Del no-lugar postmoderno a la liturgia barrial

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La poesía Latinoamericana siempre puso en discusión ese cruce entre realidad e imaginación, entre escritura y praxis. Quizá una de esas herencias simbólicas sea la antología Poesía Trunca (Casa de las Américas, 1977) que recoge el trabajo de 16 poetas asesinados o desaparecidos en la lucha de la liberación de la Patria Grande. Trilogía de cenizas es una antología que reúne textos de Celso Gabriel Arancibia, Miguel Rojas y Daniel Rivero, y sus voces comprometidas vuelven a poner en debate el alcance de la palabra poética en un mundo postmoderno y neoliberal.

“La crítica debe hablar el lenguaje de los artistas. Pues los conceptos del cénacle son consignas. Y sólo en las consignas resuena el grito de combate”.
Walter Benjamin

Los poetas Daniel Rivero, Miguel Rojas y Gabriel Arancibia en sus lecturas públicas se presentan como “perdedores” (al considerarse actores de reparto de un mundo desencantado que ni siquiera los convocó ni tuvo en cuenta), y lo manifiestan sin prejuicio ni tergiversaciones, dejando en claro, desde un primer momento, su pertenencia social: una extracción de clase que se verá refractada en la temática de sus textos. Cada uno de los estilos propios se halla asociado por tópicos recurrentes, identitarios, que decanta en un lenguaje que denuncia a un sistema fundado sobre la explotación.

Rivero, Rojas y Arancibia se han autopublicado una antología compartida —asumiendo la responsabilidad de editores, además del compromiso como poetas—, y si se coteja la edición se observará que no constituye, por un detalle sustancial, otra de las tantas antologías poéticas que aparecen periódicamente. Al volumen se le adosa un paratexto que tiene una incidencia espacial e ideológica. En su título aparece el sema “barrial” y eso reconfigura la percepción del lector, porque de inmediato lo ubica en un locus particular. Hay una identificación de y con lo inmediato en donde se desarrolla la cotidianeidad, siendo que en los pueblos la primera geografía que se aprehende y reconoce es la del barrio.
Por consiguiente se resalta que los hacedores de la Antología poética barrial Trilogía de cenizas (Ediciones La Galera, Trelew, 2009), adosan un vocablo raramente utilizado en las manifestaciones poéticas. Podría haberse leído Antología “trelewense”, “chubutense” o “patagónica”, pero los autores optaron por el término “barrial”. En el campo de la representación tiene su significado, sobretodo en estas épocas de restructuración urbana en las que prevalece y determina el status la pertenencia diferenciadora del countrie o los barrios cerrados. También incide el carácter privatista e individualista impuesto por el capitalismo, ese privilegio de pertenecer que conlleva la ubicación en lo más alto de la pirámide social.

Campanita
llega a la esquina
cuando el sol le quita el cinturón
de castidad a la morbosidad humana
y el universo de lámparas amarilla
explota, se desliza al borde del río.

Campanita
rubia, luciérnaga alada,
fuma un cigarro mientras observa
mujeres gordas y reprimidas
paseando en sus coches.

Campanita
espera y espera
hasta que un micro de larga distancia
trae a un subversivo fálo
cargado de millones de espermas.
Un par de vueltas por el pueblo
y la luciérnaga desciende
emprende vuelo hacia la roticería
de enfrente
a rendirle tributo al despiadado destino.

Daniel Rivero, p. 12

Un pueblo (o un barrio) se reconoce como tal por una serie de sucesos que conforman su historia, su anecdotario, y es en ese lugar común donde la tradición y los espíritus de época afianzan su proyección en la historia. Las diferentes tipologías culturales se entrecruzan generando el proceso dialéctico que conforma la trama de dicho itinerario.
Podría pensarse a esta antología como un cuadro de situación, una mirada multiplicada por tres, una cosmovisión del mundo que diverge y converge en los elementos que la constituyen, las cuales cobran sentido y trascienden a través de una estética similar: una poética nutrida de la emergencia y la denuncia.
Los poemas (todos los textos literarios) se contaminan del discurso social. Esa palabra que circula por la comunidad se resignifica, se carga de sentidos y, por supuesto, supuran las propias vivencias de los autores. Esas experiencias son pasadas por el rasero del arte, estetizadas, convirtiéndose en literatura; pero es sabido que esa simbolización no la separa de la realidad, sino que la refuerza, la replantea. Bien lo señaló Henry Miller en la novela Primavera negra: “En la calle se aprende lo que son realmente los seres humanos, de otro modo o más adelante, uno los inventa. Lo que no está en medio de la calle, es falso, derivado, es decir, literatura.”

