Descripción de un cuadro imaginario de Alejandra Pizarnik mediante la técnica de usurpación aplicada al cuadro de“Las meninas” de Velázquez.
“Así, pues, será necesario pretender que no sabemos quién se refleja en el fondo del espejo, e interrogar este reflejo al nivel mismo de su existencia.”
Michel Foucault, “Las meninas” en “Las palabras y las cosas”
En la pintura hay un grupo de personas en una sala. La sala es amplia, la luz penetra por un ventanal que no se ve (queda fuera del límite del lienzo) situado en la parte derecha y en primer plano de la pintura. En la pared del fondo vemos estantes llenos de libros y un cuadro colgado en la pared. Tiene un marco dorado y en lugar de una pintura hay palabras escritas en color blanco, parecen versos, están distribuidos en forma de archipiélago en un fondo negro. Las letras están invertidas, como si estuvieran reflejadas en un espejo. Junto a este cuadro hay una puerta de acceso a la sala, un punto de fuga por el que entra la luz. En el quicio de la puerta un hombre contempla lo que está sucediendo. En la parte central dela sala, empezando por la izquierda vemos a Alejandra Pizarnik vestida de negro. Delante de ella hay un gran lienzo, nosotros solo vemos su parte trasera. Ella está pintando, tiene un pincel en la mano y nos observa apartada ligeramente del lienzo. Junto a ella, en su lado derecho desde nuestro punto de mira vemos a una niña de seis o siete años. Junto a ella hay más personas: una mujer que la está mirando, un hombre, otra mujer y una niña algo mayor que la primera. Un poco más atrás hay un joven. Todos visten de blanco. En el suelo, delante de las personas, hay una jaula grande de barrotes torneados que se encuentra vacía. El grupo mira al frente, como si alguien acabara de llegar a la sala.
Tras una primera mirada fija, el espectador libera su mirada que se desliza de aquí a allá por el cuadro. Surgen los interrogantes. ¿Quiénes son los personajes de la pintura? La poeta Alejandra Pizarnik ocupa el lugar de Velázquez en el cuadro de Las Meninas. La niña más pequeña es la propia Alejandra Pizarnik de niña: Flora Alejandra Pizarnik, tiene cinco o seis años. Laotra niña algo mayor es su hermana Myriam. Una mujer está mirando a Flora, esRezla Bromiker, la madre de las niñas, el hombre con gafas es Elías Pizarnik,el padre. Hay otra mujer de la cual no distinguimos el rostro pues tiene un velo que le tapa la cabeza, y un hombre joven, que se encuentra más apartado y que tampoco reconocemos. El hombre que se encuentra en la puerta del fondo de la sala tampoco sabemos quién es. Todos en el grupo, menos la madre que mira a Flora Alejandra, miran al frente. Sabemos que frente a ellos hay alguien o algo, o las dos cosas. ¿Qué pinta Alejandra Pizarnik en ese gran lienzo que no podemos ver? El cuadro que miramos se titula “Autorretrato por transmutación del cuadro de Las Meninas”. La pintora está pintando la escena, incluyéndose ella misma de niña y de adulta. Pero cuál es su verdadero autorretrato ¿el que aparece en la pintura que vemos, o el que está siendo pintado en el lienzo que ella está pintando y del que solo vemos el reverso? ¿Y cómo sabemos que se está pintando a ella misma, o la propia escena que vemos, u otra cosa? ¿Cómo ha pintado Alejandra esta composición? ¿Cómo ha copiado las figuras del cuadro y a ella misma pintándose? Lo más probable es que alguien haya hecho una fotografía de la escena y ella la esté copiando. ¿La está copiando, la ha copiado, o la copió en un presente o pasado cercano o lejano? ¿Por qué Alejandra sujeta el pincel con la mano izquierda? ¿Es zurda? ¿Qué pone en ese cuadro del fondo en el que hay escrito unos versos con las letras invertidas? Desde una visión general no se distingue con claridad.
La persona que observa no puede sino dudar, estar intranquila, la incertidumbre es la única manera de percibir la escena. Hay un abismo en la tela lisa, en la pintura realista y delicada de este cuadro. Hay una imposibilidad, hay una tragedia.
