El poeta uruguayo Alfredo Fressia, una voz significativa de la poesía hispanoamericana actual que estará presente en el IX Festival de Poesía del CCC
EL MIEDO, PADRE
Padre, yo me espanto
de estar preso en mi cuerpo, el condenado
umbral, perfecto, este retorno, padre,
eternamente en viaje y muerto, por las cuatro
estaciones y la suerte
echada de los hombres, los hijos
obedientes de la especie, padre,
los muertos venideros. ¿Quién es
este huésped en mi cuerpo? Estos años,
¿de quién son prisioneros en las venas?
¿Qué hago, padre, con mi espanto
a cuestas, y mis días
en los días implacables de los hombres?
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LOS PERSAS
Según Herodoto, la armada de Jerjes
ya había dejado Sardes camino a Salamina,
cuando el sol empezó a abandonar su lugar en el cielo
y a desaparecer. El día, sereno y sin la sombra de una nube,
se fue transformando en noche. El sol
tomaba el color del zafiro y, al mirarse entre sí,
los hombres se veían pálidos como muertos.
Todas las cosas parecían bañarse en un vapor oscuro.
El estupor y el espanto se apoderaron del corazón
de aquellos hombres jóvenes. Jerjes veía el prodigio,
lo siguió con atención y preguntó a sus magos
lo que significaba. El cielo, le respondieron,
anunciaba a los griegos la destrucción de sus ciudades
pues el sol, decían, es el astro profético de los griegos,
y la luna el de los persas. Jerjes, suspendido,
se encantó con la respuesta, alivió a sus hombres
con palabras confiantes y ¾no callará nunca
Herodoto¾ ordenó que retomasen la ruta.
Al morir lo comprendieron: morimos
de un eclipse, eternos como el zafiro,
y seguiremos el retorno de las lunas
mientras un Coreuta recite nuestros nombres.
Fue sólo para eso que vivimos.
Jerjes murió en palacio, asesinado por un traidor.
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ALFREDO Y YO
Duerme bajo el firmamento
la paciente flora del invierno.
Yo también duermo en mi cuarto de pobre.
Del lado ciego de la almohada
otro Alfredo tirita, es un ala
o una sombra que prendí al alfiler
entre las hojas de herbario, un insomne
aprisionado en las nervaduras,
mi fantasma transparente.
¿Qué haré contigo, Alfredo?
Afuera pasará un dromedario
por el ojo de la aguja, un milagro,
la larga letanía de tus santos
para escapar del laberinto,
tocar el infinito herido por la flecha
en la constelación de Sagitario
y siempre la tortuga en tu poema
ganaba la carrera.
Sobrevivo a cada noche
como un potro celeste
nutrido con alfalfa y con estrellas
mientras tú, Alfredo, hueles a hierbas viejas
en el cajón atiborrado de secretos.
Yo te olvido al despertar, sigo mi busca
obstinada en el pajar del mundo
y te reencuentro en la almohada
pinchado al otro lado de mi sueño.
DIARIO DE CAZA
Duró toda una noche. Navegamos
más allá de las columnas, lejos los bosques
donde ríe una diosa y las estrellas
sin memoria apuntaban al lunario. Yo les robo los pétalos
a las plantas carnívoras del jardín de las delicias.
Acecho sobre la escotilla, enhebro collares vegetales
para los tripulantes de efímeras gargantas. Mis dedos ágiles
siguen la línea sinuosa en el elzevir:
Estos son los ríos de Babilonia, se suben
en busca del olvido y vuelven siempre
soberbios como un planeta. A veces me detengo
en los jardines suspendidos del imperio, y ejercito
la muerte en mis últimos torneos de cetrería.
El Centauro me afiló los dientes y las uñas, tengo
la avidez de trece lunas llenas, y del viaje sólo recuerdo
unas cartas de navegación hundidas, una cacería
de altura y el canto de los marineros.