En el trabajo que todo escritor realiza sobre el lenguaje queda evidenciada la práctica que sustenta y da entidad a la misma literatura. En su inscripción y ejecución surge la obra. Es en la instrumentalización de la máquina textual, en la constatación de su propia materialidad, donde el “arte como artificio” ―como señalaba Shklovski― que, además de la mera función estética, se asume el cometido de liberar las tensiones internas del lenguaje; por lo tanto se concreta “la función poética” por la que abogaba Jacobson. Ese funcionamiento del lenguaje o, más concretamente, de la literariedad o literaturidad, como se suele traducir también el término ruso literaturnost, lo identifica y le otorga tesitura en el universo de los bienes simbólicos.
La literariedad de un texto requiere ―más bien encuentra― su propia esencialidad al confrontarse con la realidad; una especie de “prueba de fuego” de carácter decisivo que pertenece al campo social. El mensaje literario transita en la sociedad de discurso, pero rebota mucho más en el grupo-modelo-burgués, que se diferencia del resto en lo social, cultural y económico; pero a su vez lo excede, y es ahí donde el relato refuta posiciones, trastoca hegemonías.
En consecuencia, en el texto habrá expresiones habituales (del discurso diario) pero expuestas a un proceso de resignificación; y este es el acto que lo integra a la serie literaria. Más allá de las vicisitudes particulares, todo poema, toda trama narrativa, evidencia su pertenencia a la biblioteca universal. Ha dicho Ítalo Calvino que los libros “llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado”. Estos escritos tienen sus propias células que se asocian y relacionan con otras escrituras que conllevan una tesitura similar; pues el ADN con que fueron compuestas se corresponde a la poesía que fuera llamada de compromiso social o política, por lo tanto su discursividad se coliga a opciones “insurgentes” afines a los tiempos que corren.
No obstante, interpelar ciertos conceptos nos obliga a mirar de soslayo lo que sucede y acontece en cada bloque histórico, porque en ese trayecto se disputan los espacios de poder con los antecesores y se pretende suplantar e instalar el propio paradigma. Todo cambio o recambio de las ideas dominantes produce conflictos; sin embargo siempre existen espacios, compartimientos o retículas que sostienen discursos perimidos. Otros, totalmente obsoletos, señalan el agotamiento de modelos que, en definitiva, han decantado en crisis. Bajo tales circunstancias, emergen potencialidades que habían sido postergadas en la lucha de clases, o en el ordenamiento e imposición piramidal de la sociedad. Entonces la práctica verbal forma parte de esa fricción, y desde la ficción también surge el reconocimiento y la valoración del otro, lo cual amplía el universo de la misma acción política.
“Todo es política” ha dicho Mangabeira Unger, es decir, la cultura (con cada una de sus manifestaciones genéricas) tiene que contribuir a la consolidación de procesos políticos inclusivos (debe abrevar y participar de la multiculturalidad, de la diversidad, y el reconocimiento de las minorías). Uno de sus tantos trabajos posibles será desmontar (o deconstruir) las narrativas hegemónicas que desplazaron y marginaron a lo diferente, arrojándolo a la periferia.

Tropiezo con los sistemas
Tropiezo con las empresas
(especialmente de trabajo temporal)
tropiezo con ministerios
y tropiezo,
ay! de mí,
con ministros.
tropiezo con las leyes
y,
meticulosamente,
tropiezo con los jueces,
tropiezo con las armas y con los traficantes
tanto como con los reyes,
tropiezo con la amargura
y con la tristeza de tu cara en la lluvia.

Renuevo mi compromiso inquebrantable
de tropezar mil veces con la misma piedra.

Miguel Rojas, “Escamoteo”, p. 30

La historia de la humanidad está signada por estas luchas populares. En las condiciones actuales la democracia ha significado un gran paso histórico, pero todavía algunas de sus metas no se han logrado, mucho menos cumplido. Existe una serie de limitaciones de orden ideológico, político, económico, cultural, técnico, e incluso psicológico, que se deben superar para que puedan ponerse en práctica aquellas instituciones que hacen a un sistema político más participativo.
Es necesario forjar una nueva perceptiva del hecho político, alejada del influjo neoliberal, y la cultura tiene mucho que aportar en ese objetivo. Si pensamos que las literaturas menores son contestatarias, intrínsecamente políticas, la tarea es replantear las discusiones y los proyectos, incluso los que incumben a la poesía misma. Porque la “democracia” no es sólo elección sino también participación, es el ámbito en donde prevalece el conjunto, es la realización de la comunidad. No hay ni puede haber poesía sin ideología, como tampoco hay clase social sin producción cultural. Esta convicción política de la poesía responde al menos a dos lecturas: por un lado, el gesto surrealista de André Breton, en su versión conjugada de Arthur Rimbaud y Lenin (“Hay que atreverse a vivir la poesía”), y la otra con el lema “La poesía debe ser hecha por todos”, del conde de Lautréamont.

