Máximo Simpson fue un referente de la poesía argentina y latinoamericana. A poco de su fallecimiento, presentamos tres poemas inéditos junto a algunos otros de su memorable producción.
Mohamed, Isaac
…vuestro holocausto, nuestra catástrofe…
Emile Habibi
“¡Yo soy la víctima!” ¡”No, yo soy
la única víctima!” “Ellos no replicaron:
´’Una víctima no mata a otra”
Mahmoud Darwish
Mohamed, Isaac, yo soy quien los convoca,
soy el gaucho judío, y soy el musulmán,
el afrentado,
el que viene de orillas colmadas de paciencia,
desde antiguas y nuevas sepulturas,
desde Egipto y la Meca,
desde Jerusalén, desde Cracovia.
Vengo desde Sefard,
vengo desde la Rábida y la Alhambra,
vengo desde Treblinka,
vengo de Moisés Ville,
vengo desde aquel niño que aún espera
en un portal de Flores Sud,
temblando,
aquí cerquita de la pampa.
Soy ninguno y soy todos,
y yo les pido ahora
que vengan a mi mesa a conversar,
y les digo que Abraham,
como un hermoso tío nos aguarda.
Vengan a conversar con él, conmigo,
con la lumbre y la muerte para aclarar las cosas.
Y hablemos en familia, sin tapujos:
ya hace mucho que un joven poeta palestino,
judío de Belén,
en la flor de su edad nos dijo a todos,
Amaos los unos a los otros,
y aún otro poeta de este tiempo
clamó tal vez en el desierto:
Devuélveme la herida/
y cúrame el dolor/que te he causado (*)
Mohamed, Isaac,
acabo de poner un mantel blanco
bordado con desdichas,
con hebras de este mundo,
y vengo desde el alma del creyente,
también desde el insomnio del incrédulo,
desde el sótano y la flor tomados por asalto,
y les ofrezco ahora este mate cordial,
esa tisana para curar, si eso es posible,
el incurable mal
del hábitat de todos que es ajeno,
y rescatar el tú de cada yo,
el yo de cada tú,
oh Mohamed, Isaac,
cuñados, primos míos,
muertes mías,
cadáveres amados,
nietos míos que sueñan con Alá,
que escuchan a Yaveh o al arco iris:
siéntense aquí, la mesa está tendida,
y por el este asoma tal vez una guitarra,
asoman unas manos de esplendor,
un doloroso canto de alegría,
y el mate está servido, coterráneos,
parientes de este breve montoncito de polvo
que anhela, que pregunta,
oh paisanos del agua,
vecinos de la dicha inalcanzable,
del paisaje sediento de justicia.
(*) Versos del poeta mexicano José Ángel Leyva
(de Último Aviso, inédito, 2012)
Cuando me vaya
Cuando me vaya de aquí,
cuando me vaya y me quede
para seguir esperando
en la ambigua luz del día;
cuando perdido me apoye
en la puerta sin adentro,
sin número, sin afuera;
tal vez encuentre allá lejos
a la anónima calleja
que antaño un dios habitó.
Cuando me vaya de aquí,
cuando me vaya y me quede,
tal vez descubra la aldaba,
la casa de mi silencio
y el gran río apaciguado,
el que fluye sin fluir
en la quietud del instante
sin fechas ni aniversarios.
Entonces habrá convite
para campanas que abrevan
toda su luz en lo oscuro,
y un epitafio que diga:
Yo me fui y estoy aquí,
tocando el violín sin cuerdas
del día que nunca vino.
Cuando me vaya de aquí,
cuando me vaya y me quede.
(de Último Aviso, inédito, 2016)
Último aviso
Ciudadanos, amigos y clientes,
vengan a ver y crean lo que ven,
aquí están los secretos de la vida
y todo lo demás,
aquí están las señales por unos pocos pesos,
I sell, I sell, I sell,
vengan antes de que todo se acabe,
antes de que cierre el negocio,
pues se está haciendo tarde,
y yo que soy conciencia del más extremo sueño,
seré sólo materia al borde del camino,
y por eso aconsejo, dense prisa,
for sale,
for sale,
for sale.
(de Último Aviso, inédito, 2016)
El rastreador
¿Dónde están las pisadas de mis pasos,
dónde están las miradas que dejé por el aire?
En pos de aquellos rastros
camino tras el puma,
el buitre, la calandria,
pruebo pasto, mastico,
huelo el viento, la brisa,
registro las raíces,
las grietas, los resquicios,
vuelvo atrás, adelante,
giro en torno
del olor a pasado,
a triste antigüedad, a tardes viejas,
convoco desde el sueño las guitarras del mar,
los tambores del tiempo.
¿Quién soy yo entre tinieblas?
Yo soy el rastreador,
el que se busca.
(De La casa y otras visiones, 1995)
Resurrección
Hoy me he puesto de pie, me he levantado.
En un rapto de orgullo pude mover la piedra,
sacudirme la bóveda.
Mirad el jeroglífico sediento
de avara eternidad:
esta inscripción soy yo,
mi muerte.
Después de interminables cataratas de olvido,
aún los sueños me acechan
con su cortejo de sangrantes manos,
y aluviones de gritos me persiguen.
