Textos de los invitados internacionales que estarán participando en la décima edición del Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro (21 al 24 de agosto en el Centro Cultural de la Cooperación)
Soleida Ríos, Santiago de Cuba, 1950. Crea un Archivo de Sueños desde hace más de 30 años (dio a la publicación El libro de los sueños, 1999 y Antes del mediodía. Memoria del sueño, 2011). Entre sus libros (transgenéricos) destacan además: El libro roto, El texto sucio, Libro cero, Secadero, Escritos al revés (Premio de la Crítica), Estrías (Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén y Premio de la Crítica Literaria), A wa nilé y El retrato ovalado (libro experimental con otras 34 autoras). Fuga, Aquí pongamos un silencio y Bocacega recogen a modo de antología una muestra sustancial de su escritura.
Un poco de orden en la casa
(Para mi hermana Olivia)
Esto está oscuro y tiembla.
Mi padre, el padre del que todo lo puede
¿me ha mentido?
Yo decía si viro, si retrocedo
muero.
Vi a la gente gritar, vi a la gente
muriéndose, con pan sin nada que ponerle
pero gritando vivas verdaderos
en sus casas de tablas remendadas
caídas ya de frío y de esos vivas.
Vi a la gente, esa gente era yo
mi madre
mi padre loco en un cuarto enloquecido
el padre de Renté que no aparece en mapamundis
ni en diccionarios ni en los coloquios internacionales.
Ese que digo no está vivo ni muerto.
Yo lo boté en el secadero.
Las monedas mensuales tiradas por esta mano mía
que no es mía ni es la mano de nadie
a la furia del viento y al camino de El Triunfo.
Me mandaron, ve y tíralas.
Boté lo que era mío.
Más bien boté lo que nunca fue mío.
Ahora se dice abajo, en ese tiempo no
en ese tiempo éramos bellos
nos llamábamos bellos, gente con suerte
seres mágicos que cambiaron el rumbo
porque decían amar al pobre no es más que amar a Cristo.
Cristo está en los maderos
clavado en una cruz [hizo muchos milagros]
clavado en una cruz entre ladrones.
Mi padre, el padre del que todo lo puede
¿me ha mentido?
Sus hijos, los apóstoles, lo van a divulgar.
Maleva y los niños en el paraíso
(Los únicos paraísos no vedados al hombre
Son los paraísos perdidos
J. L. Borges)
En el jardín
y más al fondo, en los ojos de Maleva
los niños se tiran de los árboles.
Aquellos niños puros que ya fuimos
cubiertos por pañales blanquecinos
se tiran de los árboles.
Pero se tiran a morir
a que nos olvidemos.
Y se tiran riendo
porque disfrutan de antemano
la pena que vendrá
la desesperación en que más tarde
o más temprano
sucumbiremos todos.
La muerte de los niños no está escrita.
Ellos la prefiguran en la rareza de sus juegos.
Ayer, si no es que hace un instante
o hace doscientos siglos
los niños figuraban ciertos juegos
como en una nostalgia de niños anteriores.
[Los primeros, los últimos que vuelven
a comenzar las filas
ya no figuran nada, gritan
carne de momia carne de momia
queremos la cabeza del escudo.]
Quiénes simulan ser los últimos.
Quiénes son los primeros.
Los niños
hace un instante o hace doscientos siglos
entraron al jardín con papeles marcados.
Se tiran de los árboles.
Se tiran
Último rezo para los ojos del traidor
No existirán los pasos que no llegaron a la puerta
no existirá la mano que no toque o empuje
y abra la hoja clarísima
no existirá la voz
como un pez será mudo
como un pez vivirá bajo las aguas
aquel arroz que iba a su boca ya cesó
hilo de cobre será por donde pase el trueno y
tienda una música ronca un sol cortado en dos
como una sola vez los grandes animales se perdieron
como una sola vez las raíces del árbol
fueron pobladas por el humo del fuego fatuo
y por el diente de la hormiga
así se irá pudriendo en el camino aquella sombra
aquella sombra el gesto de una mano que fue
con cinco dedos con sus cinco sentidos
con su nombre y su cuchara ardiente
era dirán
en su ojo fijo ya no hay sueño.