Se sobrevive en emergencia: los acontecimientos diarios apuntalan su sedimento en la conciencia. Por eso no es posible realizar lecturas parciales ni cerradas, mucho menos sin anclaje político, ajenas a la densidad del contexto histórico.
Es necesario reconocer, desde el principio, que se “reflexiona” en base a conceptos concebidos como instrumentos de análisis por la cultura dominante occidental. El Estado, más allá de los reconocimientos y avances comprobables en el campo social, todavía tiene deudas con su propio pasado y también con los problemas actuales. Sin embargo, para intentar solucionarlos, está la herramienta de la política y los dirigentes deben aceptar el desafío de la hora. La violencia contra la “alteridad” es una pesada herencia que obliga a ejercitar la memoria, a mantenerla activa, y el acto poético es otra de las herramientas y recursos para abordar la realidad.

Donde las supersticiones cubren nuestro miedo
a quedar desnudos ante la otredad
y el viento de las religiones
arremolina y llena de ecos nuestra conciencia

El tiempo se nos filtra por la piel
y ojeras en la memoria de los que fueron y serán
son los pocos minutos de este adiós
sin partidas, ni flores de otoño
para la penumbra de este día
donde no resignamos a ser
lo que nos obligan a ser

Gabriel Arancibia, “Desde las periferias”, p. 48

Las políticas económicas del capitalismo tardío menospreciaron, por lo menos en Latinoamérica, la democracia de cada uno de sus pueblos. Para lograr ese cometido apeló en la práctica real a las dictaduras. No sólo sometieron a las poblaciones a través de modelos económicos discriminadores, sino que rompieron el desarrollo político de las bases populares. La persecución fue una estrategia efectiva para identificar y aislar a la otredad. Desde un primer momento, la pertenencia social, tanto la militancia política como la extracción de clase, se vieron compelidas en las acciones represivas impulsadas por los gobiernos de facto.

“¡Ustedes no nos matan,
nosotros elegimos morir!”
así recuerdo a María Victoria.
sé que son estas palabras
las que salpican mi sangre
las que devoran en mis entrañas
al animal que engloba los rasgos
típicos de la criatura inanimada
búsqueda inútil de una noche pérdida
incesante apego que no cesa
hasta verme agotado.
orgullo, silencio, horror,
altivez, actitud, sueño.
atajo frívolo de recuerdos

en la tarde somnolienta y fría,
memorizo dos,
tres palabras,
y así enciclopedia rodante
destierro mis huesos,
para no volver.

Miguel Rojas, “Protervo”, p. 31

Quienes se opusieron a los golpes de Estado no sólo defendían y reclamaban por la democracia; sino que denunciaban, a su vez, un sistema perverso fundado sobre la explotación. Es evidente que el poder hegemónico de los setenta inventó la figura sociológica del detenido-desaparecido, e impuso, de esa manera, el miedo y el terror a la ciudadanía, lo que fue clausurando su intervención política.
La década del ‘90 agregó otra retórica —cínica y perversa— en términos económicos: la categoría del excluido. Desde su posición dominante no sólo postergó o retaceó la capacidad de asalariarse, sino que en el despliegue de su política financiera, además, les negó a las multitudes subalternas un lugar en la comunidad donde ser y existir.
Debido a esta purga que realiza quien distribuye las acciones en el mercado de valor, es que se erige y alimentan poéticas como las que son publicadas en esta antología barrial. Textos sin preventa ni reventa, textos escritos con conciencia de clase, con dolor de tripas (Rodolfo Kusch ha dicho que “la cultura es una cuestión de tripas”).
Esa compleja trama que describíamos benefició únicamente a la burguesía acomodada y a la elite que detentaba el poder, mientras tanto una parte de los subordinados mantuvo y mantiene —con la plusvalía obtenida de la enajenación de su fuerza de trabajo— el nivel de vida de los dueños del capital. En ese diseño excluyente el resto nunca cuenta, porque son considerados explotables, descartables, un punto que sólo se verifica en las estadísticas. Para simplificar, tanto los “perdedores” como los “vencidos” son la causa resultante de la adopción del capitalismo neoliberal en nuestro país y en el mundo.

Hombre, arcilla para el hombre
moribunda célula
que se extingue en el vientre de ozono
en elíptico desamparo.

Daniel Rivero, “II”, p. 9

El avasallamiento de la hegemonía se caracteriza por el silencio que impone a los vencidos. Bajo esta perspectiva la historia se construye desde la voz del poder, porque sólo se legitima la narrativa del vencedor. El modelo tiene sus parámetros de funcionamiento, y se articula a través de un índice desde donde ejecuta y selecciona a sus adjudicatarios. A esa mirada cercenante se le podría oponer un contrapunto teórico con lo que advierte Walter Benjamin en el libro Tesis sobre filosofía de la historia, indicando en la tesis VI: “El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer”.