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LA TABLA DE MENDELEIEV
Dimitri Ivánovich Mendeleiev
(Tobolsk, Siberia, 1834-San Petersburgo, 1907)
Dimitri Ivánovich, amigo puntual: te lo confieso,
últimamente ando desencontrado, se me confunden
las lunaciones, supe que me hacía trampas
el solitario, toco y no me cierra
la escala periódica entre los dedos.
De noche no duermo, y recorro en la tabla
los metales más raros y pesados,
aquel del cansancio milenario que previste sin saber nombrar,
mineral, salado, el de la estatua.
Fui presionando con las yemas de los dedos, encontré amantes
escondidos atrás de los jacintos, era entre el umbral y el cielo,
y vi los genios que bajaban por los cipreses para tocar a los muchachos.
También contemplé el vientre atómico
de las cruces y las flechas, abierto bajo la luna llena:
se maldecían de tanto que se amaban.
Entonces fui un amante metafísico (era el cansancio)
y absorbía los Valores con los labios secos.
Me disfracé de pastora en el Segundo Imperio y consultaba las tablas
historiadas con grabados de Doré. Mi perfil era griego
y abrigaba sonetos con la lana del rebaño
que le robé a Virgilio. Tenía el plectro
engarzado con metales preciosos,
y otros que no eran preciosos, Dimitri,
lo confieso, pero eran mi tabla de salvación.
Después vino el otoño, y los metales volátiles,
los del vino que mareaba el sueño de los dioses,
me desviaron las manos hacia el sur,
¡Islas Marquesas!, gritaba el equipaje,
a rehacer la escala inevitable.
Hablé aliviado con el Inca en Cuzco,
le pedí consejos de coquetería en el futuro
próximo y lejano y el futuro futuro
de tu Tobolsk inversa, y me descubrí en la playa
en brazos de un Marqués rubio y ciego
e impotente y sabio.
Dimitri, hice tabla rasa del orden de los elementos
y giro entre trece signos nuevos para mi horóscopo
de estrella sin galaxia. Se me saltean peldaños
en la escala, y oigo la risa de Jacob
por las fisuras del universo.
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VERSO OCIOSO
Combino con distancia y con recuerdo,
existo poco y mal en el presente.
Vengo de lejos, pero sólo en sueños,
de cerca mi presencia se disuelve.
El sol que me ilumina es de topacio,
y en mi carta la luna es de papel
en áspero cuadrado con el astro
más opaco: mis tonos son pastel.
Escribo versos en endecasílabos
los días lluviosos (como es hoy) y llego
casi al presente donde me deslizo
recto hacia atrás en busca de sosiego.
Visto de cerca yo me desvanezco.
¿Música en mí? Sólo de las esferas.
Por la línea del tiempo huyo del duelo
de ese abismo en el hoy que nos acecha.
Lo aprendí en el camino del exilio:
duele el país real de la memoria
y nace como un hongo en otro sitio,
envenenado y que también acosa.
Y por eso hoy combino con distancia.
Cuando casi estoy vivo casi muero,
y casi escribo, torpe de añoranza,
un verso ocioso, ausente y con defectos.
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FRACASO
Llegó tarde el poema, la piedra
lanzada al azar del tablero, y pujaba al nacer
en la violencia de un volcán, el del basalto
en bruto, hecho oscuro adoquín,
era rosado el de granito,
adoquines de mi infancia
que no evocan nada
y el poema emanaba sin respuestas, cubría
el adoquinado, entre el futuro
y la calle Marsella, rocío
en las mañanas sobre la piedra que giraba
entre el blanco y el negro, sibila
de mi barrio, piedra rota
que ya no lee nada
en la lava endurecida del poema.
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LA TRAVESÍA DE LA MAR EN MEDIO
Fueron cuarenta días con sus noches.
No estuve en el vientre de una ballena,
nadé en el vientre de la mar en medio,
contaminada, sucia, con sus manchas
de óleo y odio y el dolor del oprobio
humano y animal, restos de un mundo
mordido por cardúmenes enfermos.
Fueron cuarenta días y cuarenta
las noches que velé en la mar en medio.