Volvamos a la pregunta de cómo ha sido pintada la escena. La escena no está sacada de una fotografía. No existe tal fotografía. ¿Cómo una fotografía podría recoger un instante en la que Alejandra es niña y es adulta al mismo tiempo y en la que sus padres están en el pasado? ¿Se trata entonces de una composición fotográfica, una fotografía retocada que está pintando Alejandra? No. Hay indicios de que no. Hay algo más que no vemos pero está y hace que la escena sea visible. La escena ha sido copiada pero no de una fotografía sino mientras los personajes se encontraban posando, sin que ella los mirase, a lo largo de los años. Y no los miraba ya que solo miraba su imagen, la del gran espejo en la que la que todo se refleja por siempre en una inercia inmóvil. Delante de todo hay un espejo por eso la raya de su pelo al otro lado, el pincel en la izquierda, y ese mensaje escrito en el cuadro del fondo, al acercarnos podemos distinguir:[1]
A partir de aquí, más allá del orden aparente, de la placidez ficticia, el lienzo muta, se oyen cristales rotos, cae la tela a girones como una piel que se muda o una máscara demasiado parecida al rostro que cubre.Las capas de pintura van cayendo, hay muchas capas, otras escenas se suceden, fragmentos escritos de días extraños y noches insomnes. Las paredes de la sala son muros. Alejandra escribe en los muros que la aprisionan. Hay un árbol con una hendidura, una bolsa llena de huesos, una equilibrista enana, un grifo del que no sale agua, un pozo surtido de pastillas, cócteles y cigarrillos. Hay muñecas, ataúdes, un mar de tormentas, una náufraga, un fuego, una mujer que duerme, un agujero, nombres de escritores: Vallejo, Orozco, Porchia, Cortázar, Huidobro, Safo, Proust, Artaud, Michaux, Rimbaud, Cervantes, Federico…, un ángel derruido, un pozo lleno de lágrimas, una autómata, rostros doblados, una pared que tiembla, aves, niebla, una cicatriz, el descenso, la oscuridad, el poema. Hay páginas de un cuaderno que el viento arranca y salen del cuadro, caen junto al espectador que contempla el drama de una vida hecha escritura. Una frase de un 30 de julio que dice: “¡Que no fracase! ¡Que mi espíritu ascienda voluptuoso hacia la belleza! ¡Que mi cuerpo sea su vasallo!”, y en otra página de un 13 de marzo: “Nunca comprendí el habla”, y un 18 de marzo: “Suicidarse es reconocer que lo peor está sucediendo ahora”, y un 26 de abril: “no se trata de obligarme sino de arder en el lenguaje” un 24 de agosto: “Lo absurdo es el límite”, un 1 de julio: “tinieblas. Incertidumbre. Agonía. Angustia de vivir. Humo. Humo. Sobreponerme. Suponer que la vida es un obsequio, un paseo, un viaje. Cualquier cosa. ¡Sólo sé que a la vez que me duele la vida no soporto la idea de morir! Seguridad. No quiero plazos. No soporto no sentirme. No soporto no ser más.”, un 11 de diciembre: “Asombro de ser yo”.[2]
[1] “criatura en plegaria/rabia contra la niebla/ escrito/en/el/crepúsculo/contra/ la/ opacidad/no quiero ir/nada más/que hasta el fondo/oh vida/oh lenguaje/oh Isidoro. “Hallado tal cual se reproduce, escrito con tiza en el pizarrón de su cuarto de trabajo”. (Reproducimos esta nota tal como aparece en la poesía completa de Alejandra Pizarnik (1955-1972) editada por Lumen a cargo de Ana Becciú en la segunda edición (2016). Versos hallados al encontrar el cuerpo sin vida de Alejandra Pizarnik (la inversión de los versos en el cuerpo del texto es nuestra.)
[2] Extractos de los “Diarios” de Alejandra Pizarnik, Lumen (2013)
Blanca Morel, madrileña, licenciada en C.C. de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Sus poemas aparecen en diversas revistas y antologías. Ha publicado los poemarios “Bóveda” (Ed. Amargord) y “Pájaro sangre”(Ed. Baile del Sol). Su tercer poemario “Pan impuro” será publicado en breve en la editorial madrileña “Ruleta rusa”. Integrante del proyecto de creación poética “Hipnerotomaquia”. Actualmente escribe un blog de poesía, “Salón oscuro”: www.blancamorel.com