Cuerpo presente
Tensa la cuerda
se deshilacha en sesenta flechas moribundas
en sesenta sonámbulos vestidos
en uno solo
en uno
en un cuerpo que cae
yo no quiero morir
yo no quiero morir
no veo ya no veo
son las moles de tierra
las varillas eléctricas del miedo
la corriente del miedo
en este hoyo no percibo
no puedo ver no puedo
toda mi fuerza empuja estas moles de tierra
que se apartan y vuelven
vuelven vuelven
atrás
no acude nadie dios
no viene nadie
papá ya sé que estás ahí
dame tu enorme mano antigua
levántame oh dios
virgen del cobre
ruego por ti los juanes
ruego por ese niño huérfano que cargas
el hoyo se abre
abre la boca donde estoy
pero el agua es tan limpia
es el agua del brindis
para tu despedida en copas blancas
recuérdalo papá
hace ya tiempo
dame tu mano antigua
yo no quiero morir
échame el lirio la cebolla del lirio
la raíz de la tierra
yo no quiero morir
oh las moles
vuelven las moles padre
míralas cómo vuelven a encerrarme
en su escabroso pecho oscuro
yo no quiero morir
sueño desnuda
sueño no peso ya
pesan las moles
pesa el agua
el cielo es mármol pesa
cierra la puerta padre
en paz descanse
en paz
(Tomado de Poetas del mundo)
Elicura Chihuailaf Nahuelpán. Comunidad Kechurewe (Comuna de Cunco, Región de la Araucanía), 1952. Oralitor, poeta, ensayista y narrador. Hijo Ilustre de Cunco, Chile, 2008; Huésped Distinguido de Salamanca, España, 2009; Embajador de la Educación Pública, Secretaria Ministerial de Educación, Chile, 2014; Huésped de Honor de Bariloche, Argentina, 2017. Entre sus obras: El invierno y su imagen, 1977; En el País de la Memoria, 1988; Relato de mi Sueño Azul, 2010; Ruegos y nubes en el Azul, 2013; La Tierra Sueña en Azul, 2018.
INI RUME ÑAMVM NOEL CHI LLAFE
Feytivlkantun che mu rume
kvmelay, pigeken
Kafey ti mawizantuayiwigvn
tipualiwen
ñikallfvfolil mu egvn
kañichagvllnegvmi ti kvrvf
chalilerpuyvñvmegu
tiPvnonChoyke*
Feytivlkantunalvkonchiwirarvn
feytipulalu
kiñe pin ti tapvlrimvmew
feytiweñagkvnfeytiwecheche
ñipetuzuguñikewvn
weluñamiñipvllv
Feytivlkantun, ti vlkantunfey
kiñe pewmafeytiafvlchimapu
tami ge kaiñcheñi ge, vlcha
allkvfepiwke, kafeychi
vlzugulvn
Kazoypilayan, inirumepenolu
tillafeinirumeñamvnnolu
Kavlkantunfeyñivltañi
puKuyfikeche
pukemantv mu vylukachonglu
feytachikisuzwamweñagkvn.
* PvnonChoyke: Rastro del Avestruz
LA LLAVE QUE NADIE HA PERDIDO
La poesía no sirve para nada
me dicen
Y en el bosque los árboles
se acarician
con sus raíces azules
y agitan sus ramas el aire
saludando con pájaros
la Cruz del Sur*
La poesía es el hondo susurro
de los asesinados
el rumor de hojas en el otoño
la tristeza por el muchacho
que conserva la lengua
pero ha perdido el alma
La poesía, la poesía, es un gesto
un sueño, el paisaje
tus ojos y mis ojos muchacha
oídos corazón, la misma música
Y no digo más, porque nadie
encontrará
la llave que nadie ha perdido
Y poesía es el canto de mis
Antepasados
el día de invierno que arde
y apaga
esta melancolía tan personal.
*En la visión de mundo mapuche
la Cruz del Sur corresponde al
Rastro de un Avestruz Azul
EN ESTE SUELO HABITAN LAS ESTRELLAS
En este suelo habitan las estrellas
En este cielo canta el agua
de la imaginación
Más allá de las nubes que surgen
de estas aguas y estos suelos
nos sueñan los Antepasados
Su Espíritu –dicen- es la Luna Llena
El Silencio: su corazón que late.
PARA SANARTE VINE, ME HABLÓ EL CANELO
Para sanarte vine, me habló
el Árbol sagrado
Ve y recoge mis hojas, mis
semillas, me está diciendo
De todas partes vinieron
tus buenas Machi*
mis buenos Machi
desde las cuatro Tierras**
desde las cuatro aguas
mediaremos, me están diciendo
sus poderes
en tus nervios, en tus huesos
en tus venas
¿O deseas acaso abandonar
a nuestra gente?
