Con el año nuevo estrenamos una nueva sección: “Detrás de página”, donde nos proponemos ir compartiendo una serie de preguntas hechas a distintos editores y editoras acerca de sus experiencias en torno a la edición y de algunas opiniones sobre el universo de los libros.
Inauguramos esta incursión en el detrás de las páginas con el editor, narrador y poeta Alejo Carbonell, actualmente a cargo del sello Caballo Negro:
Suele pasarnos a los lectores que, ante escritores que admiramos, nos preguntamos qué leen o qué leían ellos, cómo habrá sido su primera relación con los libros, su inmersión en el universo literario, porque no siempre se nace en casa de lectores. A algunos nos surge la misma pregunta acerca de los editores. ¿Cómo empezó tu relación con los libros?, ¿en la propia casa, en la escuela, en una biblioteca popular…?
Sí, en mi casa había libros, mis padres leían bastante y me estimularon la curiosidad. Cuando empecé a leer por las mías, unos años después, llegaba a mi casa y decía “che, estoy leyendo a tal y me parece genial” y mi viejo me decía “fijate en la biblioteca, que hay un libro de él”. También leí bastante de la biblioteca de la escuela primaria y en la biblioteca pública de mi ciudad natal.
¿Cómo comenzó tu actividad en la tarea de edición? ¿Tuviste además algún maestro en tu camino como editor? Si no uno de carne y hueso, ¿algún autor que consideres fundamental?
Como casi todos los editores de mi generación, comencé por hacer mi propio libro. Luego, los libros de los amigos, y así. Es una experiencia común con un montón de gente, algunos continúan y siguen aprendiendo el oficio y otros no. En relación a la idea de maestro, creo que sí, pero me molesta leer cuando alguien se declara discípulo de tal, porque es como colgarse del cuello del laburo de otro. Lo que puedo decir es que aprendo todo el tiempo de otros editores, muchos amigos a los que admiro y respeto.
Hay autores que atribuyen sus inicios en la escritura a que, al leer ciertas historias, se quedaban de algún modo disconformes con lo que habían leído, entonces escribían para enmendar eso, para cambiar finales, para hacer su versión “mejorada” de ciertas obras. ¿Esa especie de sensibilidad u olfato es imprescindible en el caso de un editor?
Creo que es todo lo contrario, el editor no debe hacer “su versión mejorada”, es el autor quien la tiene que hacer. Ya pensar que uno puede hacerlo mejor que el otro es, al menos, arrogante, pero, por fuera de eso, cuanto más invisible nuestro trabajo mejor. Uno puede acompañar el proceso del escritor desde una posición, discutir y demás, pero eso tampoco garantiza que el libro salga mejor, es la verdad. Y menos si el editor se para desde un lugar de poder sobre el escritor. Es una relación horizontal de intercambio que puede salir bien o mal.
En un libro sobre edición hay un epígrafe de Thomas Fuller que dice: “La cultura ha progresado gracias principalmente a los libros que han producido pérdidas a sus editores”. ¿Qué pensás sobre esto?
Como viene la mano, el 90 por ciento de los libros le van a producir pérdidas a los editores… Hablando en serio, no conozco el contexto de la frase de Fuller, no sé qué entiende ni por cultura ni por progreso… Dicho así me parece una verdad de epígrafe nomás.
¿Cómo ves el mundo editorial en la Argentina hoy, con las políticas económicas impulsadas por el gobierno actual?
Está complicado, todos los análisis y diagnósticos acerca de nuestro sector son parecidos y precisos, no hay mucho que agregar. Ya lo sabíamos y ahora está ocurriendo. Lo único que puedo acotar, tal vez, es que muchos de los editores que en este momento están en actividad se hicieron muy de abajo, editando en fotocopias, plaquetas, sin recursos ni apoyo de nadie. Esa fibra sigue estando y quiero creer que no será tan fácil sacarnos del medio.
¿Cómo te llevás con los libros digitales? ¿Te parecen un complemento, un estorbo, algo pasajero, dentro de la industria editorial?
