El libro de poemas Escuela Pública, de Omar Chauvié, incursiona en diversos planos del quehacer humano, aunando trayectorias y tendencias que tienen que ver con la vida y el conocimiento, la formación escolar y la escritura, además de hacerle rendir cuentas a la historia política.
Simbiosis entre lo real y lo simbólico
Todo autor sabe y reconoce que la escritura implica un ejercicio de memoria, donde se reúnen y atan tanto sucesos ocurridos en la vida real como aquellos que han nutrido la imaginación a través de la lectura. En ambos casos, en la articulación e influencia del universo de lo real y lo simbólico, funciona el proceso creativo literario, pues la experiencia de esos dos caminos se transforma en poesía, relato, teatro o ensayo.
Henry Miller advierte que “En la calle se aprende lo que realmente son los seres humanos; de otro modo, o más adelante, uno los inventa. Lo que no está en el medio de la calle es falso, derivado, es decir, literatura”, por lo tanto en ese entrecruzamiento se resignifica la mutua dependencia de las dos acciones: la de vivir y la de simbolizar.
En definitiva, lo que está plasmado en un libro ―los sedimentos con que se identifica a determinado artista, o sea, su estilo―, de alguna manera, se quiera o no, forma parte de la historia de los hombres y de los pueblos; incluso fueron, a veces, ellos mismos sus propios protagonistas, porque desde sus entrañas se ha diseminado la ficción.
La letra dominante
En Escuela Pública (Ediciones Vox, 2012) el poeta Omar Chauvié indaga en el proceso estético dominante y busca el intersticio para deconstruir el orden del discurso, focalizando su relectura y reescritura en el punto nodal con que se conforman las palabras y las oraciones: la letra. Esta microfísica se emparenta al desmontaje de la retórica legitimada que propusiera Arthur Rimbaud a través del soneto “Voyelles”, donde recreó una innovación poética por medio de la relación entre las vocales y las evocaciones que éstas le producían; inexistente hasta ese momento. Esta serie de poemas circula por diversos ámbitos socioculturales, dando cuenta de la particularidad de sus discursos, jergas, entonaciones y matices. De esa manera la poesía repone y modula en su propia práctica la vitalidad (o violencia) del conflicto social, de la lucha de clases y evidencia las construcciones semióticas que impone la hegemonía.
El aura del grafo
En el libro hallamos, entre otros elementos, una experimentación gráfica -acorde a las experiencias de las vanguardias, pues el autor incrusta textos manuscritos escaneados-, donde el grafo es la marca en la que se concentra el poder de la letra, el poder del abecedario, y además se esboza la contraposición entre la técnica seriada (mecánica y digital) y el aura de la escritura como “acción manual”; el resultado de una caligrafía que es única y personal. La poesía, entonces, podría ser un hilo conductor que se sostiene en la letra, en la fuerza del trazo, en la polifonía del decir, en la significación polisémica. Sin embargo, el estilo sería la recurrencia del autor, el anudamiento del síntoma y la conquista del modo de nombrar con su propia cosmovisión del mundo. Omar Chauvié, en ese oficio u hosco arte, deconstruye y poetiza, invocando, en algunos casos, citas e intertextos (Kurt Schwitters, Laurie Anderson, Spinetta, Sarmiento, Mansilla, Hernández, Bartolomé Hidalgo), también recurre a la cartelería callejera, al relato urbano, al arte del aviso publicitario, identificando y densificando su literatura con los tiempos que corren.
Phoné/Graphé – Graphé/Phoné
El ejercicio escriturario bosquejado por Chauvié convoca otra vez a la palestra discusiones que tienen que ver con la oralidad y la escritura. Es importante observar que la poesía se asienta sobre ambas modalidades: lo oral se vuelca a lo escrito y también es resonancia de lo “escrito”, pero lo escrito demanda propios trazos y se vincula con otras obras anteriores o contemporáneas. En ese sentido lo oral se multiplica, modifica y distorsiona de generación en generación para resguardo de la memoria comunitaria. La escritura funciona similarmente, ya que a modo de palimpsesto se transcribe y reproduce de época en época convirtiéndose en testimonio; a la sazón todo libro se transforma en un mosaico de citas que remite a otros libros.
Desde los planteos platónicos/socráticos ―incluidos Rousseau, Saussure y Lévi-Strauss―, se privilegió a la phoné (habla) sobre la graphé (escritura), señalandosé la preeminencia de la primera categoría al considerar a lo transcrito en letra de molde como un suplemento que degrada a la memoria y la razón. Bajo esta concepción el lenguaje sería, entonces, expresión (cuerpo) de un sentido puro (alma). La obsesión de la metafísica ha consistido en separar lo interior de lo exterior y considerar el lenguaje como exteriorización del significado interior. Sin embargo Jacques Derrida en su relectura ha puesto en evidencia el desprecio y devaluación que la tradición filosófica occidental hizo de la “grafía”, interpretándola como mera copia, disfraz de la lengua o representación suplementaria de la palabra viva. Esta deconstrucción derrideana es posible notarla en los recursos que emplea Chauvié en su libro, pero que es, además, integradora, puesto que logra una articulación entre el trazo (manual y mecánico) y la voz que regurgita y trasciende desde la propia poesía.