Elevaré mis rogativas, le digo
Ay, mis pensamientos se apartaron
de los apacibles ríos
de mi corazón:
Piedra Transparente será éste
por mí, dijiste
Oo! Genechen***, envíame tu aliento
tu resollar de aire poderoso
Éste va a ser cantor, dijiste
entregándome el caballo Azul
de la Palabra
Hasta la Tierra de Arriba llegará
en sus Sueños
confundiendo al mensajero
de sus adversarios
Me oirá cuando hable desde
la savia de las plantas
y de las flores. Así dijiste
Mas yo quise olvidar el consejo
de las Ancianas
y de los Ancianos
por eso estoy enfermo ahora
Mis pensamientos se alejaron
de los apacibles Ríos
de tu Corazón
Mírame, estoy soñando
que he subido por tus hojas
La Cascada Azul de la mañana
vino a mojar mis labios
con sus aguas
Subí, subí con ellas, pero
me sujetó el murmullo
de los peces
Caminé luego sobre el aroma
de los bosques
Después bailé. En él estaba
colgado mi poder
Las buenas Visiones y los buenos
Sueños lo rodeaban
Lloré entonces, lloré, abrazado
por el espíritu de mi Canelo.
* Sanadora / Sanador
** Los cuatros lados del Universo
*** Padre / Madre Azul
Benjamín Chávez, (1971). Poeta boliviano, Premio Nacional de Poesía 2006, es autor de 10 poemarios, algunos de los cuales obtuvieron otros premios en su país. Ha participado en festivales y eventos literarios en América y Europa. Parte de su obra fue traducida al alemán, inglés, sueco y estonio. Sobre su obra han escrito Arturo Carrera, Reynaldo Jiménez (Argentina), Roberto Echavarren (Uruguay), Eduardo Mitre, Pedro Shimose (Bolivia).
La débil música de las suaves cosas
En la alta noche
la débil música de las suaves cosas.
Mientras el sueño consuma la quietud
Las torres callan
Los motivos de su altura.
Cada instante se estremece
y lo quedo nos habla con una voz más íntima.
No son las cosas que no tendremos nunca
Son las que están
Las qe estuvieron siempre
Y hoy
-complicidad contenida-
nos susurran
una familiaridad irresuelta.
Nombres
Pronuncia el sol al alba
¿Tú o yo?
Los perdidos nombres del dolor.
El eco espejo
Mi espuela
Tu inalcanzable antílope
Dos segundos de verdor
El mismo sol:
Atardecer.
Poema número mil para una mujer que jamás leyó ninguno
Después de mil noches anclado en la bahía del correo,
después de 999 poemas devueltos
en sobres sin abrir,
te fuiste diluyendo
como el agua o el viento.
Es que no quisiste perderte en mi bosque
y rodeaste todos los caminos.
Después de traerte la flamígera espada
del ángel que custodia el paraíso,
desenterrar un meteorito
para compararlo con tus ojos.
Después de la tierra, el sueño
la caída de tres dinastías y un imperio,
te escribo este último poema
con método de hormiga laboriosa
cuyo único salario
-no pequeño –
será
el sosiego de terminar este desvarío
con un número redondo como el sol.
Una vieja canción
Viendo pasar el río
cualquier río
dicen, se ve pasar el tiempo.
¿Lo ves tu?
por ejemplo en éste
que pasa turbio debajo de nosotros
los de siempre ¿los de nunca?
Apoyado en la baranda de cubierta
miro y comprendo
la vieja metáfora
y vislumbro aquella otra
de todos los ríos en el mismo.
Tomo una copa
y busco por la orilla
esa pareja teñida de ocaso.
Los imagino dueños de la selva
inventando futuros gráciles como el agua.
Más que agua, pienso, mi río,
el que heredé
arrastra palabras,
sirenas que se cruzan,
barullo de marineros,
canciones
y
un naufragio amoroso
en el que me reconozco.
Tomo otra copa y
susurro a la luna ya alta:
en las playas desiertas del Beni…
[A pesar de todo]
a pesar de todo
el corazón pide placer primero
y esos prados de revelación
que tus inocentes zapatos pisaban
no eran la muerte
Emily Dickinson
al menos no la tuya
hubo una sí
una muerte en la casa de enfrente
y los dos
―poema y muchacha―
preguntan todavía
si la visión fue real
[y en ese sueño Sylvia]
y en ese sueño Sylvia
el eterno,
mientras cabalgabas
―Plath, Plath―
por un mar embravecido e incoherente
buscando el punto de partida
el más próximo
aquella noche que escribías:
quizás nunca llegue a ser feliz
medusa
la ayudante del mago, la que no titubea, la rehabilitada
¿qué conseguiste?