Ni un complemento ni un estorbo, es otro dispositivo de lectura, que circula de otro modo y que en nuestro país todavía no pudo hacer pie de forma significativa. Aporta nuevos lectores y nuevas lecturas, está perfecto. Uso muy poco mi e-reader, leo todo el día por trabajo en el monitor, así que cuando termina mi labor quiero agarrar un libro de papel.
¿Cuál sería tu definición de “catálogo”? ¿O cuál sería tu catálogo ideal?
No existe el catálogo ideal, me parece. Y mi idea al respecto de lo que es o debería ser un catálogo se va modificando, no es una cosa estanca.
¿Qué esperás encontrar al leer originales? Es decir, ¿ante qué cuestiones te solés detener para decir: este libro lo vale, hay que editarlo? ¿O no hay, nunca, recetas?
No, si te fijás, los catálogos en los que he aportado en su construcción son bastante eclécticos. Que no es lo mismo que amontonamiento, pero fueron publicados, por motivos de los más diversos y sin embargo siempre pensados como parte de un catálogo.
También es cierto que casi siempre uno sale a buscar los libros que le interesan, la verdad que muy pocas veces uno publica a partir de la recepción de un original, sin saber de antemano nada del autor o del libro.
En tu caso, además de ser editor en el sentido de publisher, entiendo que sos también editor literario, así que te hago algunas preguntas sobre eso: ¿cuál es tu caja de herramientas, como editor?
Es al revés. Soy sobretodo un editor literario, lo de publisher ni me interesa, solo que en nuestra escala no te queda otra que ponerte también en ese lugar.
No hay cajas de herramientas, se decide publicar un libro y aparecen las ideas en torno al texto. Es fundamental la relación con el autor para que ese encuentro sea fructífero.
En tu caso, sos además autor. ¿Entrás en conflicto a veces con el deseo de imponer tu propio estilo a la obra que estás leyendo, alterando tal vez la voz del autor, o nunca se mezclan los roles?
Son oficios distintos, pero están entrelazados, nadie es una sola cosa, y todos, a su vez, somos lectores, que tal vez sea la posición más productiva a la hora de discutir un libro en el proceso de edición. Pero como te decía antes, no se trata de imponer la idea de uno, sino de que el autor haga el mejor libro posible.
El oficio de editar, como el de corregir, es casi invisible. Los lectores muchas veces desconocen todo lo que sucede con los textos antes de que los libros lleguen a sus manos. Pero acá queremos saber, si es que se puede: ¿cuál fue el trabajo más arduo que has encarado hasta el momento, en cuanto a la edición de un texto? ¿Y el más placentero?
Lo que pasa es que estoy en diferentes proyectos: trabajo como editor asalariado en una editorial universitaria, tengo una editorial con amigos, tengo una editorial de servicios con mi pareja y hago trabajos puntuales también para otras editoriales o publicaciones… Uno de los trabajos más agotadores fue para un libro de marketing: tuve que desgrabar 60 entrevistas de un programa de tv, armar los ejes del libro y articular las respuestas de los 60 entrevistados como si estuvieran opinando uno después que otro en una mesa redonda.
Libros que me gustaron hacer, muchísimos.
Alejo Carbonell (Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1972). Poeta, narrador, guionista de historietas y editor. En poesía ha publicado: No nada nunca (1995), Pescados (2007), Rocamora (2008) y Sendero luminoso (2013). Durante cuatro años fue coeditor de La Creciente, donde publicó su libro Hache o cruz (2004). Compiló y prologó la antología de la nueva narrativa de Córdoba 10 Bajistas para la Editorial Universitaria Villa María (Eduvim) en 2008. Diferentes artículos, cuentos, entrevistas, guiones de historietas y poemas suyos han aparecido en diversos medios del país. Actualmente dirige el sello editorial Caballo negro, es editor en Eduvim y miembro del quipo organizador del Festival Internacional de Poesía y del Festival Internacional de Literatura de la ciudad de Córdoba.
Fotografía: cortesía del autor.