Presentamos diez poemas de Carolina Biscayart, nacida en Mar del Plata en 1972 y radicada en Bariloche desde 1981.
El trazo de la expiación
Las horas me conducen
a un final
cada una de ellas
precisa de mi destino, de mi misión me digo
como si este acto de escribir fuera por ejemplo vital
la palabra vital me da risa
porque esta hora de vida, cada una de ellas
habla de la muerte todo el tiempo
pero cierta expiación de quién
de tantos
pero cierta expiación de quién
atribuye a mi hora
un estar de animal en supremacía
una respiración de ser vivo a secas
el que nace se reproduce y muere
una ameba con muchas cualidades
con una razón que urge utilizar
en estas horas, en las mías
la razón se escabulle
como el humo del palo santo puesto en mi mesa
que no santifica nada
que no detiene el ritual hacia el final
la hora se debate
en hacer, en disfrutar
en pensar qué es lo mejor para hacer
en armar una teoría sin grietas
en cuál es el léxico acertado
pero la hora se quiebra
y el vidrio roto deja ahí un trozo agudo
en un lugar de mi pecho
ese trozo se hunde
en un lugar sagrado de mis sueños
ese trozo se hunde
un hilo de sangre, un goteo
mi razón funciona de maravillas con Don quién
¿hablo de religión?
¿hablo de filosofía?
¿hablo de avatares de psiquiatra?
no no no
hablo un lenguaje inentendible
a solas con mi hora
sin plan
sin deseo
una hora casi muerta
que tiene lugar para que entre
una vaca
un roble
un mar parecido al Egeo
un sueño que dura años
que nunca viví ni viviré
el trazo de las horas llama a mi sangre a salir de mí
cada vez que me detengo
soy una mujer a merced de una hora
implacable
que le resta minutos
a esa entelequia llamada futuro
debo cerrar las puertas
no preciso la risa fácil
el libro de autoayuda
la razón lapidaria
ni esa forma de tristeza irremediable
que mancha mi hora
hora en la que mi luz entra y sale a su antojo
una luz de color blanco opaco
una luz que no deja ver
pero alumbra
y así llama a esas voces viejas
que me dicen “no podés pedirle poemas a una ameba”
“la razón no entiende la metáfora”
y el trazo de la sangre
en esta hora
que será irreversiblemente parecida a la próxima
es el trazo necesario para otra
al menos
una
palabra.
Lo que no se sabe también fluye
En esta tierra
ingrata
sin memoria del agua
han crecido mis flores
las raíces insisten
y mis hojas esclavas
testigos de la lluvia
que se va sin remedio
reverencian el cielo
son tan necias mis partes
no me dicen su sueño
en esta tierra
ingrata
sin memoria del agua
mis flores se abren
con ternura a la lluvia
que nunca nunca
las moja
ni tiene la piedad
de abandonarlas..
Libertad
Cómo volver al principio
antes de la palabra
antes del gesto
antes de la caricia anzuelo.
Cómo volver a la pureza
a esa flor blanca
salvaje
flotando sobre el río.
Certeza
Cuando te quiero soy
una especie
en extinción.
Reparándome en poesías ajenas
En torno a la casa estaban las cebollas. Rostros de turquesa, celestes, frágiles, delicadísimos. Anidaron aquí y allá, moviendo, a ratos las delgadas colas, y las niñas clamaban: Son víboras. En medio de la mesa había un tazón con sangre -yo bien lo vi- y no se sabía de quién.
Marosa di Giorgio
I
Imaginé al hombrecito de Marosa
ya sin alas
ya sin poder de animal
un ser condenado
al pensamiento
entonces antes que fuese un hombre
de tamaño natural
con mi escasa motricidad fina
le devolví las alas
se las pegué con un pegamento transparente
y la mariposa voló
hacia arriba, hacia la luz
II
Imaginé a los leones de Marosa
esos que rondaban la casa
les abrí la puerta
les di de comer
sus ojos amarillos imitaban el fuego
me senté entre ellos
no temí a sus fauces
no es en la muerte donde radica el sufrimiento
y así, ellos fueron mis gatos
domesticados, les enseñé a mirar mi horizonte
no me tapan el paraíso.
La oca se enamora
También yo arrojo la capa así, también yo chasqueo los dedos ante el destino.
Virginia Woolf
Cae en el casillero
el hacedor leyendo el mandato
vuelve diez lugares hacia atrás
el hacedor tira los dados otra vez
avanza dos lugares
vuelve a creer
resucita
oca cisne se nombra
de nuevo la suerte en el tablero
mueven su cuerpo de alas inútiles
hacia el lugar que corresponde
escrita en el rectángulo, una extraña sentencia
el viento la tira hacia atrás
se le entristecen las plumas
de cisne a paloma de plaza
innecesaria y hambrienta
Antes de la nueva jugada mira el tablero
ajeno, ajeno
ajeno
el hacedor bosteza antes del próximo paso
sólo queda esperar lo que digan los dados
O puede jugar
ella pajarito de dios
a mirarle la cara
a intuirle el pulso
a disfrutar el gesto
del dueño de los dados.