Y aquí estoy yo, señores;
soy el amortajado:
yo soy el rey de Egipto,
padre de las cosechas,
ruiseñor de las lluvias,
y a mí el trueno irascible me obedece.
Yo vi a Tutankamón sonreír de orgullo,
levanté la pirámide de Keops,
y aquí estoy yo, miradme.
Yo quiero este socorro, esta limosna,
la migaja del último terrestre:
quiero morir de amor,
tomar un ómnibus.
Mirad mi piedra, contemplad mis párpados,
mi sueño melancólico,
mi enfermedad letal de piedra viva,
de resplandor que no se acaba:
siento el terror del tiempo,
sus pezuñas de cal sobre mis ojos.
(de Poemas del hotel melancólico, 1963)
To be or not to be
Yo quise ser un rojo violín desorbitado,
un ex abrupto eterno,
un jardín de magnolias o una tromba,
y sólo soy ahora profesor de nostalgias,
edecán del otoño pesaroso.
Yo quise ser el mar,
o tal vez quise ser lo que no quise,
un triángulo isósceles o un trueno,
o una momia egipcia
con su paz infinita, imperturbable.
Eso quise tal vez en mi constancia,
en mi apuro, en mi afán, en mi zozobra,
quise ser el revés, la mano izquierda,
el costado de mí, mi renegado,
y sólo soy mi tú, mi pobre mí,
un pronombre ya exhausto,
un posesivo huérfano, un despojado mí.
Eso quise tal vez,
y sólo soy ahora mi vecino,
apenas mi perfil, mi suroeste,
mi terco lateral:
estoy en la adyacencia limítrofe de mí,
y siento desazón, me extraño mucho.
(de Poemas del hotel melancólico, 1963)
Canción de don Elín
Pero, ¿qué se hicieron las nieves de antaño?
François Villon
Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
un arpegio sonámbulo, exiliado,
ya ciego entre los pájaros,
y un piano derribado en la intemperie,
y un músico extraviado por las nieves del tiempo.
Yo he visto todo eso, pero dónde,
¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Acaso está en el aire? ¿Acaso está en la nieve?
¿Acaso está en los pétalos dormidos?
Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
vi un caballo sin alas,
un fuego sin calor, un río sin orillas.
Yo he visto todo eso, pero dónde,
¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Está reconstruyendo los rotos mecanismos?
¿Está bebiendo luz, prepara sus maletas?
Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
vi un sueño que corría hacia el abismo,
vi un zapato perdido,
una paloma herida convocando a los ángeles.
Yo he visto todo eso, pero dónde,
¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Cómo hará en las mañanas para entornar las puertas?
¿Cómo hará por las noches para inventar las flores?
Yo vi una melodía ahogada en alta mar,
Yo vi una copla exhausta, despoblada,
una trova, un acorde, una rapsodia
sin violín, sin garganta.
Yo he visto todo eso, pero dónde,
¿dónde andará mi padre, don Elín?
¿Dónde andará?
Ay, yo vi una melodía ahogada en alta mar.
(de La casa y otras visiones, 1995)
Ellos
Eran tres árboles riendo a pura brisa, tres tal vez en las veredas, tres insomnios,
tres preguntas sin posible respuesta.
Eran la fiesta, eran la música, eran ríos; eran la mesa de billar,
eran la vida, acaso eran la niebla, la alegría de ser; y eran
la espera, la fe, la desventura.
Cariñosas distancias (*) los unían, y a veces la mateada profunda,
tejida con los hilos adversos de la dicha;
eran sólo tres hombres, tres seres transitorios en un orbe al acecho,
en un tiempo inhallable debajo de la Luna, detrás de las mareas.
Eran palabras y ademanes, eran razón de las mañanas, eran los dones de su estar,
¡oh sinrazón de los ocasos!
Eran Alex, Roberto, eran Gustavo;
y eran la trinidad de los Alessio,
tres toques de campana,
tres candiles,
tres voces.
Dejaron todo aquí,
y son los tres ahora tres camisas sin nadie,
tres olas, tres mareas
contra la sucesión de las edades,
contra la indiferencia de las flores.
(*) Esta expresión la he tomado en préstamo de un poema de Carlos Mastronardi.
(de Transcurso, 2013)
Máximo Simpson (1929-2017) nació en Buenos Aires y residió largos años en México y Brasil. Cultivador de travesías y amante del mate amargo. Publicó: Túpac Amaru (1960); Más poesía (1962); Poemas del hotel melancólico (1963); Hacia dónde tan lejos (1981); Estación final (1985); Elegías americanas, (1992); La casa y otras visiones (1995); Alrededores (1999); Esta precaria luz (antología) (2003); Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, 2004); A fin de cuentas (2006). Ese mismo año recibió el Premio Esteban Echeverría, de la Asociación Gente de Letras de Buenos Aires. En 2007, la Asociación “Poetas de las dos Orillas” (Montevideo, Uruguay), le otorgó la distinción María Eugenia Vaz Ferreira. En 2008 recibió el Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía. En 2012 le fue adjudicado el Premio a la Trayectoria por la Asociación Premiados Argentinos y en 2014 obtuvo el Premio Biblioteca Nacional “Rosa de Cobre”.
[Agradecemos a Ximena Simpson por los poemas inéditos y la fotografía].
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