Compartimos una selección de poemas de Fabiola Rinaudo (Salta, 1964), pertenecientes al libro Green Square, publicado por El suri porfiado en 2014.
I.
Nada me pertenece,
ni siquiera los displicentes contornos de la poesía.
Los versos me han abandonado después de mi
repudio histórico.
Me negué sistemáticamente a ceder a su necesidad
y les llené la boca de comida rápida y globos de
azúcares ligeros.
La otra noche, cuando el rocío me humedecía los
ojos,
tirada en el parapeto de aquella ventana que guarda
los secretos de los libros,
una mujer negra que los cantaba por un dólar me
los trajo de vuelta.
III.
Henry con su mano temblorosa
me escribe en griego antiguo
el primer versículo del libro de San Juan
y se divierte con los arcanos signos de la lengua de Uruk.
Nos comunicamos con palabras inconexas
como almohada, sofá o aceite
que les debemos a los árabes.
Si le digo que no oigo,
él me responde “audire”
y los dos nos reímos como niños.
La semana pasada entregó a su hija en el altar
y ella se casó sin arroz y sin confites.
Me cuenta en pocas palabras
que bailó un escueto vals,
que no se escuchó ningún ritmo mestizo
y que los novios se fueron con un cartel de “recién casados”.
El breve espacio de nuestro encuentro
es el puente con esa otra parte del país
y él dice Borges y yo digo cifra
y si digo México, él dice Octavio Paz.
Y después nos vamos por caminos separados.
De nuestro encuentro solo quedan unas
Migas de pan de chocolate esparcidas en un plato.
V.
Como las rayas en la piel de los tigres lleva sus
cicatrices.
Las otras llagas se ven en su mirada fiera,
que no es otra cosa que el vano ropaje del miedo.
Son suyas la oscuridad y las colillas
de todo aquello que pueda meterse en el cuerpo,
sólo para huir del horror,
de las luces azules y rojas de los patrulleros
y de un borceguí aplastándole la cara.
VII.
Una cruz de hierro tiene escrita en la piel.
También otras marcas prefabricadas,
testimonio de batallas que sólo se piensan en la
juventud.
Partida que se repite en el crepúsculo,
cuando todos se van y hay que hacerse valer.
El cuerpo es el único territorio conocido.
Todo lo demás es hostil y rastrero.
Su cuerpo es látigo, es una emboscada,
y un día de desafío y derrota, tendrá precio.
VIII.
Se diría un Buda de polyester.
Su vientre es una bóveda que el pantalón encierra.
Tiene la mirada asiática, a fuerza de donas y
malteadas,
y manos que engullen hamburguesas y aros de
cebolla frita.
Sentado en el banco espera el autobús,
para ubicarse por fin frente al plato.
Su hambre, terca como mi dolor no puede
moderarse.
Él sabe que la angustia,
perdida en los corredores de su estómago,
no podrá hallarlo. Yo, en cambio, estoy perdida.
XII.
“Hola! Soy Selena”, me decís.
Sos como la noche, pero sin luna.
“¿Linda, qué haces aquí?”, me decís.
No entendés qué hago entre los desheredados.
Me ofrecés cerveza caliente,
disfrazada de té o limonada
en un coqueto vaso violeta.
Pero no acepto porque tenés razón.
No soy de tu lugar. Tal vez de ninguno
“¿Qué es lo que te pasa, linda?”, insistís.
Invento una mentira para volver a ser quienes somos.
Vos me pedís setenta y cinco centavos. Y yo te los doy.
XV.
Tu tobillo es flaco y el pie se te ha encogido.
La hebilla del zapato tintinea
mientras tu mandíbula sigue el ritmo de esa música.
Estás elegante,
con tu campera de cuero y ese sombrero para turistas.
Leés sin atención el periódico.
Esa guerra está lejos y el único testimonio son las
hileras de tumbas.
La OTAN dice que van a dejarlo antes de lo previsto,
pero un teniente general lo desmiente.
Y todo para qué te preguntás.
Entonces con cuidado cerrás el periódico, lo enrollás
y al tintín del zapato le agregás el golpe del parche
de tu pierna
contrapunto de coplas que no entienden,
pero que a vos te sirven para explicar el mundo.
XVII.
Soy una de las voces de la plaza.
Un dólar por dos cigarrillos
vende el hombre camuflado
detrás de la parada de autobús,
y la chica, a su lado, se vende por algunos dólares más.
Mi voz y la plaza tienen la misma sed,
pero no somos hermanas.
Una es heredera de una historia
con muertos por recordar y un porvenir.
La otra…. la otra es una extranjera.
XXIV
Ciento trece dólares traías en los bolsillos,
agujereados por el viaje polizón
Sueño que te mantiene en vilo.
como el pan que se arrebata al horno, como un
hijo nonato.
Ciento trece dólares.
Precio de la derrota vestida de polyester,
monedas que te devolvió Aqueronte
transido por la pena de no aceptar tu alma
sombra de la caverna enamorada y pobre,
que me toma la mano para cruzar el río.
XXVIII
¡Hemos venido de tan lejos!
Nuestro barco encalló en esta ribera
y nuestros enmohecidos pies,
como las caracolas que alcanzan la playa,
no pudieron volver para atrás.
No nos atamos a los mástiles
y la música del sueño nos dejó penitentes,
gritando verdades bilingues que herrumbraron el
oropel de las palabras.
Llegamos al paraíso,
un paraíso fetiche para la melancolía.
Cuando cierro los ojos,
el miedo es sólo un charco de agua que se seca en
el piso,
Las palomas, sin embargo, siguen su rutina
como símbolos de paz, adornos de estatuas.
Los gendarmes de otra plaza se toman una siesta
mientra el sol derrite los cerrojos
y la mano del padre alcanza la del hijo
y el hermano regresa a la hermana,
y nosotros regresamos a nosotros,
porque no podemos volver a lo que fuimos.
Te miro, y en tus ojos afligidos intuyo la huella de
la esperanza.
Entonces, nuestro fetiche melancólico se convierte
en el Paraíso,
y ya no tengo miedo.
Fabiola Rinaudo. Escritora. Abogada, Periodista y Docente. Reparte su tiempo entre Salta, Buenos Aires, Toronto (Canadá) y New Haven, (Connecticut). Colabora como columnista en el periódico hispano Identidad Latina, imparte clases de español y escribe crónicas que difunde a través de las redes sociales. Tiene publicados artículos de Derecho en revistas especializadas, y cuentos y poesías en antologías y periódicos. En 2014 apareció su primer libro de poemas, Green Square (Buenos Aires, El Suri Porfiado). Tiene escrita una novela inédita, Lo que dicen los zapatos, que alude al tema de la migración, y está trabajando en su segunda novela (s/título) que navega entre la crítica social y el roman noir.