¿por qué ahora tienes frío?
la gran paradoja del sueño
en la reunión de todas las criaturas
la zarpa
la magnolia,
ebria de sus perfumes
y tú
que no pides nada de la vida.
Rolando Kattan (Tegucigalpa, Honduras en 1979), poeta, gestor cultural y miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua. Ha publicado los libros de poesía: Exploración al Hormiguero (Editorial Sexta Vocal, Tegucigalpa 2004); Poemas de un Relojero, Costa Rica, 2013); Animal no Identificado (Ed. Gattomerlino, Italia, 2013); Acto Textual (El Ángel Editor, Ecuador, 2016); El árbol de la Piña (Ed. Cisne Negro, Honduras, 2016) y Luciérnaga de Otoño (Ed. Cisne Negro, Honduras, 2018).
A MI LADO ALGUIEN LEE UNLIBRO ESCRITO EN MANDARÍN
a mi lado alguien lee un libro escrito en mandarín
las palabras caen como una lluvia sobre sus manos
y sus manos abiertas se llenan de agua
como las manos que entran a los ríos
el hombre a mi lado bebe agua de un libro
y su rostro como el de los santos se ilumina
qué está escrito allí que sin leerlo siento su humedad
qué libro es ese
en donde las palabras no huyen de la página como en los míos
acaso lo que allí se lee no se olvida
y permanece en la memoria muchos años
como un río que sube y después llueve
¿esa brisa del agua al caer en sus manos
es la poesía?
(De Animal no Identificado, 2013)
METAMORFOSIS
Abierto el camino por Kafka,
invito a cada quien a ejecutar su propia metamorfosis.
Elijan ser lo que les plazca:
Yo elijo ser un libro,
un libro de 182 centímetros de alto,
tan alto y palpitante como un árbol,
deseoso de un dedo índice en mi pecho,
o que el viento alborote mis hojas,
echado yo en el campo,
u oír a la gente exclamar:
Dios mío, miren qué libro,
ése que va pasando.
Cruzar la pierna y leerme, en el pie de página,
un verso de Molina, enfocarme en el espejo
y leer un verso de Sabines,
y que al terminar el día una mujer se tienda
en mis páginas abiertas, y lea
las más antiguas lecciones de amor.
(De Acto Textual, 2016)
ANIMAL NO IDENTIFICADO
no entraron en El Arca:
las jirafas
que en un principio tenían el cuello corto
y que cabizbajas andaban por la selva anhelando
las hojas más altas
el Dodo y el Solitario de Rodríguez
que olvidados en las islas inhabitadas del océanoÍndico
renunciaron a la divina gracia del vuelo
los cisnes negros
porque no fueron creados por Dios sino por un poeta
todos los peces
las grandes ballenas
y los más pequeños organismos
en el ojo de una niña que llora
tampoco los dragones unicornios y pegasos
de las aves sólo las domésticas
las gallinas los gansos los patos el gallo
y como consta en las sagradas escrituras: la paloma
se quedaron afuera los centauros
las nereidas los faunos y los animales esféricos de Borges
porque eran muchos y muy grandes
también
la mayoría de los dinosaurios
pero de todos los animales que entraron
no reconozco al animal que recorre mi cuerpo
(De Animal no Identificado, 2013)
SEPULTURA DEL TACTO
Aquella habitación que, acaso, guarda ahora
sólo el recuerdo vivo de un único habitante
Francisco Brines
Desde la soledad de las paredes
imagino la casa abandonada:
Una finísima capa de polvo
cae sobre los días, cosa fúnebre
sin familia;
comienza con la huella de tu pie
-calor desnudo sobre loza fría-,
después sepulta el tacto
hasta que un viento suave y laborioso
hace las veces de sepulturero.
Los muros atestiguan
el paso lúgubre de las arañas,
y en sus ladrillos quedan
discusiones, rutinas y costumbres.
Los boleros que tanto te gustaban
se lamentan en esas manchas húmedas
y recuerdan que aquel repella y pinta
siempre fiel al servicio de la muerte.
A las paredes las destruye el tiempo,
en sus escombros me hallarán.