El poema rebalsa
No voy a escribir tus vidas
no soy una servil escribiente
no puedo con las historias “porque sí”
salvo que me remienden
que me hagan chasquear los dientes de frío
que me limpien un poco
como la lluvia a los jardines
salvo que lo que no me estés diciendo
sea mi fruta más sabrosa
o que vea un pedazo de mí en tus palabras
si me acompaso, ya te estoy escribiendo
no puedo hoy
hoy
soy más que suficiente a mi poema
cuando pueda historias desprendidas de mí
como hijitos de cactus
esos que crecen solos en tierra con arena
ya sin sed
tal vez haya olvidado este oficio
el de escribir.
Generosidad cruel
hay que atreverse a mostrar el hueso
y a olvidar el alimento.
Antonine Artaud
Los niños lloran
tienen hambre
yo tengo hambre pero no importa
porque los niños la tienen
yo tengo hambre y sé
del tiempo y de la muerte
yo tengo hambre y mi boca es desmedida
mi hambre es la de un niño capaz de comerse
todos estos niños con hambre
de un solo bocado
Mi hambre es un secreto
es una culpa virtuosa
es el arma perfecta para alimentarlos
para saber que la vida es algo donde nada ocurre
salvo esta voracidad indecible.
Rezos al caer la tarde
Que haya una manta
para cada uno
por si la lluvia
por si la noche
por si la furia
que haya una manta
para arroparse
para esconderse
que haya una manta
cuando la vida
se des-pren-da
de – la – vida
y no sea el hacedor
la muerte.
Ceder ante lo urgente
Inevitable el poema
los minutos del poema
el peso de los minutos del poema
la herida, la inercia, la oscuridad
los nombres
los gestos del poema
inevitable el cuerpo
su necesidad
lo frágil
el latido
lo inminente, la llaga
la voz gutural, su eco, y otra vez su eco
inevitable el cuerpo
su ser volcánico y anónimo
cuando pierde noción de las puertas
Inevitable perder, siempre perder
siempre perder aunque se gane
aunque el amor
aunque se ría a veces
aunque la vida se quiera como es
de inexplicable
inevitable lo triste
detrás de la postal, detrás de la pasión
detrás de la entrega más cierta
inevitable este continuo desamor con la fe
la esperanza o esas cosas bonitas
y volver a creer cada mañana
y el esfuerzo de volver a creer
cada mañana
y la cicatriz del esfuerzo
inevitable
inevitable la noche, el viento
los hijos
los muertos
la madrugada
la lista de cosas por hacer
el té, el guiso, las sobras
y las copas brillando en el mantel
inevitable el abrazo
y el olvido
de lo que no olvidamos
inevitable el saber
de aquello que se sabe
que no encuentra palabras
y debe derramarse
porque es sentido
inevitable el sentido
el desencuentro
y la piedra otra vez
y el dolor en el pie descalzo
para dar de lleno
de nuevo con eso
ni lindo ni amplio ni cómodo
pero cierto
inevitable dar
con la piedra
áspera aguda intransigente
esa lápida
acaso
llamada destino.
Carolina Biscayart nació en la ciudad de Mar del Plata en 1972. Desde 1985 vive en San Carlos de Bariloche, Río Negro. Se graduó en Ciencias exactas y actualmente trabaja en la Universidad Nacional del Comahue en el Departamento de Matemáticas. Fue becada por el Fondo Nacional de las Artes durante 2007. Coordinó talleres de escritura para adolescentes y actualmente dirige un taller de escritura creativa para adultos en Bariloche. Es autora de los libros de cuentos Invenciones (Ediciones en Danza 2008, reeditado en 2010) y El amor, sólo una idea (Ediciones de Dock 2012). Además de los libros de poesía Eso otro se llama luna (El suri porfiado 2014) y La trama que sostiene los jardines (premiada y editada por EMB, 2016). Textos suyos fueron publicados en diversas revistas literarias y en antologías de narrativa argentinas y extranjeras. Entre otros, obtuvo el Primer Premio Ayuntamiento de Gran Canaria, por Certezas (poesía, España 2010), Primer premio de Concurso de escritores patagónicos 2007 por Invenciones (narrativa breve). Esta última obra fue seleccionada por CONABIP en 2010, para reedición y distribución en bibliotecas populares.
Fotografía original: Santiago Rey.