Todo es política
La política contamina el campo literario y viceversa, porque todo signo es ideológico. En ese sentido la poesía apela a su capacidad imaginativa y desde la letra funda nuevos tropos, articula correspondencias, metáforas y un vocabulario emergente.
Si la política genocida de la Generación del ‘80 (que garantizó la preeminencia económica de un sector) dio nacimiento al término “atalivar”, Omar Chauvié revisa nuestro pasado reciente y testimonia la militancia y el compromiso de una generación de compañeros que pusieron en jaque la historia impuesta por la oligarquía junto a los grupos financieros. A esa pasión de lo real lo sintetiza con el concepto “aramburar”, en obvia referencia a Pedro Eugenio Aramburu, otrora presidente de facto, como lo fue Alejandro Agustín Lanusse, responsable de la masacre de Trelew ocurrida el 22 de agosto de 1972. Aramburu, fusilador de militantes políticos, civiles y militares, casi al igual que Lanusse: aramburar se asemeja a fusilar; y produce su antítesis: “ajusticiar” (en el caso de Aramburu). Recuérdese que los fusilamientos en los basurales de José León Suárez se concretan el 9 de junio de 1956. El hecho es resignificado en el libro Operación Masacre de Rodolfo Walsh, también desaparecido por una dictadura.
Deletrear la historia
La literatura se resuelve en su propia ejecución y en su propia experiencia creativa. Señalaba Paul Valéry que “el poema se abandona, no se termina”; por lo cual los objetivos del autor y las circunstancias inciden sobre el proceso que origina una obra. Consecuentemente Omar Chauvié nos propone en la obra Escuela Pública “solo ir signo a signo hasta desarmar/ lo que encierran”, por lo tanto “deletrea una historia/ lleva todo lo posible/ a un pedacito de papel”.
Omar Chauvié
Nació en Jacinto Arauz (La Pampa) en 1964. Reside en Bahía Blanca (Buenos Aires). Ha publicado, entre otros, los libros Escuela Pública (Ediciones Vox, 2012), Ernesto Guevara quiere ser Papá Noel y otros papeles (17 Grises Editora, 2010), Hinchada de metegol -Ampliada y Corregida-, (Ediciones Goles Rosas -edición electrónica-, Mar del Plata, 2009; 1° edición papel, Ediciones Vox, 1998), El ABC de Pastrana, (Ediciones Vox, 2003). Entre las antologías que recogen su obra destacan: 23 chichos bahienses, (Ediciones Vox, 2005) y Bahía Blanca, la ciudad letrada -narrativa, poesía-, (Ediciones Desde la Gente, 2004), y revistas como Poesía.com, Vox virtual, Diario de Poesía. Se desempeña como Profesor Adjunto en la cátedra Literatura Argentina de la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca).
POEMA
“hechos acontecidos entre el 17 y el 22 de agosto de 1972”
como las voces del truco que no tienen
la misma intensidad siempre
entre el envite y el apego
del grito al susurro
la maestra enumera las dificultades
que presenta
el avance militar en la cordillera
habla casi hasta la frontera del recreo
de cómo la guerra
también a veces
es un conversado juego de señas,
alusiones, engaños;
de los modos de disuadir a las fuerzas realistas
de un manuel rodríguez
guerrillero chileno que
allana el paso de san martín.
y lo cuenta porque es agosto y vale
en un agosto
conmemorativo de las escuelas argentinas
¿a cuántos días estará del diecisiete?
la acorralan las fechas
en ese aula de segundo grado
de puertas que se arriman al techo
donde resuenan las esperas del que conoce
el terreno
las emboscadas
la guerra de zapa
y esos asientos agrietados por años
de fuerza primeriza sobre el lápiz
rastras con piedras
que remedan la voz de los cañones
las ventanas que no cierran del todo
dejan que el viento se filtre
y el entrecortado batir
de las herramientas de un vecino
se escinde en un ritmo
muy cercano a la música
de una película de hitchcock
de rodríguez eros a
pedagógico manuel la maestra
en esos días que siguen al feriado
de micrófonos enormes desde esa base del sur
deletrea con aquella guerra de zapa del ayer
y estos recién asesinados del veintidós
que procuraban también
cruzar a chile
enseñar, explicar y sentir.
se va el día en mi escuela
sin saber cuántos años demoraré en volver
a comprender ese relato
la señorita thelma no sé
tal vez con más ayuda
de las circunstancias
que de las planificaciones
andes con andes mixtura
zapas y guerrillas
tácticas y héroes
la enseña blanca
y celeste la señorita que enseña
la necesaria explicación
de un momento
de cada vez que se propone explicar y sentir
mientras voy desaprendiendo los vínculos
entre las letras
para poder volver allí a ese chacabuco
ese penal de rawson
ese aula
las voces del truco
en la esquina
las herramientas que cantan
en una película de suspenso.