(De Luciérnaga de otoño, 2018)
Claudia Magliano, Montevideo, 1974. Es profesora de Literatura egresada del Instituto de Profesores Artigas (IPA). En poesía ha publicado Nada, premiado en el concurso de Poesía de la Asociación de Bancarios (AEBU) y la Casa de los Escritores del Uruguay, en 2005; Res (Ático Ediciones, 2010), que obtuvo el Primer premio de poesía édita de los Premios anuales de literatura del Ministerio de Educación y cultura (MEC), edición 2012. El corazón de las ciruelas (Civiles Iletrados-Ático Ediciones, 2017), obtuvo una mención en poesía inédita en los Premios anuales de literatura del MEC, edición 2016. El libro inédito de poesía Lo trágico es el olvido obtuvo el primer accésit en el III Concurso de relatos y poesía Letras cascabeleras, Cáceres, España, 2017 y será publicado en mayo de 2019 por Letras Cascabeleras.
Unas pocas líneas no hacen el horizonte
reza en su espalda el pecho
un tajo atravesado es un hombre
después del último discurso.
Le cortaron la cabeza desde el cuello las palabras
no hay balas en esta historia sin bombas sin misiles
al menos para este hombre
tendido como una línea, como un muestrario de guerra.
A veces falla la poesía, erra el centro del verso/ se hace humo/ blanco/ bandera/ estertores de otras voces/ detona la poesía entre las manos de algún moribundo
o del asesino.
¿quién mata? ¿cuál es el momento justo en que se mata a un hombre? Nada piensa la cuchilla de su filo ni sabe la sangre de metales. La alquimia es otra cosa. Fundir la piel/ la carne/ toda la sangre de uno contra las manos de otro.
¿quién lavará esas manos? ¿con qué agua de qué río lavó hamlet su memoria?
El arte es otra cosa. Creo. ¿es arte este poema? Decir la muerte ¿es arte?.
¿es arte la intimidad de la muerte y su asesino? ¿quién asesina entonces? ¿qué dios detrás de dios la trama empieza?¿quién es el que agoniza?
Un hombre tendido sobre la arena es una línea del horizonte. La cintura sosteniendo su cabeza. ¿habrá Creonte que prohíba su entierro? ¿comerán las aves de este sacrilegio?
Un hombre yace tendido como una línea. Creo que no es el horizonte.
(Inédito)
Hay que tener cuidado. Hay que ser cautelosa.
Modosita, decían.
No mirar más que un solo punto, el de adelante.
O la cabeza gacha, agachada, hacia abajo. Bien abajo.
El suelo, las baldosas, el piso, el asfalto, la tierra, el césped, lo que haya debajo de los pies. Mirarlo. Mirar solo hacia ahí. El cielo, el aire, los costados no son para vos. Nada te ha sido reservado. Conservá la postura. La espalda recta, derecha, la curva de tu cuello.
Hay que ser cuidadosa. Tenés que ser cuidadosa. Guardá bien tu cuerpo. Debajo de la ropa guardá bien tu cuerpo. Que no se note que hay un cuerpo allí, una piel, un pliegue.
Hay que ocultarse. Hay que abstenerse de mirar a los ojos, los hocicos, las fauces de los perros.
Los perros parecen animales domésticos. Parecen dóciles los perros. Pero los perros matan. Clavan todo lo que tienen de filoso en los cuerpos blandos, desgarran a veces, se meten adentro de los cuerpos. Arrancan la carne. La destrozan. Y no es para comerla, no. Solo para ser perros matan. Estrangulan con los dientes. Hacen huecos con las garras, dan muerte. Solo por darla. Solo por saberse perros. Más perros todavía.
Hay que tener cuidado. Ser cautelosa. Modosita. Discreta, sobre todo discreta. Tu cuerpo es de los perros. No intentes poseerlo. Poseerte. No te pertenece. No te será dado.
Un hilo de sangre corre por la boca de los perros, cae en finas gotas que se deshacen al contacto con el aire. No es su sangre la que cae. No es de los perros eso que duele. Te duele a vos que no supiste comportarte, mantener la calma que el deseo reclama. No fuiste viva, inteligente, no supiste cómo moverte y te dejaste llevar por el deseo. El deseo te arrastró varios metros sobre la tierra y dejaste un surco. Y eso que vos pensabas en otras descendencias. Creías en tus hijos y en los hijos de los hijos de tus hijos. Y en las hijas de tus hijas y las hijas de las hijas de tus hijas. Creías en una cadena interminable que perpetuaría tu nombre. Por siglos tu nombre estaría en la boca de tu descendencia. Iba a estar, eso pensabas cuando jugaste con las muñecas, cuando dibujaste una casa con chimenea y humo y un árbol y flores alrededor. Porque la vida tenía que prolongarse en el juego, en ese juego que te habían legado solo para vos. Te irías a casar, tan blanco todo, y después esperarías que tu vientre creciera como un globo o una pelota debajo del vestido y aun así estabas dispuesta a parir, porque ese era el designio. Pero los perros se adelantaron a tu suerte, levantaron tu casa bajo la tierra. Te hundieron los ojos los perros porque no supiste no mirarlos. Y eso que solo el suelo te estaba reservado, todo para vos ahí servido para que pusieras la mirada hacia abajo, para que inclinaras bien el cuello, la cabeza, todo tu cuerpo y te quedaras allí como una florcita más a la espera de la lluvia. Como un yuyo que creció imperceptible entre las grandes plantas. Pero tuviste que mirar a los perros, les clavaste los ojos bien adentro, para que te vieran, para que olfatearan tu coraje y te salió mal. Tenías que cuidarte, ser cautelosa, modosita, como decían las hijas de las hijas que te hicieron ver la luz años después de su nacimiento. Y te tocó ser parte de ellas, ser una más te tocó. Y no te diste cuenta, no entendiste que tu cuerpo no te pertenecía y era de los perros, solo para los perros era tu cuerpo.
