistema.
Pronto tu cabeza será
un sonajero para niños,
recuerdo de compañeros
anomalía de la memoria.
Lo que resuena en
brumas agitadas es
frío inyectado en los huesos.
Travesía mental
Quien anda sin rumbo
tarda mucho en comprender
cabeza-piernas desfasadas.
Primero izquierda, luego derecha,
una temporada de falocentrismo
y después a empezar de nuevo.
Van y vienen sin criterio aparente
plenos de coartadas, rebusques de ocasión.
Antes vagaban por Independencia
con el pecho inflado pero
decidieron girar a la izquierda
en avenida 9 de Julio
para terminar en Estados Unidos.
Allí se pierden sus pasos
en el magma de la indiferencia.
Verdadero misterio es saber lo que irradia
un mar de cabezas en sincronía
pues si acaso pudiera ocultarse en
El lado oscuro de la luna.
Quienes andan sin rumbo
dicen que pensar demasiado
sustrae la acción al cuerpo
pero no podría decir sin pensar
sería terrible no hacer preguntas.
Dicen en el diario que
si no hubiera cuestionamientos
las personas serían
noventa y dos por ciento más felices.
Y en las encuestas se demostraría que,
si se acataran las normas, al consenso
se podría llegar con facilidad.
Aun así, aunque luzcan
muy probadas, las estadísticas
nunca resultan confiables.
Los rayos
¡Qué te parta un rayo!
lanzaron hacia vos
en perpetua condena y
te arrebataron.
Ante cada amenaza
de aguacero quedás
chamuscado sin mojadura.
Último recurso, alejarse entre
diques de un puerto caído
para obtener equilibrio, electricidad
a distancia de-vida.
El agua recibe tu vacío
lleno de ondas planas
sin cruces ni petates.
Abrís tu garganta esperando
alivio en forma de gotas
gotas de palabras
re piquetean / re que te pican
hasta desangrar tu lengua.
Una lengua cortada a cuchillo
no puede saborear
silabeo infértil a todo trapo.
Y te preguntás con furia
si esas descargas incendiarias
convierten un gruñido en adagio,
un tibio en Maldoror.
A nadie
A nadie sorprende
un perro ileso
caído de un balcón
Chopin interpretado
por gatos siameses
con un piano de juguete
miles de cosas pasan
al mismo tiempo
nadie se satura
de indolencia nada
a nadie le importa
el olvido nunca
conviene
dejarse llevar
por habladurías.
A nadie nada
importa si los gatos
son un simulacro
o si el perro se disuelve
como un meteorito
al estrellarse contra el piso.
Nadie se sorprende
por el tiempo de arena
nadie se satura nunca
de habladurías a nadie
conviene
dejarse llevar
el olvido de nada
a nadie le importa.
Fernando Gabriel Caniza nació en la ciudad de Buenos Aires. Es escritor, periodista, docente y gestor cultural. Publicó los poemarios A nadie le importa (la gran Nilson, 2016) y Luces de hospital (Araña Editorial, Valencia, 2004). Tiene otro libro esperando su publicación. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). Fue redactor en el diario La Nación y es docente titular en la Universidad de Palermo. Asesora en Comunicación organizacional con su propia consultora. Se desempeña en gestión cultural con la curaduría del ciclo Transpolar de literatura+música+imágenes (2013, hasta la fecha). Coordinó mesas de lectura en en el festival Poética (Centro Cultural Kirchner) y Festival Internacional de Poesía (Feria del Libro de Buenos Aires, 2009) Entre 2009-2012 integró la comisión directiva de la Sociedad de Escritores de la Argentina (SEA).