Los desquiciados (HD Ediciones, 2017) es la segunda novela de Nicolás Guglielmetti, poeta y escritor bahiense. En diálogo con su ópera prima en el género, Fisher y los refugiados (17Grises, 2016), se sitúa en una Bahía Blanca caótica, donde todo pareciera a punto de estallar. A modo de un rompecabezas, los hechos se van recomponiendo (¿o descomponiendo?) de a fragmentos.
Presentamos aquí una muestra de la prosa electrizante y ágil de Los desquiciados:
Por más que nadaba, el agua reía. Ese mar que daba lengüetazos sobre los pies lodosos del polo industrial no era ni siquiera un mar. Era una ría tan mía como de cada uno de los habitantes que, en silencio, consumían los medios comprados del lugar. Un día todo empezó a irse, menos yo. Yo de acá no me muevo. A mí me van a tener que sacar con las patas para adelante. Le digo a Irsine que se ate el pelo y abotone las mangas. Que los tornos, como las rotativas, son monstruos con mandíbulas potentes. Allí ponemos parte de las píldoras para filtrarlas y que salga en polvo. El mismo color que la urea pidieron Irsine y Gascoine la última vez y todos contentos. Gendarmes, putas convertidas del trash metal e inspectoras entongadas. ¿Qué relación tendrían con el de medio ambiente y el periodista número uno del diario local?
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La cosa parece mejorar. Una cara conocida al fin. Una mujer que se parece a Sharon Stone ahora acerca una toalla. Prende la calefacción del splint y me pide que cierre los ojos y me pare, que ella me va a sacar la ropa. De poder ver bien no los cerraría pero el agua y el amoníaco han hecho estragos. Estábamos metidos en algo grande, pero no pensamos que fuera para tanto. Un regasificador, conductos de agua corriente ocultos para enfriar los caños maestros, crackers de estaño y cápsulas de azufre. Todo lo necesario para firmar un contrato de confidencialidad con renta y jubilación incluida pero, ¿qué hacer con las preguntas y el tiempo muerto cuando no se tiene miedo a la muerte ni familia ni moral? El tintinear de la cuarentona que voy a bautizar Sharon se condice con el de sus pulseras de plata. ¿Qué hace vestida con un vestido cuello bota negro la encargada de darme las malas noticias? ¿Por qué no habla y lo baja de una en lugar de hacer un rollo a la altura del cuádriceps y dejarse sentir la respiración leve y perfumada por encima de las ingles? ¿Cuánto hace que no sentía el aire cálido entre los pliegues vahosos de las piernas y los cuartos traseros? ¿Por qué no me habrán dado tiempo a descansar y pensar un poco? ¿Acaso se trata de un nuevo método creativo de esos que dan en los talleres para estimular lo omitido?
¿Qué haremos con los que nacieron sin noción de la tradición? ¿Qué harán cuando les empuñen reticentes el valor y se los escupan como un monje beduino para que confiesen? ¿En dónde la enterraste?
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Los bahienses no están vivos. Pertenecen al decorado que la planta tiene en su mega cartel institucional. Si hubiera alguien con sangre en estas dotaciones se responsabilizaría a los culpables de las masacres en todas sus formas, pero no. Tapemos el foso donde quemamos a los indios con una linda acera peatonal donde señoras botoxeadas y garcas de papada rosa puedan mirar precios de lo que sea. Nosotros, esta confrontación azarosa del peor crack del Reino Unido constituidos bajos los influjos de la promiscuidad más baja, le daremos fin al calvario de esta pobre e insípida gente.
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Un tres por ciento al equivalente a la bomba que terminó con las aldeas de Vietnam del Norte. Un regasificador al lado de una usina, una planta de urea, barcos con contenedores, obreros dóciles que regularmente mantienen el equilibrio de ese foco destructivo para la salud de los pobladores pero beneficioso para el sistema de capital rentado. Indonesia, Pakistán, Malta, Andorra, Surinam, Tahití, Unión Europea, España. Gas malo, gas licuado, ácido, amoníaco filtrándose, amoníaco aumentando una llama constante. Nadie sabe nada porque, si sabés, perdés. Una pequeña película se te hace en la retina. Se inflaman los párpados. ¿De dónde venís flaco? ¿A dónde vas? Roncha, laceración, biopsia, rayos, jubilación de privilegio para todos. Al menos su familia va a vivir bien. Sin usted pero bien, señor. Le estamos haciendo un favor, entiéndalo (esto lo dice el diario). Lo dice su consuegra. La hija de Sharon, la hermana de Gascoine, la mujer de tu hermano, la hija no reconocida de papá.
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Moxidrato, acetilenos y polietilenos varios forman parte de la combustión. Lo que transportamos bajo la lengua y se reproduce en el tacto que va a una máquina maestra. El colo Gascoine se aseguró de haber volado el cerebro de la guardia completa y parece querer y tener más. El colo Gascoine debe haber sido enviado por la contrainteligencia de la Unión Europea que, como nosotros, quiere salvar a sus familias de toda esta mierda pero, como dijo en su castellano arrastrado, “Hay que ser punta de lanza; no entender; situación sala de ensayo”.
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Balas rasantes que no matan. A nadie ahora le importa quién fue. En este caos no tienen sentido víctimas ni victimarios, sólo encontrar una manera de llegarse a un lugar donde esa sustancia, que comienza a ser hirviente y volcánica, no agujeree a ninguno de los nuestros. Después vendrán otros problemas, como reconstruir lo que se salve o salvar la especie a la intemperie de todo. Pero ahora está esto no menos complicado. Sharon y el resto de la banda corren despavoridos con unos trajes antiflama que agarramos de la sala de bomberos. A medida que el agua avanza veo que la lluvia de lava no será el problema sino sobrevivir a la creciente. Pienso en los míos y todo lo aprendido de mi oficio de pescador, en el viejo como una vizcacha en la inmensidad de la noche escapando de la balacera. ¿Qué será de la Anita y la Mile? ¿Por cuánto la habrán negociado al barco de chechenos que llegó antenoche?
Nicolás Guglielmetti nació en 1981 en Bahía Blanca. Cursó estudios de letras en la UNS y formó parte de Vox Ruta 33 y EAPP (Escuela Argentina de Producción Poética), ambos programas destinados a la formación de escritores emergentes. En 2008 fundó el periódico Ático, del cual fue director hasta 2009. Ese mismo año fundó Nexo, proyecto cultural bahiense que comanda hasta estos días y oscila entre el papel, la web, el formato radio e incursiones audiovisuales (http://agenda.nexodeluxe.com.ar/). En poesía publicó: Cesar Palace, (Semilla, 2009); Tres Dedos, (Niña Bonita, España, 2011), La adolescencia del bostezo, (Letras de Cartón, Chile, 2012), Bella Vista, (Vox, 2015), Cruzar el desierto, (Colectivo Semilla, 2017). En narrativa: Fisher y los refugiados, (17Grises, 2016). Los desquiciados es su segunda novela.