(Publicado en la muestra de poesía uruguaya De divina proporción. Editorial La coqueta, 2017)
Mauricio Molina Delgado (Costa Rica, 1967). Ha publicado entre otros los siguientes libros de poesía: Abominable libro de la nieve (1999), (Mexico, D. F., CONACULTA, 1999), Cuadernos de Salónica (San José, Espiral, 2012) y Treinta y seis daguerrotipos de Diotima desnuda (Sevilla, España, Isla de Siltolá, 2016). Recibió el Premio Nacional de Poesía de Costa Rica, Aquileo J. Echeverría 2016; El premio Editorial Costa Rica 2004, y el Premio Iberoamenricano Sor Juana Inés de la Cruz 1999.
SUEÑOS DE UN PINTOR DE ÍCONOS TURCO
imaginar que tus pezones están en otra parte
detrás de unas puertas
escondidos en un jarrón
o dibujados sobre un muro
recordarlos lejanos
en un atardecer donde se van difuminando
elementos que viven fragmentados en un tiempo
diminuto
olas de un mar que dejó de existir
besarlos como a criaturas de otro siglo
lamerlos como a sólidas estructuras de sal
tus pezones se van hundiendo en el maelström
y mis ojos escogen arder en el fuego
y contemplarlos eternamente
(de Treinta y seis daguerrotipos de Diótima desnuda)
LOS PÁJAROS
Para el geómetra son solo puntos muertos, pero de cerca deben tener ojos y un corazón. En las pinturas se quedan descansando suspendidos en el aire como manchas negras, pero deben arrastrar algún sueño, alguna playa o una lluvia con sol.
Ellos no comprenden del paso de los astros. Aunque se acuesten en nuestros muebles y nuestras terrazas no saben de palabras, no entienden nuestras fechas ni se detienen a pensar en nuestros gestos.
Unos picos, unas alas que pasan de prisa entre las antenas y las ropas que se secan al sol.
Nosotros abajo, no encontramos fuerza para seguir volando.
(de Cuadernos de Salónica)
SKÓPELOS
Los tres desnudos mirábamos a las medusas
sin saber que la vida cambiaba.
Todo lo que entonces nos esperaba y nosotros sin saberlo,
dibujando figuras sobre la arena, cuando tardaba en irse el sol
y llegar la nieve en el otoño.
Quién sabe si habríamos entonces brincado hacia aquel barco
que nos esperaba una mañana de octubre
cuando la lluvia enfrió nuestros cafés.
Quién sabe si nos hubiéramos quitado los vestidos
embriagados de aquel sol oscuro y ajeno.
Y qué bueno fue huir de la realidad como ignorantes sabios
que desconocen la llegada del día siguiente.
(de Cuadernos de Salónica)
CAHUITA
Ahí habían llegado los huesos de algunos tiburones a morir.
Allí se secaron algas y leños perdidos, y los ojos de algún pescador. Pero aquella noche solo estaba ella asustada, tirada en medio de una arena que debía ser rubia y que caía como lluvia de asteroides sobre Eugenia.
Entonces, solo la luz que bañaba sus muslos; solo un horizonte que devoraba el cielo oscuro.
Cangrejos mirones seguramente hicieron temblar ese mundo de olas, de animales y de presas; pero yo, simplemente, escuché el rugido de la luna, esa navaja que va cercenando sueños y los deja tirados como pedazos de carne muerta sobre el mundo.
Eugenia abrió la puerta y el cristal, donde hace mil años eran sostenidas las estrellas fijas, cayó sobre su sexo para que yo viera más grandes sus labios, sus pezones, su miel. Y aquellos pequeños seres fueron creciendo como se supone que son las dimensiones de un mar, de una playa, de un milenio.