Vi la pobreza emigrante y en tierra
un asesino constructor de cárceles,
vi el ángulo de un astro en su declive
(y a veces, sólo a veces, digo, casi
la estrella inexplicable de un alivio).
La noche era de insomnio, el día amargo.
Vi flotar durante la travesía
los esquivos testigos de mi vida,
amor y desamor familia adentro
de la infancia y afuera el desamparo,
la soledad de la tinta, el poema
de un niño en bicicleta (fue en Piriápolis).
Vi el nacer del sexo y las esperanzas
que escurrían por el adoquinado.
(El niño que saltaba entre pretiles
continuó merodeando en azoteas).
Vi la pesadilla excavando el mundo
para que el mar desagüe en aquel sótano
desmantelado tras la voladura,
en la calle Marsella, en el Reducto,
el del hueso, huero, huecos de un huérfano
de ancestros y postreros, mar en medio
para atravesar como a una ordalía.
Días y noches en la marejada,
vi el orgullo de los triunfadores
y el otro, el mudo, el de los humillados,
vi que ese orgullo vuelto en rebeldía
ardía como la medusa, ardía
hecho poesía, sal sobre la herida,
para tragar toda la mar en medio
y cruzar una vida componiendo
este diario de viaje o un poema.
SOUVENIR D’AUTOMNE
Fue en Praga, allá por el otoño
del año 1980, a la hora del té en el Café Europa
y él se llamaba Hyacinthe, como los gatos
deberían llamarse. Olía a jazmín
y me decía “je l’aime encore”.
Nunca te olvidé, Hyacinthe
aux yeux verts, aux cheveux noirs, y hoy
sentado frente a la playa, entre los jazmineros
del Boulevard de la Mer, al borde
del Atlántico en América del Sur, digo
“je l’aime encore” en voz alta
y me río solo mientras dos muchachos
se vuelven para mirar a un viejo que ríe sin motivos, dice
“je l’aime encore” y también huele a jazmines.
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GAY PORN BUSINESS
Con ser más bellos que sus propios cuerpos, tanto así
que nada saben de amor y sólo se desean, con deslizar
sobre esos cuerpos húmedos, ya bellos si de hecho
la belleza fuera materia del sexo y seña unánime de los untuosos
orificios, y aun más codiciados que Ganímedes
por ser objeto del deseo de un tercer y ávido voyeur,
y con lucir siempre jóvenes y listos
para entregar su juventud del Middle West a los crueles
altares del Bondage o a los otros
cuerpos ágiles en la gimnasia de luces
reflejadas de la caverna gay, más flexibles
que el músculo inmemorial y vigilante
de Príapo implacable en las aras
del gozo, y no por el efímero placer de los mortales
sino por obediencia, como los ritos pertinaces del incesto
calculado en el Dad-Boy, vueltos ora adolescentes
ora audaces objetos del dolor o de un Rape-sex o el mero Spanking,
y con ejercer su disciplina en palacetes de utilería
o bastidores de castillos kink, a sabiendas
de que sólo cuentan los rostros del olvido, sus errantes
recodos habitados por fantasmas, esos
que precedieron a estos hombres
más bellos que sus propios cuerpos,
white, black, Russian, latino, Asian, interracial
sex, melting pot del gay porn, ellos
beben impasibles del semen de Zeus
y observan, eternos, tu ser mortal y sin poesía,
reducido al acabar a esta náusea pasajera.
Alfredo Fressia (Montevideo, Uruguay, 1948). Traductor y profesor de literatura, fue destituido de la enseñanza por la dictadura uruguaya. Se instala entonces en São Paulo, Brasil, donde reside desde 1976. Ha ejercido la crítica literaria en medios de Uruguay, Brasil y México. Su primer poemario fue publicado en 1973. Sus libros más recientes son Poeta en el Edén (2012, reeditado en Buenos Aires en 2016), Cuarenta años de poesía (Montevideo, 2013), la edición bilingüe Clandestin (París, 2013), Susurro sur (México, 2016) y La mar en medio (2017). Su obra ha sido traducida al portugués, inglés, francés, rumano, italiano, griego y turco.