El estado de peligro, el estado de excepción, permitiría un instante en que el pasado se presenta como posibilidad para redimir a los vencidos, pues la chispa que enciende el fuego (de la liberación) representa la instancia de cambio, de tiempo-ahora, donde los vencidos regresarán con su voz exigiendo la rehabilitación en la memoria y en la lucha.
Además, en la solapa de la edición de la antología, se consigna una cita de Paulo Freire que plantea un reconocimiento: “A los desharrapados del mundo y a quienes, descubriéndose en ellos, con ellos sufren y con ellos luchan”. Puede considerarse una declaración de principios.
Las poéticas de Rojas, Rivero y Arancibia se encuentran imbuidas de ese mismo estado de emergencia, porque escriben inmersos en la misma emergencia de la historia, porque la escritura es el aliento que los impulsa (“Escribimos por todos esos rostros ausentes…”, Arancibia, p. 60) haciéndoles partícipes de la pasión de lo real, por lo tanto se sitúan en esa zona de debate y discusión, y desde ese campo de batalla pueden asestarle un duro golpe al destino excluyente.
La regla impuesta por el discurso dominante hace que la arena de enfrentamiento sea dentro de ese mismo discurso, bajo sus propias reglas y sus inequívocas órdenes; el subalterno debe apropiarse de dicho discurso, plantear la disputa y el enfrentamiento dentro de esos mismos códigos.
Esa poesía contestataria será el lugar donde se funda el contrapoder, la visión otra de los vencidos que pueden hablar; y estos poetas hablan, poetizan, e irrumpen en la escena literaria burguesa y rompen el orden del discurso desde el barrio.

Los poetas hablan de manera exquisita
sobre su soledad prostituída, por el gris oscuro,
de su melancolía.
Siempre poseen mujeres, de ojos con la inmensidad
del cielo azul, a las cuales ha amado
de mil formas, por las cuales recorrieron
toda la luna en busca de una rosa negra;
y transformados en Pegaso regresan
hasta la puerta de su amada
y desde su corazón
extraen la flor que se tiñe de rojo por la sangre

La belleza se encuentra en sus manos, oídos
olfato, gusto y vista, su sexto sentido les dice:
“Tus manos tomaran la cola de un cometa
y viajaras hasta el sol, para inmortalizar tus cenizas,
y transmigrarte en pájaro de fuego”
Cada vez que la lágrima de un niño rueda y cae
sobre la alfombra de hielo de ciudad
acude a ellos un sonido que leva el ancla
y en su barquito de papel salen a navegar por mares
ultradesconocidos para rescatar a estos pequeños
de sonrisa naranja, con fragancia de menta
y contarles que el hambre estrangulando sus vidas
será encerrada en una jaula de cristal
Y ellos reirán con risa de dioses,
Jugaran en toboganes de nube,
y correrán con sus pelos color de trigo al aire
en el paraíso de núnca más el hambre
POR SIEMPRE LA FELICIDAD.
Huelen jardines dónde ellos deshojan la soledad del mundo
junto a un río, con el perfume de las rosas mosquetas
los pinos en primavera
y peces saltando a través de un arcoiris de plata

con su visión atraviesan el tiempo y el espacio
y llégan hasta tiempo inmemoriales
degustando el vino de Jesús y acostándose
con Venus en un colchón de estrellas cubiertos con lirios
del Jardín de Zeus para luego abandonarla
y casarse con Maria Magdalena

La muerte siempre los encuentra atareados
cocinando suntuosos manjares para sus enamoradas
o creando sortilegios con metáforas de viento
Cuando nada de esto sucede la muerte ingresa
a la casa, y luego sale horrorizada
por la inmensidad y virilidad del pene
con el cual intentaron penetrarla

Si nada de lo antes mencionado ocurre
se búscan muertes exóticas y simbólicas
por ejemplo
pegarse treinta y dos balazos y beber mucho agua
para regar el cementerio y luego fertilizarlo
O meterse una dinamita en el culo para luego explotar
Y EXPANDIR SU UNIVERSO DE CREATIVIDAD
Y LUZ

Gabriel Arancibia, p. 45

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Descripción del Autor

Sergio De Matteo

(Santa Rosa, La Pampa, 1969). Poeta, ensayista y periodista cultural. Ha publicado las plaquetas Soles violentos (1995); Absurdo / Absoluto (1996); y los libros Ozono (1997); Criatura de mediación (2005); El prójimo: pieza maestra de mi universo (FEP, 2006) y Diario de navegación (2007). Es presidente de la Asociación Pampeana de Escritores y dirige el programa radial “El estado de las cosas”.