(de Cuadernos de Salónica)
Mario Meléndez (Linares, Chile, 1971). Entre sus libros figuran: Apuntes para una leyenda, Vuelo subterráneo, El circo de papel, La muerte tiene los días contados, Esperando a Perecy El mago de la soledad. Parte de su obra se encuentra traducida a diversos idiomas. A comienzos del 2013 recibe la medalla del Presidente de la República Italiana, concedida por la Fundación Internacional don Luigi di Liegro. A partir de 2018 es encargado internacional de la Fundación Vicente Huidobro.
ARTE POÉTICA
Una vaca pasta en nuestra memoria
la sangre escapa de las ubres
el paisaje es muerto de un disparo
La vaca insiste con su rutina
su cola espanta el aburrimiento
el paisaje resucita en cámara lenta
La vaca abandona el paisaje
continuamos escuchando los mugidos
nuestra memoria pasta ahora
en esa inmensa soledad
El paisaje deja nuestra memoria
las palabras cambian de nombre
nos quedamos llorando
sobre la página en blanco
La vaca pasta ahora en el vacío
las palabras están montadas sobre ella
el lenguaje se burla de nosotros
LA PORTADORA
Ella sacó a pasear las palabras
y las palabras mordieron a los niños
y los niños le contaron a sus padres
y los padres cargaron sus pistolas
y abrieron fuego sobre las palabras
y las palabras gimieron, aullaron
lamieron lentamente sus ciegas heridas
hasta que al fin cayeron de bruces
sobre la tierra desangrada
Y vino la muerte entonces
vestida con su mejor atuendo
y detúvose en la casa del poeta
para llamarlo con gritos desesperados
y abrió la puerta el poeta
sin sospechar de qué se trataba
y vio a la muerte colgada de su sombra
y sollozando
“Acompáñame”, le dijo aquélla
“porque hoy estamos de duelo”
“Y quién ha muerto”, preguntó el poeta
“Pues tú”, respondió la muerte
y le extendió los brazos
para darle el pésame
PEDAGOGÍA INCONCLUSA
El niño le pregunta al padre
si las palabras envejecen
El padre le responde al hijo
que las palabras siguen tan jóvenes
como en el primer día
El niño corre donde el abuelo
para llevarle la buena nueva
Y el viejo abre de golpe
el cajón de las palabras
para que éstas le cuenten el secreto
RECUERDOS DEL FUTURO
Mi hermana me despertó muy temprano
esa mañana y me dijo
“Levántate, tienes que venir a ver esto
el mar se ha llenado de estrellas”
Maravillado por aquella revelación
me vestí apresuradamente y pensé
“Si el mar se ha llenado de estrellas
yo debo tomar el primer avión
y recoger todos los peces del cielo”
PRECAUCIONES DE ÚLTIMA HORA
Debo cuidarme de los gusanos
cuando me entierren
lo más seguro
es que hablen mal de mí
que escupan sobre mis poemas
y orinen las flores frescas
que adornarán mi tumba
Llegado sea el caso
que hasta devoren mis huesos
me arranquen los intestinos
o en el colmo de la injusticia
se roben mi diente de oro
Y todo esto porque en vida
jamás escribí sobre ellos
LA HIJA DE RIMBAUD
La niña del vestido abierto
se levanta a la hora
en que las palabras están de fiesta
porque ella misma es una fiesta
cuando tiende sus muslos al sol
y el viento la recorre
con sus dedos infinitos
Un triciclo de cristal la espera
junto a las flores del patio
y un nido de mariposas ciegas
se desnuda entre sus huesos de miel
Y en su lecho de plumas azules
ella cuelga sus trenzas de trigo
y cuenta sus abejas muertas
hasta quedarse dormida
mientras la tarde la envuelve
con sus labios amarillos
La niña del vestido abierto
se despierta a la hora
en que los relojes sueñan
porque ella misma es un sueño
cuando abre su vestido
y los gorriones se amontonan
locos de amor
sobre sus pechos de papel
SINFONÍA NEGRA
Eva colgaba sus muertos de la ventana
para que el aire lamiera los rostros
preñados de cicatrices
Ella miraba esos rostros y sonreía
mientras el viento empujaba sus senos
hacia la noche agusanada
Una orgía de aromas sacudía el silencio
donde ella se deseaba a sí misma
y entre suspiros y adioses
un grillo ciego desmalezaba
sus antiguos violines
Nadie se acercaba a Eva
cuando daba de mamar a sus muertos
la cólera y el frío
se disputaban su adolescencia
el orgasmo daba paso al horror
el deseo a la sangre
y pequeñas criaturas violentas
despegaban de su vientre
poblando los amaneceres
de luto y de pesadillas
Luego
cuando todo quedaba en calma
y las sombras por fin
regresaban a su origen
Eva guardaba sus muertos
besándolos en la boca
y dormía desnuda sobre ellos
hasta la próxima luna llena.
