Presentamos una selección de poemas de Baladas, de Hilda Hilst, volumen que incluye dos libros de poesía de la reconocida autora brasilera, Balada de Alzira y Balada del festival, y que fue publicado a fines del año pasado por la editorial Caleta Olivia, con traducción de Salvador Biedma.
Del libro Balada de Alzira (1951):
III
En aquel momento
la risa acabó
y vino el espanto
y de mis lágrimas
la incomprensión
y de las manos unidas
vino el temblor de los dedos
y de las ganas de vida
vino el miedo.
En aquel momento
vino de ti el silencio
y el llanto de todos los hombres
brotó en tus ojos traslúcidos
y los míos se apartaron de los tuyos
y de los brazos largos
vino el corto adiós.
En aquel momento
el mundo se detuvo
y de las distancias
vinieron aguas
y el bullicio del mar.
Y del amor
vino el gran sufrimiento.
Y nada quedó
de las infinitas cosas presentidas
de las promesas en llamas.
Nada.
XIII
Existe siempre el mar
sepultando pájaros
renovando sollozos
rompiendo gestos.
Existe siempre una partida
que comienza en ti
que toma forma
y contigo desaparece.
Existe siempre un amigo perdido
un encuentro que se deshace
y amenazas de llanto en la retina.
Existe un canto de gloria
que no se inició nunca
pero está guardado en mi pecho
disolviendo la memoria.
Y más allá de la canción incontenible
de tu amor ausente
más allá de la amargura no revelada
de esta espera
existe siempre la tierra
que deshace
las primeras ganas de Existir.
XVI
“Lo que vemos de las cosas son las cosas”
Fernando Pessoa
Las cosas no existen.
Lo que existe es la idea
melancólica y suave
que nos hacemos de las cosas.
El escritorio está hecho de amor
y de sumisión.
Sin embargo,
nadie lo ve
como yo lo veo.
Para los hombres
está hecho de madera
y cubierto de tinta.
Para mí también
pero la madera
sólo le protege el interior
y el interior es humano.
Los libros son criaturas.
Cada página un año de vida,
cada lectura un poco de alegría
y esta alegría
es igual al consuelo de los hombres
cuando estamos inquietos
en respuesta a sus inquietudes.
Las cosas no existen.
La idea, sí.
La idea es infinita
igual que los sueños de los niños.
Del libro Balada del festival (1955):
X
CANCIONCITA TRISTE
E hice de todo…
Fui auténtica, durante un tiempo.
Fui inquietud y fragilidad.
Brillé en ronda de amigos.
Practiqué el deporte con violencia
y una vez (¡trágica melancolía!)
nadé con aparente desenvoltura
(el pecho jadeante y desgarrado)
mil metros mariposa…
Fui amante, amiga, hermana,
sonreí cuando él me dijo cosas amargas…
Y nada lo conmueve.
Nada lo espanta.
Y él miente
y miente amor
como los niños mienten.
XIV
BALADA DEL FESTIVAL
De veras apareció
venido de tierras distantes
un hombre casi poeta
que me amó y que se dio
a mí y también a otras.
Y decía por teléfono
cosas tan tiernas, tan todo,
que sólo por oírlo y esperarlo
muchas mujeres se perdieron.
Muchas mujeres… también yo.
Lo amé en aquella prisa
de horas programadas y hoteles…
dentro de mí la promesa
de amarlo aunque estuviese
en la vieja China, por los mares,
dentro de algún avión.
Y cuando me llamaba
yo toda nerviosa
iba y venía y presentía
al hombre que huía de mí
pasaporte en mano.
Ahora estoy tan cansada
me perdí en la confusión
de ser amante y amada.
Si todavía voy a buscarlo
en París o Viena
no me pregunten, amigos,
que la mirada se me pone tan triste
tan triste que da pena…
De veras apareció
venido de tierras distantes
un hombre, alas y Orfeo.
XVII
a Luiz Hilst
El poema se deshace. Bien lo sé.
Y muere de a poco.
Si el genio del poeta consiguiese
la palabra con sabor a eternidad.
Decir sobre la amiga que se fue
y abría los ojos nocturnos sin voluntad.
Decir sobre el amante alguna otra cosa
más allá de la espera.
Decir sobre la madre, oh, amadísima,
todo lo que la boca no dice
y se pierde.
Tan solos están los hombres y la palabra.
¿Por qué no habrá otro mundo
sin ruido ni boca,
mudo, espléndidamente mudo?
Selección a cargo del escritor, poeta, editor y traductor Salvador Biedma.
Hilda Hilst es una escritora brasileña que nació en 1930 y murió en 2004. Se la suele considerar entre las más importantes autoras de lengua portuguesa. Se dedicó en principio a la poesía, género en el que se destacó especialmente. Publicó su primer libro en 1950. A fines de los ’60 escribió además una serie de obras teatrales y en 1970, su primera obra de narrativa. Ganó en dos ocasiones el prestigioso premio Jabuti. El Cuenco de Plata publicó dos de sus novelas: Cartas de un seductor y La obscena señora D, traducidas por Teresa Arijón y Bárbara Belloc.