Jairo Rojas Rojas (Mérida, Venezuela, 1980). Ha publicado los libros de poesía La Rendija de la puerta (2012), La O azul (2013) y Los plegamientos del agua (2014) y ha sido galardonado entre otros con los premios XIX Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (2013) y la XX edición del premio de poesía Fernando Paz Castillo (2014). Parte de su trabajo ha sido incluido en las antologías como “#Nodos” (2017), “Del caos a la intensidad. Vigencia del poema en prosa en sudamérica” (2016), “Destinos Portátiles. Muestra de poesía venezolana reciente” (2015).
usted se para y oye llover
escucha como el agua abre su corazón para que entre. Ese es el nuevo sol. Eso es un nacimiento. Despiertas y ganas. El agua que se abre y con ella la tierra, el cielo, pero no es herida. He allí la vida que te debían. Son las conversaciones válidas para la tierra alta, del frío de arriba, de la sola casa. Usted se sumerge lejos de lo que conoce para calmar la sed, las estrellas cargar y la luna que ya deambula adentro. Usted se oye que habla distinto, oye las campanas que alejan lo feo y los tambores de su corazón sobresaltado. El cielo responde lloviendo, sí, ese mismo cielo que destinó juntarse con el agua que da alimento. ¡feliz!, ¡feliz! ¡su padre está feliz! Usted fue la elegida mientras cantaba bajo la sombra del árbol que ahora llevas a todos lados, allí, donde rezabas, donde se volvía más solo, acompañada, apenas, por relámpagos. Llueve para que se encuentren
El gran ojo llora / conmovido
usted abre la puerta de este mundo, donde llueve adentro, donde los nombres de las cosas se van. Es el agua: brava, con la que se hace el pan, con la que se limpia las heridas de los que deben despertar, que limpia las palabras de lo oscuro que no dice, que lee el corazón que bombea, alegre. Sumergida en lo hondo de sí, usted, arrodillada, frente a siete velas, encendidas, al fondo
usted se para y escucha
“no quiero nada para mí sola” —dice—
mientras se oye el eco del primer día del mundo y ve pasar la sombra de una nube. “esto es una continuación” —dice—, usted, que ve el paisaje más nítido en su caos entrañable…
(Del libro Los plegamientos del agua, 2015)
SARA VANÉGAS COVEÑA. Ecuador. Embajadora Universal de la Paz. Doctora en Filología Germánica. Condecoración al Mérito Cultural, Asamblea Nacional Ecuador. Dos veces Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera. Premio Hoja de Encina, Madrid. Mención Especial, Rosario, Argentina. Publicó 13 poemarios, un diccionario de literatura ecuatoriana, una novelita y múltiples ensayos. Sus poemas fueron traducidos al alemán, inglés, italiano, francés y portugués.
alguien sobre el pico más alto del mundo toca una trompeta:
las criaturas más bellas y las más infames acuden al llamado
todas se miran en el agua y olvidan su rostro
——-
voces que reclaman tu garganta. voces oscuras. voces que se enredan en tu lengua y en tus manos. voces que te atrapan
y te encadenan al mar
——–
crean las voces las estatuas, en las faldas herméticas de las
montañas. en el fondo del mar
un día te crearon en mi garganta
———-
las voces del mar tornan a morir
en mi garganta
voces que un día te crearon
hace ya tanta agua
———-
crece un árbol de huesos desolados. tu pelo es un
enjambre de ángeles quemados.
el mar ya no será:
sólo el naufragio
———–
tu voz ya es una con las roncas voces del océano
lejos muy lejos lo que fue tu agonía y tu placer.
te vas. firme y voluptuosa y leve. ya otra. ya
tú misma. ya sólo deseo y agua.
divina sombra:
ya olvido
———
para entonces: sólo un canto amargo te despertará
por la noche y te llevará mi nombre
… ya podrida astilla de naufragio
——–
el cortejo de lunas es ya un recuerdo en tus ojos
náufragos
la noche nos juntará en lo más hondo:
como un aullido
—–
tu nombre ….. deja una cicatriz de naves incendiadas
aquí. en el océano de mi pecho